El aftermatch del partido de vuelta entre el Madrid y la Juve se está convirtiendo en un espectáculo de miserias y contradicciones, en una divina comedia donde lo bufo se combina con lo patético probando lo que en cualquier caso ya sabíamos por más que ésta haya sido la demostración más palmaria de la que tenemos memoria, a saber: que el Madrid no es sólo el club que paga las más altas facturas propagandísticas por cada ocasión (infrecuente) en que le beneficia un error arbitral, sino que tampoco tiene permitido beneficiarse de los aciertos de los colegiados.
El Madrid es un campo de pruebas de la posverdad. ¿Cómo se le ocurre a estos imperialistas superar la eliminatoria en el descuento, por mucho que cada nueva toma que aparece acreciente la certeza de que lo que Benaita perpetra sobre Lucas Vázquez es un penalti de libro? ¿Es que nadie informó al inglés Michael Oliver de las esperanzas que las legiones antimadridistas del planeta fútbol tenían puestas en él? ¿A quién se le ocurre echarle huevos para señalar una clara pena máxima justo cuando menos se demandaba su testosterona?
Por cierto que nadie parece reprocharle su único error del partido, en la anulación de un gol de Isco, con 1-0 en el marcador, cuando no existía fuera de juego. Eso, y la condonación de más de una expulsión juventina, es lo único que cabe reprochar al británico, pero nada de esto importa a la posverdad, que cuando descubre que no tiene argumentos para negar la existencia del penalti se enroca sobre sí misma: así, ya que no puedo titular que el penalti es inexistente, titulo con profecías autocumplidas donde soy juez y parte, diciendo por ejemplo que el Madrid “ganó como siempre, con un penalti polémico”, como si el lector no fuera capaz de discernir por sí mismo entre lo polémico y lo injusto, como si el lector (madridista o no) fuese imbécil y no se diese cuenta de que el penalti será polémico, en todo caso, porque tú mismo te lo dices y te lo cuentas, periódico desacreditado entre otros periódicos desacreditados que en el mundo (pero sobre todo en España) son. Sólo la prensa española y la italiana (es decir, sólo la prensa que siempre es antimadridista y la que lo es hoy, respectivamente) niegan la existencia del penalti. Allá donde hay objetividad, se reconocen tanto los méritos de los de Allegri como lo ilegítimo de sus quejas. La Juve tuvo un destino cruel pero no injusto.
El carnaval de la posverdad desliza ejemplos verdaderamente chuscos, como ese exárbitro que dice que “el derribo no es penalti” (¿?) como quien hablara de un coito que no es penetración, o como ese periódico catalán que a las once de la noche admite la existencia de la pena máxima pero a las 7:04 AM registra la intervención de la mano del jefe en su edición online.
-¡Pero cómo! ¿Qué hemos admitido que es penalti? ¡Niño, quita eso inmediatamente!
-Pero es que es penalti…
-Pues entonces pon “penalti polémico”, no me jodas.
El carnaval no podría haber tenido lugar, claro está, sin el circo montado por los jugadores de la Juve. Su enfado puede entenderse en la frustración del momento tras los muchos méritos contraídos (descerrajaron un partido realmente épico), pero no se comprendería que siguieran erre que erre con el paso de las horas. Es de desear, por ejemplo, que el habitualmente ejemplar Buffon haya reflexionado ya sobre su propia irresponsabilidad al privar a su equipo de sí mismo en el lanzamiento del penalti decisivo. Si Cristiano lo hubiese fallado, además, Buffon habría obligado a su equipo a jugar la prórroga con diez, con lo que su equipo, en todo caso, habría pagado muy cara su calentura. También es de esperar que Benaita haya encontrado el intríngulis a su pintoresca declaración sobre la jugada de marras. “Hice todo lo posible por no tocarle”. Ni el sentido común ni el más conspicuo #MeToo compulsarían un argumento de ese calado.
Lo que sucede aquí, el asunto de fondo, es que es muy difícil admitir que el equipo por el que bebe los vientos el 90% de la prensa patria tiene como techo los cuartos de final de la Champions, mientras el equipo más odiado por dicha prensa tiene por suelo las semifinales dicha competición que, encima, puede ganar otra vez. Cuatro de cinco Champions sería algo demasiado inaceptable, demasiado cercano a la leyenda del Madrid de los 50 (cinco de cinco en las primeras ediciones de la antigua Copa de Europa).
Michael Oliver: ¿no comprendes que millones y millones de personas confiaban en ti para abortar esa perspectiva horrenda? ¿Quién te manda a ti acertar?