La adaptabilidad es una característica de los grandes equipos que tiene su origen en la determinación. Cuando las circunstancias se enredan y los tiempos se tornan difíciles, el que antes despeja las incertidumbres termina por conseguir su propósito. Y el Real Madrid lo tuvo muy claro desde el principio hasta jugar diez partidos sin concesiones a la distracción o al relajamiento.
Un historiador de largo trazo diría que nada nuevo bajo el sol. Tarde o temprano, el Real Madrid de siempre emerge para conseguir un título. Cuando casi nadie lo espera, cuando los rivales desfallecen, unos tipos vestidos de blanco desgranan sobre el terreno de juego la letra de su primer himno. Y el espíritu indomable del club de Chamartín vuelve a manifestarse sobre el césped.
Nada más y nada menos, esto es lo que ha hecho el equipo de Florentino Pérez, Zidane y Sergio Ramos, por citar las cabezas visibles del proyecto. Engarzar con la el equipo de Di Stéfano, Puskas y Gento, con el Madrid de los ye-yés y con el de Raúl y Fernando Hierro. Y conectar con ellos mismos, que la columna vertebral sigue siendo la misma que la del equipo que asombró al mundo hace un suspiro.
Por supuesto, ha habido otras razones materiales, más allá de la fuerza emocional. La fuerza física, sin ir más lejos. El equipo ha desplegado una condición superior y estable que le ha permitido atacar en tromba en las ocasiones precias y resistir con garfios y dientes los embates de los rivales. Que también juegan.
Precisamente, otro resultado magnífico lo hemos encontrado en su portería inexpugnable. Courtois se ha lucido con paradas magníficas, pero esto sólo es posible cuando la defensa representa su papel con precisión: interferir en las decisiones del contario. Cuando falla, los porteros no paran, sino que recogen el balón del fondo de las mallas.
Y de nuevo, Zidane -amén de sus notables aciertos tácticos-, ha encontrado la vía para rejuvenecer un equipo del que se fue porque habían perdido la confianza mutua. Este hecho es particularmente relevante porque nunca segundas partes eran buenas. Y, porque, además, la vuelta ha sido tan tortuosa que pareció que el retorno no tendría fruto alguno.
Sin embargo, la pausa del confinamiento sirvió para que todos pensaran y ordenaran sus actitudes y prioridades. Conjurados en la intimidad, técnicos y jugadores regresaron para poner de manifiesto que su época no ha terminado. Definitivamente, la cuerda les va a durar más de lo que nos habían enseñado: ¡nunca dejes de confiar en este equipo!