A un lado del Vicente Calderón, una marea azul y blanca que se extendía por toda la grada. Al otro, azul y grana con huecos, muchos huecos, que dejaban ver asientos vacíos en la final de la Copa del Rey que el Barcelona ganó por 3-1 al Alavés. No hubo lleno total en el último encuentro oficial del estadio del Atlético de Madrid y la razón principal fue que el conjunto azulgrana no logró colocar entre sus aficionados la totalidad de las 13.125 entradas que le correspondían. Las mismas que al Alavés, aunque probablamente el equipo vitoriano con gusto habría aceptado las que los aficionados culés dejaron en blanco.
El conjunto que preside Josep Maria Bartomeu ni siquiera quiso esperar a que Alavés y Celta decidieran su semifinal (lo pidieron antes del encuentro de vuelta y con 0-0 en la ida) para conocer la opinión de su rival. El Barça solicitó, como tantas otras de sus finales, jugar en el Santiago Bernabéu porque se trata del estadio que, a su entender, mejores condiciones reúne. Además, argumentaban desde Can Barça, necesitaban disputar la final en el estadio del Real Madrid porque es uno de los de mayor aforo en España y eso solventaría la mayor parte de peticiones de entradas de sus aficionados.
Obviamente no fue la primera vez que el conjunto azulgrana pedía el Bernabéu. En 2012, cuando el Barcelona se enfrentó al Athletic Club, el equipo azulgrana ya propuso disputar aquella final en el Santiago Bernabéu, pero entonces el clun que preside Florentino Pérez negóa tal posibilidad, pues el estadio se encontraba en obras en los baños. Y, la pasada temporada, para la final frente al Sevilla, el conjunto culé también lo solicitó a pesar de que el estadio del Real Madrid acogía un concierto de Bruce Springsteen el mismo día de la final.
Una vez la Federación Española de Fútbol (RFEF) eligió el Vicente Calderón como escenario de la final frente al Alavés y como punto final a su historia del estadio rojiblanco, el Barcelona recibió una petición masiva de entradas, más de las que le correspondía en el campo del Atlético de Madrid (13.125), pero la euforia inicial del aficionado azulgrana se diluyó como un azucarillo. De hecho, después de las renuncias de algunos de los socios a los que las entradas les habían tocado en el sorteo que realizó el conjunto azulgrana y de que otros no se presentaran en el momento de pagar, el Barça llegó a vender las entradas en las taquillas del Camp Nou. Ni por esas.
Al menos 2.000 entradas fueron devueltas a la RFEF por parte del Barcelona aunque los huecos en la zona de tribuna que le correspondía al conjunto azulgrana parecían bastante más numerosos que esas 2.000 entradas devueltas. Además, hay que contar con que muchas de las entradas de la zona de tribuna corresponde a las que la RFEF guarda para sí y que muchos de los huecos son imputables al organismo que preside Ángel María Villar.
Unos huecos que no sólo causaron estupor en los espectadores que vieron la final por televisión, sino que provocaron verdadero enfado en todos aquellos seguidores, especialmente del Alavés, que no consiguieron una entrada por la final y perdieron la oportunidad histórica de ver a su equipo en una final de Copa del Rey.