Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. El refranero español es muy sabio. Si durante un tiempo has estado coqueteando con el desastre, tiene que ocurrir un milagro para que no acabe llegando. El Madrid estuvo rondando tanto tiempo con el fracaso que al final llegó. Era cuestión de tiempo.
Durante semanas, el actual campeón de Liga y de Europa comenzó a sufrir un declive cuyos problemas eran estructurales. Se veía a un equipo con varios problemas que no se fueron corrigiendo. Desangrarse en Liga (a 19 puntos del Barcelona) y sufriendo en el Bernabéu ante Fuenlabrada y Numancia no valió para cerrar la herida. El Leganés acabó aprovechándose de ello y logró la hazaña. El Madrid, eliminado en cuartos de Copa, en su propio estadio y ante un equipo muy inferior.
Este Real Madrid carece de todas las señas de identidad que siempre han caracterizado al club blanco. No tiene alma, tampoco corazón. No tiene plan B, equipo B ni ideas alternativas. No tiene garra. No tiene ganas. No tiene ese espíritu competitivo que le ha hecho ganar tanto a lo largo de su historia, esos goles en los últimos finales, las remontadas imposibles... Este Madrid es un equipo desdibujado. Ha perdido toda su credibilidad.
Barriga llena
Bailar al Barcelona en la Supercopa de España en agosto acabó siendo el inicio del fin. Aquel día el Madrid confirmó su poder futbolístico de una manera rotunda pero estaba firmando su sentencia de muerte. Había tocado techo y eso, lejos de ser positivo, empezaba a ser un handicap. Ni se frenó la euforia ni nadie se dio cuenta que ese equipo comenzaba a perder ambición porque ya lo habían ganado todo. A diferencia de otros equipos, la plantilla del Madrid se 'aburguesó', creyó tenerlo ya todo hecho y bajó su nivel.
Un ataque descompensado
Con ese estado de felicidad, se ocultó algunos de los graves problemas que se tenían dentro. Por ejemplo, la descompensada y mala planificación en ataque. Mariano y Morata se fueron y el sustituto de ambos fue Borja Mayoral, un canterano que nunca dio el nivel y que venía de ser cedido en el Wolfsburgo alemán (quedó antepenúltimo en la Bundesliga), donde nunca había sido titular.
Se volvió a confiar en la BBC como referencia goleadora aún sabiendo que Benzema ya había dado muchos ejemplos de poca efectividad y Bale muchos síntomas de fragilidad física. Cristiano era el único que iniciaba la temporada con buen cartel, después de su final de curso pasado, pero entre los cinco partidos de sanción y la ansiedad por la falta de gol acabó ahogándose en un ataque sin alternativas, muy monótono.
El inicio del declive en Liga
El Real Madrid empató en la jornada 2 ante el Valencia (2-2) en un partido en el que no jugó mal, pero falló muchísimas ocasiones. Aquello era un pinchazo pero ni mucho menos un drama. Si empezó a serlo cuando el Levante sacó otros dos puntos del Bernabéu (1-1), cuando el Betis les ganó (0-1) o cuando el Girona les remontó en Montilivi (2-1). Nadie dio importancia a lo que ya era un aviso claro: el Madrid 'pasaba' de la Liga.
Como si de un ataque de amnesia hubiera sufrido, Zidane olvidó que el año pasado el éxito radicó en tener 22 futbolistas a pleno rendimiento, con un reparto equitativo de minutos y con todos los jugadores jugando habitualmente, y pasó a jugar con 11-13 jugadores, sin hacer apenas cambios.
Olvidó a los Ceballos, Llorente, Theo, Lucas (aunque el gallego siempre era el mismo cambio) o Mayoral, que, aunque la mayoría hayan demostrado en Copa su bajo nivel, quizá con más continuidad hubieran aportado más. Ceballos, por ejemplo, metió los dos goles de la victoria del Real Madrid en Mendizorroza y, a pesar de ello, Zidane le siguió dejando de lado. Incluso en los últimos tiempos no entró en varias convocatorias.
Marco Asensio, pieza fundamental para dar oxígeno a los titulares, desapareció y Zidane siguió dando titularidades a jugadores que no ocultaban su mal estado de forma: Marcelo, Kroos, Benzema, Modric... Apostó por muy pocos y prescindió del fondo de armario de su plantilla, condenándoles al ostracismo.
Previsibilidad
Todo rival que se enfrentara a este Madrid ya sabía lo que se iba a encontrar: un equipo espeso en centro del campo que cuando se le anulara sus vías de juego acabaría centrando sin sentido (nunca había rematador en él área) y jugando a la locura en los momentos adversos. Jamás cambió Zidane algo, jugó siempre a lo mismo y convirtió al Madrid en un equipo excesivamente previsible.
Cada movimiento táctico ya se sabía de antemano y cada cambio, también. Lucas Vázquez en el minuto 70 lleva siendo un cambio repetitivo este año, así como mandar al banquillo a Isco estuviera como estuviera el partido. No ganó ningún partido Zidane desde el banquillo. Al contrario. Este año, si modificó algo durante el encuentro, fue para empeorarlo.
