Gonzalo Higuaín siempre lo ha tenido todo para triunfar, pero acabó por regatear al éxito y quedarse sin la gloria. Al fin y al cabo, el fútbol también es eso: un nuevo equipo mal elegido o un disparo mal ejecutado. Y en eso el delantero argentino es experto. Higuaín siempre se quedó en el casi, fallando en el día de los elegidos, en el día en el que sale a relucir la realidad de un jugador.
Jugó en el Real Madrid seis temporadas y media, de diciembre de 2006 a junio de 2013, y aunque coincidió con la etapa moderna del club blanco, en la que ya pudo ganar Ligas y Copas, se quedó a las puertas de la Champions. Se fue el verano antes de la Décima. Jugó una final de un Mundial (2014) y otras dos de Copa América (2015 y 2016). En las tres, sus fallos fueron decisivos para que Argentina perdiera todas.
También mandó al limbo un penalti en la última jornada de Serie A que dejó al Nápoles sin Champions (2015). Y así un larga lista de errores en los momentos más clave para un futbolista que pretende cerrar este martes (20:45 horas) en el partido de ida de cuartos ante el Barcelona. Higuaín estuvo allí donde se hacía historia y él se quedó eternamente a las puertas.
También lo tuvo todo para ser un ídolo en Madrid y después en Nápoles, pero su forma de afrontar sus salidas acabó convirtiéndole en uno más en la capital de España, sin que su baja se notara, y en el mayor enemigo en San Paolo, donde volvió por dos veces hace una semana, una Liga y otra en Copa, marcando en esta última un doblete que le valió parar imitar a Eto'o en el Bernabéu y mirar al palco retando a Aurelio De Laurentiis, el excéntrico presidente del Nápoles.
Ese duelo en Copa, que le dio el pase a la Juventus a la final, cerró una alarmante sequía que agotaba todo el crédito que le quedaba al argentino. Llevaba seis partidos seguidos sin marcar y dos en los últimos diez, partiendo en todos ellos de titular. Tras ese partido en San Paolo, marcó el pasado otros dos goles al Chievo en la Serie A, consiguiendo por primera vez con la Juventus dos dobletes consecutivos. Aun así, al quinto jugador más caro del mundo, solo por detrás de Neymar, Pogba, Bale y Cristiano, se le debe pedir más.
Al Barcelona, Higuaín le conoce bien, pero para mal. Sus fallos ante el club catalán con el Real Madrid alcanzaron límites inexplicables, representando aquellas derrotas de la etapa Mourinho. Seguramente algún título más hubiera tenido si Gonzalo hubiera ejercido de mejor 9. Por ejemplo, la Copa del Rey 2012, donde el argentino erró un cara a cara con Pinto que hubiera dado un vuelco a la eliminatoria (el Madrid se quedó a un gol de pasar). Pasó a los siete segundos de partido.
Con Mourinho, Higuaín acabó siendo el delantero titular, por delante incluso de Benzema. Famosa fue la comparación del perro y el gato. El crédito del entrenador portugués no se llegó nunca a acabar y eso que hubo un día en el que también se vio el miedo a las grandes citas del argentino. Fue en la vuelta de la Supercopa de España (2012). La primera parte fue un cúmulo de fallos y eso que marcó en el minuto 10. Ocho meses después, en la búsqueda de la remontada ante el Dortmund (semifinales de Champions 2013) también falló. Como en los octavos 2010, con su famoso remate al palo ante el Olympique de Lyon.
Durante muchos años, Higuaín tuvo que aguantar la mofa de "Higualín que Ronaldo", en referencia al cambio que el Madrid de Capello había hecho, fichando al argentino y dejando salir al brasileño al Milan. En aquellos años duros para el madridismo, con muy poco se creaban héroes y Gonzalo tuvo la habilidad de marcar un gol en Pamplona (2008) que propició que le consideraran artífice de una Liga, como si aquél título solo se hubiera ganado en El Sadar. Lo que si regaló aquel gol fue una imagen ya histórica: el pasillo que el desquebrajado Barcelona de Rijkaard hizo al Madrid en el Bernabéu.
Fuera ya de Madrid, en Nápoles se hinchó a goles, ninguno de ellos relevante. La pasada temporada llegó a marcar más tantos (36) que partidos jugados (35) en la Serie A. En el Madrid marcó 121, en Nápoles 91 y en Turín, por ahora, 27. Y 32 con Argentina. Esa ha sido su tónica general, marcar goles, pero casi todos intrascendentes.
Pero si hay un partido indicado en el mundo del fútbol ese es la final del Mundial. Y ahí Higuaín quedó señalado para siempre. Su fallo ante Neuer no cicatrizará nunca en Argentina y se podría considerar ya como uno de los más determinantes de la historia del fútbol. Y si a eso le añades más fallos en las otras dos finales, ambas de Copa América, su imagen queda por los suelos en la albiceleste.
No le queda otra a Higuaín que borrar su pasado y cambiar el chip. Solo ha marcado tres goles al Barça en 18 partidos. Ahora, después de pagar por él 90 millones, es la gran baza, junto a Dybala, de la Juventus este martes. El cuadro de Allegri, que tiene peor equipo que el que hace dos años perdió la final en Berlín ante el Barça,
Para los culés la duda está en el centro del campo. La baja de Busquets, sancionado, obliga a cambiar todo. O un 3-4-3 demasiado arriesgado en Turín o un 4-3-3 con Mascherano como pivote, salvo que Luis Enrique siga apostando por un André Gomes muy señalado tras Málaga.
El duelo además podría dejar el cara a cara entre la MSN y la BBC... italiana: Barzagli, Bonucci, Chiellini. Y especialmente morboso sería el reencuentro entre Suárez y Chiellini. Ya saben, aquél mordisco en el último Mundial, ese torneo en el que Higuaín 'quitó' una estrella a Argentina. Tiempo todavía tiene para darle otra, como para demostrar que también sabe marcar en duelos relevantes.