El sábado dejó las imágenes dispares y características del Real Madrid y del Atlético. Los blancos confiados a su talento y los atléticos a su esfuerzo, casi estéril en las últimas jornadas. Su ventaja se encoge, y Simeone teme que sus jugadores hagan lo propio, así que, entre otras frases para resaltar su valía, declaró que "intentamos seguir nuestro camino: tenemos dos monstruos detrás que tienen la ilusión de llegar donde estamos nosotros".
Esta esencia de cada cual, marca la manera en la que afrontan la mayoría de los encuentros. El Real Madrid sestea en incontables ocasiones contra rivales de menor entidad -con perdón-, a la espera de que la brillantez sobrevenga. La exhibición de confianza es soberbia para el observador ajeno, pero el aficionado propio no puede por menos de sentir cierta angustia cuando los minutos transcurren sin que nada ocurra.
Amén de lo dicho, el equipo parece estar en manos de la inspiración de Benzema, Modric y Kroos. Son los que marcan la suerte del equipo, sin que los jóvenes, por su irregularidad, den la impresión de estar a la altura de los retos del club. Valverde, Mendy, no digamos ya Vinicius y Asensio, aparecen un día fantásticos y al siguiente embotados. El asunto es preocupante, pues la vieja guardia no está lejos de convertirse en una guardia vieja. No quiero decir que ocurrirá de forma inmediata, sino que el juego del equipo reclama más retoques que el fichaje de Haaland o Mbappé.
Al contrario, el Atlético de Madrid parece haber extraviado la fortuna. No tiene, como sus rivales conciudadanos, jugadores capaces de ganar los encuentros en tres segundos, y su labor esforzada de minutos se pierde por la falta de precisión final. También al contrario que el Madrid, este Atleti no espera, sino que ayer buscó la victoria con tanto afán como infortunio, ante un Getafe atrincherado con eficacia coordinada. Quizás el mejor detalle atlético fue la actuación de Dembélé, móvil y con sentido, que dejó entrever un refuerzo para el resto de temporada.
Un apunte de baloncesto. El Barcelona derrotó de nuevo al Real Madrid en la Euroliga. El partido fue muy igualado, tal vez la mejor respuesta de los madridistas desde que batieron a los azulgranas en la Supercopa. Hay un detalle que marcó el final del encuentro. Acostumbrados a Campazzo y a Llull, el Madrid terminó con Abalde como director de juego. Operado Llull, Rudy sigue de baja y Thompkins muy lejos del gran jugador que fue. Demasiados contratiempos para un equipo acostumbrado a dominar, y que está a un palmo de perder la batalla mental-emocional contra su rival más recurrente.