Venda en los ojos
Ya entrado 2018, Zidane tuvo varios partidos para darse cuenta de los problemas que tenía su equipo. Los encuentros ante el Barcelona, Numancia, Celta de Vigo o Villarreal habían dejado conclusiones claras: fragilidad defensiva, agotamiento del centro del campo y preocupante falta de gol. Con un mercado de fichajes abierto, el entrenador no quiso tocar nada.
Zidane defendió una y otra vez a una plantilla que en cada encuentro demostraba que no daba para más, que tenía poca ambición y que estaba descompensada. Lejos de corregir esas lagunas, Zizou prefirió 'morir' con los suyos, como si alguna incorporación (o cambio en el once inicial) fuera una afrenta a los que ya había.
Cero autocrítica
O era la mala suerte o que el balón no quería entrar o que los rivales corrían mucho, Zidane siempre encontró una excusa para analizar los malos resultados que cosechaba. Solo fue este miércoles tras la eliminación copera cuando el francés asumió responsabilidades y reconoció la realidad. Su problema es que reflejó con palabras lo que pasaba demasiado tarde, ya con el fracaso (así lo definió él) encima de la mesa.
Decisiones inentendibles
Especialmente en estos últimos encuentros, Zidane ha hecho movimientos muy difíciles de entender, como si ya estuviera a la desesperada sin pararse a pensar en lo que hace. En Vigo, con el asedio del Celta, no cambió nada. Cuando llegó el empate y necesitaba un gol, quitó a Isco y Modric, dos de los futbolistas más diferenciados, y a Bale, que había marcado los goles del Madrid en Balaídos y el único que te aseguraba que con muy poco podía meter el tanto de la victoria.
Una semana después, empatando ante el Villarreal solo hizo dos cambios, Lucas Vázquez por Isco y Asensio por Bale. Además de la mencionada previsibilidad, quitó a dos jugadores de ataque cuando necesitaba un gol. El conjunto castellonense marcó en el tramo final y Zidane ni reaccionó. El partido acabó con derrota y con un cambio por hacer.
Y este miércoles, en la eliminatoria ante el Leganés, tomó la decisión más sorprendente. Pese a que la eliminatoria no estaba ni mucho menos cerrada (el 0-1 era un buen resultado, pero abierto como acabó demostrándose), dejó fuera a Cristiano... y Bale. La ausencia del galés fue más notoria porque había sido Gareth el que había solucionado la papeleta del Madrid (Fuenlabrada, Vigo o Deportivo como partidos más recientes) en situaciones muy similares a la de este miércoles.
Pero Bale no estaba por lo que no pudo salir al campo como revulsivo. Los encargados de salir a arreglar el desastre fueron Carvajal, Modric (15 minutos después del 1-2 del Leganés) y Mayoral. El lateral salió por Achraf (hombre por hombre), el croata por Llorente (algo más ofensivo) y el delantero por Isco, que era el que más lo intentaba. Cuando la eliminación ya se avecinaba, Zidane no modificó el esquema, siguió dejando cuatro defensas y un pivote más defensivo como Kovacic.
Cuesta abajo y sin frenos
Adelantar que el Real Madrid acabaría estrellándose no era ser un alarmista, era ser sencillamente realista. Todos veían que este equipo estaba en declive. Hubo innumerables avisos en las últimas semanas que indicaban que el equipo blanco acabaría mal si no cambiaba nada. Era un coche que iniciaba el descenso de una larga cuesta. Y el conductor, Zidane, podía pisar el pedal del freno, pero no quiso.
Lejos de ir corrigiendo aquello que fallaba, Zidane continuó apostando por lo mismo sin que le diera resultados. Se obcecó en una idea y de ella no salió. A pesar de tener los problemas, no modificó nada. Tuvo durante varios días la posibilidad de frenar el coche, pero acabó estrellándose. Este miércoles, la cuesta acabó y el automóvil acabó contra la pared. La única duda ahora es saber si se recuperará del grave accidente o tendrá secuelas.
Jugadores sin ambición
Las culpas deben ser colectivas. Ver a muchos jugadores del Real Madrid actualmente es comprobar que hay futbolistas sin alma ni orgullo. Después de los cinco títulos ganados el año pasado han considerado que ya todo el trabajo estaba hecho y, lejos de querer seguir ganando, se han conformado. Hay un problema grave de falta de ambición.
La 'ancelottización' es completa
Es difícil acusar a los críticos con este Real Madrid de ventajistas. Al igual que ocurriera en el segundo año de Carlo Ancelotti, a este equipo se le ha visto desde principio de año que estaba en declive. Los entrenadores no quisieron verlo y esperaron a que el temporal pasara. En aquel 2015, el Madrid aguantó hasta abril/mayo (segundo en Liga y semifinales de Champions). Este, directamente, ha sido eliminado por un equipo muy inferior en Copa y está cuarto en Liga.
La conclusión es que ha habido varios síntomas de que el fracaso podría llegar pero los responsables no lo quisieron ver. Ahora solo queda la Champions, donde tendrá un duelo muy duro ante el PSG. Una eliminación ahí es culminar una temporada para olvidar. Tienen 15 días para evitarlo.