O el Celta se dejó todo el esfuerzo ante el Madrid y se olvidó que ese pase era a semifinales y no a la final o es que aquella eliminatoria de hace una semana les dejó tan cansados que los esfuerzos los han gestionado mal. Sea como fuere, al conjunto gallego, claro favorito en la eliminatoria ante el Alavés, se le olvidó el gol y se complicó el pase para la gran final. O por lo menos bajó sus propias expectativas. [Narración y estadísticas: Celta de Vigo 0-0 Deportivo Alavés]
El empate sin goles en Balaídos dejó una sensación de más igualdad de la esperada en la eliminatoria. Tras el esfuerzo titánico ante el Madrid y una hazaña como fue la de eliminar al cuadro de Zidane, todos esperaban que el Celta estuviera en la final. Se celebró, a escondidas, que tocara el Alavés, lo que daba una oportunidad histórica para llegar a la final. Pero visto lo visto en el primer partido, alguno se puede llevar una sorpresa. Si el año pasado fue el Sevilla el que dejó al borde de la final al Celta, esta vez es el Alavés el que lo amenaza.
El 0-0 no indica lo que se vio en el partido, porque el encuentro tuvo bastantes ocasiones, sobre todo en la segunda parte, pero en Balaídos no mereció ganar nadie. Una victoria gallega o vasca hubiera sido demasiado premio para dos equipos que se respetaron y se contagiaron del miedo que tenían. Ya hace pocas semanas, en Liga, se enfrentaron en un partido muy similar, decantado por una expulsión en el Alavés y un gol en el tramo final del Celta. El guión casi se repitió. No hubo tarjeta roja, por lo que no hubo gol.
De los locales solo podemos destacar un arreón que duró unos 15 minutos en la segunda parte. Aspas se echó al equipo a sus espaldas y creó bastante peligro. Una versión mínima del jugador de Moaña le bastó para tener un balón al larguero, otra chilena desviada o un disparo a un metro de portería que obligó a lucirse a Pacheco, el portero extremeño del Alavés (ex del Madrid) que confirmó su crecimiento, cada vez mayor esta temporada. Más tarde, ya en el tramo final, el Celta volvió a venirse arriba, algo que acabó en agonía con otro balón a la madera, esta vez de Pablo Hernández.
El Alavés, bien colocado, también tuvo las suyas, aunque menos claras que su rival. Los vascos, que jamás han llegado a una final de Copa del Rey, tuvieron cinco minutos en el primer tiempo que, en caso de acierto, bien podían haber sentenciado la eliminatoria. Dos ocasiones seguidas llevó el silencio a unas grada mucha más callada que hace una semana, ya fuera por la poca tensión del partido o por el diluvio que cayó en Vigo. La que cayó en Galicia fue descomunal. Hubo momentos donde el balón apenas se movía y su lentitud marcaba las jugadas.
Al final, 0-0. Todo se decidirá en Mendizorroza. Y ese partido si que debe estar acompañado de una expectativa mucho mayor que el de este jueves, sencillamente porque en Vitoria se conocerá a un finalista de Copa. Celta y Alavés han quedado eclipsados por Atlético y Barcelona. Y es normal. Pero al final, guste o no, de uno de estos dos equipos saldrá un finalista. Y llegar al último partido ya es un gran éxito, acompañado de un día de fiesta para la afición que llegue. Bien harían Alavés y Celta si planifican el partido de vuelta, el próximo miércoles 8, como el partido de sus vidas.