Croacia, la selección más novedosa del torneo, sufrió una eliminación durísima en Lens cuatro días después de ganar a España, tras un encuentro muy poco vistoso que sólo alcanzó cotas épicas en los minutos finales de la prórroga. La estrategia del equipo de Fernando Santos para desactivar el juego balcánico (0-1, narración y estadísticas) surtió efecto: la presión constante sobre Modric, el jugador con mejor salida de balón del torneo, le obligó a retrasarse a la posición de líbero para tratar de construir el juego y alejarse de las zonas decisivas del campo.
El ‘10’ croata se veía obligado a desplazamientos largos para romper la primera línea de presión y se encontraba permanentemente con Joao Mario o André Gomes o Nani encima, pegados a sus talones. Un partido trabado y poco atractivo, interrumpido por numerosas faltas, que en su primera mitad registró únicamente una oportunidad de gol clara: el cabezazo franco de Pepe a la salida de una falta en el minuto 25.
No era la Croacia de la primera fase, paralizada por la telaraña lusa, y no era la Portugal porosa de otros partidos. Muy concentrado, el equipo luso se benefició de la aparición de Fonte en el centro de la defensa y de la inesperada entrada de Silva por Moutinho en la medular, una señal reveladora de las intenciones portuguesas.
Hizo muchas faltas y logró detener la máquina ajedrezada. Sólo detalles de Perisic y Rakitic pudieron estimular a una selección que tuvo más el balón (60%), pero no inquietó a Rui Patricio (ni un disparo hasta mediada la segunda puerta). Tampoco sufrió, cabe decir, fortificada atrás por el acreditado Corluka.
La entrada de Sanches
Al poco de la reanudación, Santos apostó por el descaro y reemplazó a André Gomes por Renato Sanches, su joven estrella. Croacia también buscó ser más vertical: adelantó líneas unos metros y buscó a sus laterales proyectados (en especial Srna) con insistencia, aunque sin prisas.
Brozovic tuvo una buena doble ocasión en el minuto 51, pero la pelota seguía sin dirigirse a la portería. El partido era algo más interesante, independientemente del lógico aumento de la emoción a medida que corría el reloj.
Ambas selecciones se habían liberado ligeramente del temor inicial, pero el duelo no se acercaba a las expectativas creadas. Cacic reflexionaba probablemente sobre cuándo meter a Kalinic en el campo y observaba la situación de pie con una expresión ligeramente irónica, en contraste con el gesto duro de Santos.
El balón comenzó a rondar el área: por las bandas Croacia, por el centro Portugal en una buena combinación mal rematada por Sanches. Vida quitó un remate franco a Mandzukic en el 61, a saque de una falta. En el otro área, Cristiano ni siquiera era mencionado por los comentaristas. Pero el juego tenía una tendencia más vertical (o eso parecía) que en la primera mitad.
Strinic cometió un posible penalti sobre Nani, de muy buen torneo, pero nada se movió en el Felix Bollaert. El partido, bien dirigido por Velasco Carballo, no terminaba de descontrolarse (para exasperación del espectador neutral) aunque Perisic buscase petróleo en cualquier balón largo.
Portugal presionaba la salida del balón, Silva asfixiaba a Modric, Sanches amagaba con provocar impacto y el polivalente Vida se equiparaba con Corluka en cuanto a solvencia defensiva. En Portugal, Pepe era un muro infranqueable. Mandzukic, mientras tanto, se vaciaba en el acoso a los centrales lusos: no gozaría de una sola oportunidad para marcar.
Quaresma y Kalinic
Los nervios del último cuarto de hora de partido no favorecieron el juego de ataque: nadie quería perder, como es natural, y el partido regresó a su hermetismo luchador. La entrega y el esfuerzo no se traducían en goles.
Ricardo Quaresma entró en el 86, pensando en la prórroga, y Kalinic un minuto después por las mismas razones. Cristiano no había ni disparado a puerta; la primera jornada de la segunda fase no mejoraba a la primera, aunque la intensidad del choque era altísima. No se había visto recibir con comodidad a un jugador en ningún momento.
La prórroga continuó el desgaste estéril de ambos equipos, con los centrales anticipándose siempre a los delanteros. Brozovic sacaba fuerzas de donde no había para movilizar a su equipo por la derecha y Modric se colocaba de mediapunta para tratar de finiquitar el partido. Cristiano, inédito, miraba al suelo. Cada ataque de la segunda mitad de la prórroga provocaba gritos en las gradas. Vida tuvo el gol en un córner en el 112 y Perisic lo rozó con un cabezazo al palo.
Croacia estaba volcada, y terminó sintiendo lo que España el martes pasado: Renato Sanches agarró un balón en su campo, montó el contraataque, avanzó con velocidad y cedió a la izquierda, donde Nani se inventó un pase maravilloso con el exterior para que Cristiano rematara desde la derecha.
Paró Subasic, pero Quaresma estaba solo en el área pequeña. 1-0. Los minutos restantes fueron de infarto. Vida pudo marcar en una volea en el área, pero de nuevo la pelota croata no quería ir entre los tres palos. Era teóricamente el partido de Modric y Cristiano, pero el mejor del partido acabó siendo Pepe. Y el héroe Quaresma. La Eurocopa se queda sin su revelación predilecta.