"No necesitamos títulos, nos basta con la camiseta”. Confieso que no había escuchado jamás a un entrenador parapetarse de un modo más demagógico y descarado detrás del amor por el escudo para minimizar su propio fracaso. Simeone soltó esta perla en la rueda de prensa posterior a la eliminación del Atleti en la fase de grupos de la Champions, consumada tras no haber sido capaz de ganar ninguno de sus dos partidos ante un modestísimo equipo de Azerbaiyán. En el chocante espectáculo de autocomplacencia al que hemos asistido a cuenta de esta eliminación solo falta dilucidar quién ha llevado la delantera: la masa social atlética, la complaciente prensa o el propio club vía su morrudo entrenador.
Los atléticos suelen caracterizarse por un amor a las rayas rojas y blancas que al parecer sitúan mucho más allá de la suerte deportiva de su equipo. La suerte siempre es veleidosa y lo que importa es amar el escudo, parecen decirte, y no seré yo quien se oponga a estos sentimientos (y ni siquiera a la ostentación machacona de los mismos) siempre y cuando no se trate de ejercer una especie de monopolio de amor a los colores que al parecer opera por contraste al sentimiento madridista. Parece que los madridistas somos robots programados para ganar que se bloquean en el tropiezo, y borran de su memoria artificial todo resto de afecto por el blanco en cuanto su club encadena dos empates (lo borramos incluso en la victoria, me cuentan algunos, que no somos capaces de disfrutar por causa de nuestra proverbial frigidez). Todo esto, con los matices que intento explicar, y que se circunscriben a los márgenes del sentido del ridículo, es aceptable, pero no sé hasta qué punto la masa social atlética es consciente de que desde el club -y desde todos los agentes externos que sin el menor sentido crítico lo protegen- se está capitalizando este sentimiento más o menos legítimo para que haya quienes no se hagan responsables de un fiasco como el recién cosechado. “A mí que no me pidan cuentas. ¿No nos bastaba con la camiseta?” Me consta que a algunos atléticos, no puedo saber cuántos, no se las dan con queso, y eso dice mucho en su favor.
Después está, no se sabe (ya digo) si empujando el carro o a bordo del mismo, la prensa deportiva nacional y en concreto capitalina, la misma que aplaude a Simeone en Lisboa después de colaborar en la derrota alineando al lesionado Costa y de intentar pegar a Varane para desahogar la furia ante su propio error. No hace falta especular sobre cómo habría sido la reacción mediática ante una hipotética eliminación del Madrid en fase de grupos para contemplar con perplejidad la reacción del cuarto poder al ver cómo el Atleti queda fuera de la Champions. “A por la Europa League”, en un recuadro mínimo de la portada, es toda la sangre que se hace, sin que nadie saque a colación la diferencia presupuestaria (tan omnipresente otras veces en el argumentario colchonero) entre el club del Manzanares y su verdugo el Qarabag. “A por el campeonato de ajedrez del Mediterráneo”, imagino (o no) a la prensa titular tras la enésima tentativa frustrada de optar a la Olimpiada por parte de la capital.
Y por último, no sé (insisto) si a la vanguardia o solo aprovechando el caldo de cultivo, está el club, que es como decir el Cholo, ese señor al que pagan no por ganar ni por intentarlo sino por hablar muy bien de la camiseta, esa que basta, esa entre cuyas líneas bicolor se encierra toda la gloria, la incalculable gloria endógena, para qué buscarla fuera. El Cholo y sus jugadores, claro, empezando por un capitán que tildó de “mierda” a la Europa League cuando aun había opciones de no caer en ese pozo, en sinceras declaraciones que por desgracia le perseguirán hasta el final, sobre todo si el Atleti acaba llenando Neptuno a cuenta de ese sucedáneo de éxito.
El Atleti está aún a tiempo de acabar firmando una temporada buena o incluso excelente (lo sería si gana la Liga). Recuperar algo de crédito moral, en el marco de una serie de competiciones que se supone debe intentar ganar (ame mucho o poco la camiseta), va a ser otra historia. Ni el Atleti ni su entorno parecen tener el menor interés en abrazar al fin el estatus de grande, no por haber sido noqueados por un azerbaiyano, sino por su vergonzosa reacción al respecto.