Gerard Piqué es una persona que siempre genera algo. Para lo bueno o para lo malo, tiene carisma y le gusta ser protagonista de todo lo que hace. Siempre donde va es noticia, y eso también es algo a valorar. Sin embargo, el tercer capitán del FC Barcelona ha desaparecido de la esfera pública en las últimas semanas, algo que es muy poco habitual en él.
El jugador del equipo blaugrana es uno de los líderes de un vestuario que ha estado muy cuestionado en los últimos meses. Se ha llegado a afirmar que había ovejas negras que dañaban la estabilidad del club y se han filtrado listas de descartes, incluso algunas con el nombre de Gerard presente, para dar comienzo a una renovación y reestructuración del equipo.
Sin embargo, en todo este tiempo, Piqué se ha mantenido al margen, en silencio, en una 'cuarentena mediática' que no solo ha afectado a los medios de comunicación, sino que también lo ha hecho a sus redes sociales, en las que apenas ha participado desde que terminara la pasada temporada.
Sin noticias del Barça, sin expresarse con todos los cambios que ha vivido el club y sin despedirse de compañeros o técnicos que han salido de la entidad blaugrana. Ha resultado cuanto menos llamativa esta desaparición pública de un jugador y de un personaje idolatrado por el barcelonismo que siempre se caracteriza por decir lo que piensa y por huir de lo políticamente correcto.
Quizás, Piqué también ha decidido realizar una renovación personal y se está ante el nacimiento de un nuevo Gerard, más comedido, más centrado en el juego y en sus actividades empresariales, y más alejado de la prensa y del foco mediático que le atiza y le venera a partes iguales.
Sin noticias desde la humillación del Bayern
La última gran aparición de Gerard Piqué fue en caliente, encendido, derrotado y resignado tras la tremenda humillación del Bayern Múnich. El central fue uno de los presentes en aquella debacle histórica que dejó herida de muerte la temporada de un equipo al borde del caos y que ha vivió un verano realmente convulso.
Aquel día, con las llagas de la flagelación alemana todavía palpitando, Piqué se inmoló ante los medios, completamente perdido, destrozado. Miraba a su alrededor mientras buscaba palabras para poder describir lo que sentía y lo que había vivido en un partido terrorífico que sin duda había sido la mayor humillación de su carrera deportiva.
Con el único objetivo de poder mandar un mensaje al barcelonismo y al club y con la intención de huir de los tópicos habituales, hizo una llamada de auxilio y puso su cabeza a disposición de la entidad en un acto más simbólico que real con el que pedía cambios a todos los niveles. Aseguró que el club necesitaba salidas en todas sus esferas y que incluso la suya podía ser la primera. Era una manera de pedir el cargo de Josep Maria Bartomeu, el gran señalado, y de Quique Setién, el que terminó pagando los platos rotos de un proyecto desnortado.
Y para que nadie pudiera acusarle de ventajismo o de vender consejos para el prójimo, decidió ponerse él mismo en el centro de la diana para que quien tuviera que apretar el gatillo pudiese disparar al corazón su continuidad, por si esa pudiera ser una solución a todos los problemas.
El club recogió el guante y el nombre de Gerard Piqué fue uno de los señalados dentro de la reestructuración de un Barça caduco y anclado en un proyecto que ha ido sobreviviendo a fuerza de parches, tal y como indicó el propio Leo Messi el día que comunicó que se quedaba en Can Barça obligado y engañado.
El nombre de Piqué apareció junto a otros pesos pesados como Sergio Busquets, Jordi Alba o Luis Suárez, aunque finalmente, el único que terminó saliendo fue el uruguayo, acompañado del técnico Quique Setién y de Rakitic y Arturo Vidal, dos ventas perseguidas por el club desde hacía ya un tiempo. Además, tras aquella derrota que supuso una tormenta muy oscura, llegó el seísmo provocado por Leo Messi, que no ofreció su puesto como Piqué, sino que directamente pidió salir.
Messi, Luis Suárez y la despedida de Rakitic
Leo Messi ha sido el gran protagonista del FC Barcelona este verano. El conjunto azulgrana recibió como un huracán la petición de salir de su mejor futbolista. Y no fue una petición amistosa, fue una petición a la desesperada, con un burofax de por medio y un hartazgo importante madurado durante muchos meses. El argentino estaba completamente desilusionado con el proyecto y estalló tras la derrota contra el Bayern.
