Inglaterra y Gales se medían en una fase final de Eurocopa pero viendo la segunda parte bien podría ser un partido de Premier. Unos primeros 45 minutos que ganó Gales a base de intensidad en cada choque con un tiro lejano de Gareth Bale. Roy Hodgson decidió apretar el botón del pánico al descanso: la Inglaterra con problemas en el medio mutó en una acumulación de delanteros y alegrías tácticas que tuvieron su efecto deseado, convertir este partido en una jornada cualquiera de liga inglesa con su caos, sus errores garrafales, facilidades en el medio y la emoción por encima del orden y la lógica. [Narración y estadísticas: Inglaterra 2-1 Gales]
El disparo de Bale y el error de Hart iniciaron la revolución
El partido empezó con una versión de Inglaterra que no había aprendido de sus errores del primer partido. Muchos espacios en el medio, pocos apoyos cercanos y súplicas de ayuda. En ese contexto Gales fue superior a base de corazón: llegaron antes a todos los balones, chocaron más fuerte y presionaron con más agresividad, mérito de Ramsey y Robson-Kanu. Aun así la primera ocasión clara del encuentro fue inglesa y llegó a la contra en el minuto 8, posiblemente la única acción en la que Kane y Lallana combinaron a un toque pero que Sterling, con su apatía habitual, desperdició con un remate cayéndose.
Pese a ello, los primeros minutos fueron galeses, en especial de Ramsey quien rindió como el líder que supuestamente es. Estaba en ambos costados, agarraba el balón y daba tiempo a sus compañeros y, sobre todo, daba sentido a unos ataques en los que Bale no era protagonista.
En esos minutos llegaron acercamientos y el primer error de Hart, esta vez sin consecuencias, en un córner en el minuto 11. Inglaterra se resignó a chispazos, sin regularidad, pero dejando claro que por acumulación de gente en el área amenazaban a los galeses. Remates a balones colgados de Cahil, Smalling y de Kane que en uno de esos cabezazos, en el 32, encontró la mano de Davies pero el árbitro no pitó penalti. En esos momentos de zozobra Inglaterra seguía con sus problemas en el medio y Rooney cometió una falta de pura impotencia en el medio.
35 metros separaban a Bale de Hart pero el talento del galés nunca rechaza un reto. Un potente disparo sorprendió al meta inglés quien esperó demasiado para lanzarse y no pudo expulsar el esférico de su arco. 1-0 y Bale se fue a gritar delante de todos sus compatriotas en las gradas. Una celebración que Gareth llevaba esperando desde que era niño y, como todo joven galés que destaca, rechazó a la selección inglesa. Él soñaba con poder defender su bandera en un torneo y ese balón que se le escapó a Hart le dio la razón. Justo 24 horas antes el madridista sacaba pecho avisando que juega “por la camiseta de Gales y el dragón de nuestro escudo”, Gareth podrá mirar orgulloso a la criatura que luce en su pecho y decirle que lo intentó, aunque esta vez no bastó.
El caos inducido
Hodgson se puso nervioso. Más bien histérico. Y lejos de pensar, actuó. Lo hizo como sólo la esencia del fútbol británico puede hacer: juntar delanteros y que pase lo que tenga que pasar. Lejos de cualquier razonamiento sosegado Vardy y Sturridge ingresaron en el campo por Kane y Sterling. Los problemas en el medio se acentuaban con Alli pisando mucha área y Rooney superado por el ritmo tan alto. El partido se convirtió en lucha y área, los galeses defendiendo con los dientes cerrados y los ingleses sin ideas definidas. Entonces Kyle Walker empezó a hacerse gigante en ataque, el lateral derecho era el único que sabía qué quería hacer, correr, centrar al cúmulo de camisetas blancas y que algo pasara. Gales dejó de amenazar y se centró en defender.
El plan de Hodgson empezó a funcionar y Kyle Walker empezó a encontrar los espacios y los centros. El balón comenzó a sobrevolar las cabezas galesas que despejaron como pudieron. En uno de esos esfuerzos defensivos Ashley Williams, nacido en Inglaterra, remató mal y le dejó el esférico a un Vardy que aunque no encaje en el esquema aportó alma a un equipo frío. Hodgson vio cómo el campo ardía y los ingleses remataban, cogían los rebotes y, aunque sufrían sin balón, estaban generando ocasiones. Inglaterra quiso un intercambio de golpes y acabó ganando mitad por K.O. mitad por infarto.
La lesión de Joe Ledley en el 70 le privó a Gales de su mejor defensor en la medular y Daniel Sturridge empezó a compensar toda la precipitación inglesa con talento. Hodgson quemó todas las naves con Rashford por Lallana y el caos crecía para los últimos quince minutos. Gales ya estaba pidiendo la hora y se creó un monólogo ofensivo estilo británico, de centros y rechaces. Balones despejados, disparos bloqueados y suspiros mirando al reloj. Cuando el árbitro marcaba los tres minutos de añadido, Sturridge decidió dar un segundo de calma que valió más que media hora de prisas. Pisó el balón, esperó un desmarque, siguió la jugada, Vardy dejó de cara, Alli encontró a Sturridge y el caos se apoderó de la defensa galesa. Punterazo y 2-1 final.
Esa locura que Hodgson se inventó para contrarrestar una malísima primera parte sacudió al Grupo B: Inglaterra queda como líder y Gales empatada con Eslovaquia. La última jornada decidirá todo. Veremos si Hodgson puede sacar alguna conclusión o prefiere repetir errores desde el inicio y buscar el caos. Hoy le salió bien.
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