El Madrid fue menos Madrid que nunca. La cabeza de Ramos no apareció, el gol en el 93 tampoco y la épica se quedó en el 2016. El Madrid fue menos Madrid que nunca porque estuvo, durante 180 minutos (toda la eliminatoria) a merced de un Celta gigante, porque falló esas ocasiones que hasta hace muy poco no fallaba y porque se electrocutó en la ida y se quedó sin ideas en la vuelta. Los de Zidane dicen adiós en enero al primer gran título de la temporada y, con ello, al deseado Triplete que no le llega nunca al equipo blanco. [Narración y estadísticas: Celta de Vigo 2-2 Real Madrid]
No se puede dibujar, sería injusto, un Madrid hecho unos zorros porque la situación no es dramática. Pero tampoco se puede esconder unos problemas que parecían coyunturales pero que poco a poco se están convirtiendo en estructurales. En un Balaídos a reventar, ante una lluvia copiosa, Cristiano naufragó, Danilo acabó sentenciado y Benzema desesperó. Principalmente ellos son los tres nombres claves para entender la derrota del Madrid en una eliminatoria que perdió en la ida y que acabó doliéndose en la vuelta. El Madrid luchó hasta el final pero ya ni eso le vale. Faltan muchas ideas y, lógicamente, faltan muchos jugadores. Faltó Bale, faltó Modric, faltó Carvajal, faltó Marcelo... pero estaban otros tantos que ya les gustaría a cualquiera tenerlos. Y ni con esas.
Decíamos que Cristiano naufragó porque a pesar de marcar de falta (era el empate 1-1) volvió a demostrar que o cambia su chip abandonando el juego en banda o acabará pasando desapercibido en el mundo del fútbol. No se fue de nadie, no hizo un regate bueno y acabó tropezando en sus propios fallos. Al portugués, eso sí, todavía le queda la grandeza que arrastra de hace años y apareció en un momento clave, que al final de poco sirvió. Pero también falló Cristiano dos clarísimas en la primera parte, con dos remates al palo (el primero acabó siendo un remate de Cabral a su propia portería) en dos segundos. Lo que antes no fallaba ahora lo hace y eso lo nota el Madrid.
Danilo, por su parte, será difícil que se recupere del partido en Balaídos. Su primera parte fue surrealista, corriendo por todo el campo sin una posición fija. Parecía como si Zidane le hubiera dicho que saliera a hacer lo que pudiera sin molestar. Comenzaba una jugada en la banda derecha y la acababa en la izquierda, previo paso por el centro sin criterio alguno. Tanta locura solo podía acabar con un gol en propia puerta, al borde del descanso. No fue ese tanto culpa suya, fue sencillamente mala suerte, pero demostró que a Danilo le acompaña un gafe que será difícil de quitar.
Tras el empate de Cristiano de falta, mediada la segunda mitad, comenzaron diez minutos de auténtico asedio de un Madrid que se vino arriba. Y lo hizo con corazón y con cabeza. Mezcló ideas con pasión y se fue a por el gol como si no hubiera un mañana. Benzema se encontró con un balón en el área con el que no supo qué hacer y acabó rematando fuera. Cristiano tuvo otra falta que se pasó pegada al palo. Pero sin duda la más clara fue una de Sergio Ramos, que la tuvo como a él le gusta, de cabeza a metro y medio de la portería. El balón se fue rozando la madera y pudo ser esa jugada la que mejor representó al Madrid. Todo lo que antes entraba, ahora no lo hace y todo lo que al Madrid le valía ahora ya no. El mejor símil posible.
Vivió entonces agónicamente el Madrid, sobreviviendo como pudo a sus fallos, hasta que llegó el momento en el que el Celta le acabó matando con un gol de Wass en el minuto 85. El equipo gallego se dio el gusto de hacer una especie de rondo con la tensión que había en juego, algo que habla muy mal de la defensa del Madrid. A pesar del 'golpetazo', los madridistas fueron capaces de sobreponerse con un tanto de Lucas Vázquez en el 90'. Quedaban cuatro, los que añadió el árbitro, pero el Madrid fue menos Madrid que nunca.
En todo el tiempo de descuento, los de Zidane no fueron capaces ni de acercarse al área gallega por dos principales razones. La primera, por las lógicas y lícitas pérdidas de tiempo del Celta, que entendió lo que al fin y al cabo es el fútbol. La segunda, por la parsimonia de un Benzema que queda más que señalado tras el pésimo partido en Balaídos. Ya fuera por casualidad o voluntariamente, el Madrid buscó al francés en esos cuatro minutos de infarto. Los dos primeros prácticamente ni los luchó. El tercero lo perdió en el centro del campo, sin dar opción a que su equipo tuviera una ocasión. Benzema aguantó los 90 minutos mientras Mariano se relamía en el banquillo. Zidane sólo le dio cinco minutos al que seguramente será el delantero que más aporta garra, lucha y calidad.
Así se hundió el Madrid, siendo menos Madrid que nunca. El empate quizá ocultará la paupérrima eliminatoria que ha hecho. Se podrá decir que luchó hasta el final y todos los argumentos que puedan suavizar lo que es el primer fracaso blanco de la temporada. Porque al Madrid no le elimina el Atlético ni el Barcelona. Lo elimina un Celta de Vigo, un gran Celta de Vigo, pero que, siendo sinceros, no está al nivel del Madrid. La garra, el buen hacer de Berizzo, el buen jugo de los gallegos y un trabajo impecable elevan al Celta a sus segundas semifinales consecutivas. No se puede quitar mérito a un equipo que en dos años de absoluto dominio de Madrid, Atlético y Barcelona se ha colado en dos semifinales eliminando a dos de ellos.
Adiós Triplete y adiós Copa. Tendrá el madridismo que enarbolar el discurso de que esta competición no vale y que mejor eliminarse para tener más tiempo para preparar Liga y Champions. Se equivocarán si es así, porque el Madrid luchó la Copa, como es su deber, pero la perdió porque tuvo a un rival superior a 180 minutos. Ganará dos semanas de descanso, pero perderá mucho crédito por perder otro título y quedarse otro año más sin el Triplete que debe ser, lo reconoció Zidane, el objetivo de cada año. Si se recupera de este shock, la eliminación quedará en el segundo plano. Pero se tiene que recuperar, porque los fantasmas del pasado siguen correteando las cabezas de los hombres de Zidane.
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