Lo que había empezado con la destitución de Quique Setién y con la intención de ser una reforma en el vestuario, estaba siendo olvidada por el incendio que había originado el capitán y máxima leyenda del club. Sin embargo, lo que en otras ocasiones hubiera sido normal, esta vez no apareció. Piqué no se inmiscuyó en la guerra entre Leo y Bartomeu como sí hizo con la de Neymar o incluso con la llegada de Griezmann.
Nadie supo qué opinaba Piqué de la salida de Messi, y el tema se solucionó, previa rajada del argentino, sin que Piqué pusiera ni un solo tuit en todo este tiempo. Alguna foto de vacaciones en familia y un par de menciones a su otro club, el Andorra, han sido toda su actividad en estos meses en el que los cimientos del Barça se han tambaleado con fuerza, sin llegar a caer, pero quedando totalmente debilitados.
Después del incendio de Messi llegó la caza a Luis Suárez. El uruguayo se convirtió en el centro de la diana de la directiva, que decidió cargar todas las culpas sobre el delantero charrúa. Filtraron que era perjudicial para Messi, que estaba prácticamente acabado y comunicaron su intención de deshacerse de él a todo el mundo menos al propio jugador, que se enteró de ello primero por la prensa, y después por una breve llamada de Koeman, que tuvo que hacer de parapeto ante la cobardía de Bartomeu.
Sin embargo, a pesar del horrible trato que había recibido su compañero, Piqué tampoco se pronunció sobre este hecho y volvió a guardar silencio. Para entonces, ya se le había vuelto a ver con la camiseta del Barça y entrenando junto a sus compañeros. Dónde sí estuvo Gerard fue en la emotiva despedida del charrúa, que quiso estar arropado por sus amigos más cercanos, los cuatro capitanes del equipo y Jordi Alba.
Este bonito gesto, que llamó la atención por ser lo primero normal en todo lo que había sucedido en el Barça en los últimos meses, no se produjo en el adiós de Ivan Rakitic, que se despidió en un tono cómplice con Bartomeu muy diferente al mal rollo visible con Luis Suárez, y completamente solo, únicamente acompañado por su familia y no por sus compañeros. Ni Gerard Piqué ni ningún otro estuvieron arropando al croata en su adiós. Tampoco se despidió de él en redes sociales, ni de Arturo Vidal, en lo que siguió siendo parte de su 'cuarentena mediática'.
La llegada de Koeman y la figura de Bartomeu
El cambio más significativo que ha sufrido el Barça en estas últimas semanas, además de la salida de Luis Suárez, que ya golea con un rival directo como el Atlético de Madrid, es la llegada de Ronald Koeman, un entrenador algo alejado de la filosofía Barça que tanto se ha buscado y perseguido y que suele ser poco amigo de los futbolistas, especialmente de los que tienen peso en el vestuario como Piqué.
Koeman llegó a Can Barça para imponer una mano dura quizás tardía en un año de transición antes de unas nuevas elecciones a la presidencia del club. Con pocos fichajes y pocas salidas de las prometidas, la idea era que Koeman apostara por la juventud y dejara de lado a las vacas sagradas. Hasta el momento, lo más significativo ha sido la inclusión de un nuevo sistema de juego al que se tiene que adaptar al equipo y la irrupción estelar de un Ansu Fati que, no solo salva los muebles del equipo, sino que es de lo poco positivo que hay.
Piqué no se ha pronunciado sobre la llegada de Koeman, como tampoco lo hizo sobre la salida de Setién, pero lo que sí parece es que se han cruzado dos personalidades fuertes en un vestuario que aún no ha apagado todos sus fuegos. Es una incógnita saber lo que va a pasar esta temporada, pero si las críticas vuelven a aparecer y el rumbo deportivo no es el esperado, la personalidad de Koeman dista mucho de la de Valverde, del que sí se despidió en su día en redes sociales, y, sobre todo, de la Quique Setién, por lo que en ese vestuario podrían saltar mucho más que chispas.
Además, a todo esto se suma el hecho de que jugadores como el propio Piqué o como Leo Messi tengan que seguir conviviendo con un presidente al que no soportan y al que ya han lanzado mensajes muy directos meses atrás. Quién sabe, si uno de los últimos grandes logros de Bartomeu como presidente del Barça es conseguir que Piqué rompa su silencio mediático por la puerta grande.
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