San Mamés fue más San Mamés que nunca y la Copa fue más Copa que nunca. Emoción, polémica, intensidad, dureza, goles, expulsiones... El partido tuvo de todo y Athletic y Barcelona, los dos reyes de Copa, regalaron un gran duelo que recordó a los de antaño. Fue un cara a cara entre dos equipos arraigados a la competición y que demostraron que este torneo sí lo quieren. [Narración y estadísticas: Athletic 2-1 Barcelona]
En San Mamés pasó de todo: dos goles del Athletic en tres minutos, una agresión de Aduriz sin sanción, un clamoroso penalti a Neymar no pitado, el Athletic jugando diez minutos con nueve jugadores... El Barça sufrió los fallos arbitrales como nunca y aun así siguió vivo en la eliminatoria. Y no fue esta vez por la calidad individual, sino por la garra y el esfuerzo colectivo. Tras ser arrollado en la primera parte, muy superado, fruto del ritmo de unos y otros, acabó recuperando el balón y lograr mitigar la derrota.
La opción de Valverde por derrotar a este Barça pasó por darle una gran intensidad al partido. Los primeros veinte minutos parecía como si el Athletic estuviera ante el partido de su vida. Entendió el técnico extremeño que esa era la única opción que tenía su equipo. Y no le salió mal. Después de pillar por sorpresa al Barça, que venía con sus principales baluartes sin apenas entrenar, el equipo vasco metió dos goles de golpe que hicieron recordar el 4-0 de hace año y medio en la Supercopa. Los dos fueron fallos en la salida del balón de los azulgrana, de azul clarito en San Mamés. El primero acabó con un cabezazo en el segundo palo de Aduriz libre de marca y sin oposición para marcar. Tres minutos después Iñaki Williams 'rompía', para bien, el homenaje preparado del estadio a Yeray con un gol que traía la locura. Otro error en la salida del balón y sacó un latigazo ya dentro del área que dejó quieto a Ter Stegen. 2-0 a la media hora de juego.
Con una cómoda ventaja, el Athletic embarró el partido y lo llevó casi a la guerra. Aduriz soltó el codo en una fea acción que dejó sin respiración a Umtiti, que se dolía en la línea de gol sin apenas asistencia. Era una clara tarjeta roja para el ariete vasco, que se libró de ella y que acabó con una amarilla por insultarse con el central francés, que sorprendentemente también recibió una cartulina y eso que era el que había recibido la agresión. Ese sería la primera gran acción que perjudicó al Barcelona. La segunda llegaría en el tramo final del primer tiempo, con una pena máxima que se tragó el árbitro.
El penalti, sobre Neymar, fue clamoroso, monumental, clarísimo. Cualquier calificativo se queda pequeño ante la falta de vista de un horrendo Fernández Borbalán, que falló en todo y se achicó ante la intensidad del partido. Lo solucionó sacando amarillas por todos lados y fallando en todo aquello que decidía. Al borde del descanso, Etxeita arrolló a Neymar pero el historial del brasileño seguramente provocó que el árbitro dudara. Han sido tantas las veces en las que Neymar ha exagerado, que la consecuencia es esta. Pero ni eso excusa que el penalti era claro y debió ser pitado. Fue entonces cuando explotó el barcelonismo y hasta Iniesta protestó liderando un corrillo de jugadores en el que tres se llevaron tarjeta: Jordi Alba, Busquets y el propio Iniesta.
Una vez ya pasado el frenesí de los últimos minutos de la primera mitad, el descanso ayudó a que el Barcelona se centrara en recobrar la vida en la eliminatoria. Ayudó que nada más comenzar el segundo tiempo Messi se situara al borde del área, algo escorado a la izquierda, y lanzara con precisión una falta que acabó dentro gracias a la ayuda de Iraizoz. El lanzamiento estaba medido y era peligroso, pero el portero del Athletic acabó metiéndose el balón por su mala posición. Era el 2-1 y el desahogo culé, que volvía a meterse en un partido muy intenso.
La segunda mitad se pareció muy poco a la primera. El Athletic cedió el balón fruto del cansancio y dejó jugar a un Barça al que le faltaba también físico y muchas ideas. Al margen del resultado final, queda demostrado que Luis Enrique se equivocó dando tantas vacaciones a la MSN, de la que depende mucho y que no estaba a su nivel en este duro compromiso. De los tres, solo destacó Messi y por un gol a balón parado, que siempre lo podrá hacer por muy mal que esté. Tampoco es que estuviera fino al regatear. Su ritmo era lento, algo lógico en estas fechas tras más de 15 días de vacaciones. Lo que no le faltará nunca al argentino es la calidad, por lo que siempre tendrá un puñal en su pie. Al margen del argentino, Neymar y Suárez apenas crearon peligro.
Dominó y dominó el Barça, pero le faltó el gol. Al final acabó mitigando su derrota porque la segunda parte fue buena, pero también facilitada por el profundo cansancio de su rival. El problema de los de Luis Enrique es que tampoco es que crearan muchas ocasiones. La más clara fue un remate al palo de Messi en el último minuto, cuando el Athletic se encerraba cual defensa numantina en su área. Estaban entonces los vascos con nueve jugadores, ya que Borbalán se cargó a Raúl García e Iturraspe, ambos por doble amarilla. Lo hizo sin compasión. Así como otras veces se perdonan más las segundas cartulinas, aquí el árbitro no perdonó. Ambas, eso sí, eran claras. Otra cosa fueron las primeras.
Si al Athletic le hubieran preguntado antes del partido si un 2-1 era un buen resultado, lo hubieran cogido y firmado. Ir al Camp Nou con ventaja es una posición inmejorable para el cuadro vasco. Pero si es verdad que le debe quedar un sabor agridulce. Primero, porque pudo ampliar distancias cuando tenían sus buenos minutos. Segundo, porque si el árbitro acierta, hubiera sufrido mucho más (por ejemplo, penalti en contra, que después hay que anotar). Tercero, porque las fuerzas le duraron lo justo. Por su parte, el Barça debe también sentirse contento porque visto lo visto sale con vida. Aunque, eso sí, la planificación de Luis Enrique hizo aguas. Con un Barça con mejor preparación, este encuentro se lo hubieran llevado los culés. No fue así y quedará un interesante partido de vuelta entre los dos reyes de Copa.
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