Tres empates seguidos frente a tres equipos vestidos de amarillo y, paradójicamente, la sensación de que el equipo no está mal pero se sigue desconectando a ratos. El Borussia prolongó la maldición de Dortmund (sexto partido en la historia merengue sin ganar en la ciudad alemana) y estropeó en los minutos finales una noche que, de acabar 1-2 el duelo, hubiese estado presidida por crónicas sobre la concentración, seriedad y energía blancas. (Narración y estadísticas: 2-2).
El Madrid, con una formación muy ofensiva (James de titular por el esperado Kovacic), buscó el control del partido desde el comienzo frente al segundo equipo con más posesión de Europa en lo que va de campaña. Ambos onces se asustaron con dos tiros libres en los primeros tres minutos (con intervenciones de Bürki y el reaparecido Navas) mientras Weigl, el buen mediocentro del Dortmund, dudaba entre seguir a Modric o a James y los blancos, como siempre, respiraban cuando el croata cosía el balon a la bota. Presionaba el Madrid arriba para forzar salidas imprecisas de los locales, pero los de amarillo supieron desembarazarse de ella poco a poco y en el minuto 13 habían chutado otras dos veces a puerta.
Era un partido notablemente intenso, con James colaborando en la presión sin descanso (Cristiano era el único desvinculado de la obligación defensiva) y Toni Kroos muy serio como pivote defensivo. El Madrid llevaba sin embargo unos minutos sufriendo, pero entonces Modric alumbró un contraaataque prolongado por Benzema y Kroos que terminó Cristiano con un remate cruzado tras un taconazo de Bale en el área. Minuto 16. Enorme rendimiento a un cuarto de hora serio, pero muy exigente.
Como era de esperar, el tanto serenó a los españoles. Las transiciones locales, velocísimas, pillaban no obstante al Madrid desguarnecido con sorprendente frecuencia. Dembelé perdonó el empate en el 24 tras recortar a Danilo por la izquierda. Un minuto después James pudo dejar solo a Cristiano en una contra, pero malogró el último pase. El encuentro se podía romper en cualquier momento; los dos equipos llegaban con facilidad y el ritmo de partido era muy alto. El 0-1, al menos, permitía al equipo merengue posicionarse a la contra, más cómodo, sin necesidad de pujar por la posesión.
Gol por sorpresa
Aubameyang destilaba veneno en cada intervención y Dembele traía el regate (con sentido) al partido. Pero la medular madridista, ausente Casemiro, se multiplicaba en el repliegue y en las postrimerías de la primera mitad había calmado con eficacia el ímpetu local. Con Ronaldo participativo y Benzema a la espera de su ocasión, el compromiso defensivo del equipo mantuvo al rival a raya hasta el 42. Cuando mejores eran las sensaciones blancas, un rebote en la cara de Varane tras una parada (imperfecta) de Navas en una falta anticipó el empate y volvió a descontrolar el encuentro en el tramo final de una primera parte a la altura del choque. El equipo más victorioso de Europa seguía sin ganar en la ‘caldera amarilla’: ni siquiera transitoriamente.
La presión blanca tras el entretiempo aumentó hasta atenazar por momentos a un equipo, el alemán, que juega francamente bien al fútbol. Aubameyang volvió a meter el miedo en el cuerpo a los blancos en el 49, pero no tenía la noche. El único riesgo evidente para el Madrid es que los locales aprovecharan la subida de los dos laterales cuando subían por su banda. Dembelé sacó los colores una vez más a Danilo, pero sería la última. La concentración del equipo de Zidane recordaba a la de Canarias: mejor en defensa que en ataque, pero con mucha pólvora y un Modric creciendo con los minutos hasta desmelenarse con contraataques que pudieron tumbar al Dortmund pero se quedaron en amenaza.
Bale, el mejor del equipo con Varane y Modric en la segunda parte, pudo marcar de cabeza en el 66. Al minuto siguiente, un centro prodigioso de Cristiano fue rematado por Benzema al poste; el rechazo fue empujado por el defensa francés a las mallas. 1-2, resultado justo para ese momento del partido. Kovacic reemplazó a un buen James inmediatamente para reforzar el bloque defensivamente y el Madrid, incomprensiblemente, casi se deja empatar acto seguido en un disparo violento de Guerreiro bien tapado por Navas. Pareció un espejismo. El Madrid presionaba la salida de balón y buscaba el tercero; había olido la sangre y con la entrada de Kovacic había liberado a su compatriota Modric para sumar un mediapunta con despliegue.
Aparece Schürrle
Una frivolidad de Ramos (probablemente el peor de los suyos) casi estropea el partido para sus compañeros antes del empate: Navas le robó el gol a Pulisic con una gran parada. Los alemanes disparaban a la mínima oportunidad, poniendo a prueba al ‘tico’. Los minutos finales se vivieron en plena paradoja: el Madrid podía sentenciar en cualquier ruptura a la contra y los alemanes estaban empeñados en convertir a Keylor (pese a su fallo en el gol) en el hombre del duelo.
Casi lo logra el guardameta reaparecido. Pero fue un campeón del mundo, Schürrle, quien revalidó la fiebre amarilla de Las Palmas al anotar el 2-2 con un zambombazo imparable desde la izquierda en el minuto 87, a la salida de un centrochut, cuando Zidane saboreaba ya una victoria muy meritoria. De nuevo el Madrid jugaba un buen partido; de nuevo empataba; de nuevo ciertas oscilaciones en su intensidad plantean interrogantes sobre un equipo que se enfrentó a uno de los planteles más en forma del continente y le faltaron tres minutos para dar un golpe de autoridad en la Champions.