La Inglaterra de los 53 millones de habitantes sucumbió ante la Islandia de 331.918 personas; la federación más importante en el mundo del fútbol no pudo contra un país que no tiene liga profesional; los Rooney, Joe Hart y Harry Kane cayeron derrotados por un enorme Aron Gunnarsson que milita en la segunda inglesa. En definitiva, el sueño islandés se ha ganado el derecho a continuar, así como la pesadilla inglesa [Resultado y estadísticas: Inglaterra 1-2 Islandia].
Islandia se labra su hazaña
Hay una jugada que define lo que son ambos equipos y ambas historias. En el minuto 18 Sigthorsson recibió un pase en la frontal, se internó en el área y disparó. En ese momento, Inglaterra se quitó la máscara y sacó su esencia, su portero falló permitiendo el 1-2, todos los ingleses se giraron a gritar al aire, nadie animó a su guardameta y las caras de frustración, de sentir que esa decepción no era nueva, volvieron a la afición inglesa. Los de Hodgson comenzaron su autodestrucción. En el banquillo islandés sus dos seleccionadores se daban la mano y sonreían, reconociendo la recompensa a su trabajo. La victoria de Islandia fue otra demostración de que el trabajo táctico en el fútbol de selecciones puede con el talento individual (por si necesitábamos otra prueba después de ver la derrota española).
Antes de esa acción que inició las lágrimas inglesas de manera precipitada, los de Roy Hodgson se habían adelantado en el minuto tres cuando Sterling engañó al meta islandés y provocó un penalti que Rooney no perdonó. Pero la estrategia y el trabajo islandés tardaron poco en aparecer. En el minuto seis, una jugada ensayada en saque de banda igualó el marcador. Desde entonces, Inglaterra volvió a esos ataques tan caóticos como característicos en su Eurocopa, un equipo que se fracturó y que no podía con el esfuerzo físico y táctico de los islandeses, con su capitán Aron Gunnarsson, que milita en el Cardiff de segunda inglesa, como mejor recuperador con el don de la omnipresencia.
En ese contexto, Islandia demostró que son el equipo con menos posesión de balón en toda la Eurocopa, pero uno de los que más claro tiene el cómo y el dónde esforzarse. El pánico agarrotó a una Inglaterra torpe, nerviosa y con más corazón que sentido.
Ideas más que héroes
Llegó el descanso y Hodgson cambió al mejor inglés en la Eurocopa, Eric Dier, para dar entrada a Jack Wilshere, que fracasó dando sentido a las posesiones. Inglaterra empezó a atacar como si todos los balones fueran el último y la lógica le negaba la épica. El plan de Hodgson juntó a ingleses en el área rival pero no puso a nadie enlazando entre líneas, por eso la presión islandesa bastó y, por si no era suficiente, Ragnar Sigurdsson, autor del empate, dio una lección de cómo defender el área anticipándose.
Inglaterra acumuló hombres demasiado arriba, pero no les dio una hoja de ruta a esos atacantes y ahí Islandia se quitó la etiqueta de sorpresa, fue una cuestión de lógica, de un trabajo que hace mejor al grupo y un caos insostenible que fagocita talento. Las ocasiones para ampliar la ventaja llegaron como la chilena de Ragnar Sigurdsson a saque de esquina. En Inglaterra sólo Jamie Vardy dio esperanzas con algún desmarque profundo y los de Hodgson seguían mezclando malas decisiones con constantes signos de frustración que echaban en cara los fallos antes que mostrar apoyo a los compañeros. Para cuando entró Marcus Rashford ya era demasiado tarde y el caos ya había decidido, sólo algún regate, alguna carrera del joven que mostró cierto amor propio y un par de remates de cabeza en el último minuto inquietaron a una Islandia merecedora de este sueño cumplido pero, por ahora, inacabado.
Los últimos minutos fueron el reflejo ideal del partido y de la toda la era Hodgson al mando de Inglaterra: talento sin cohesión, decepciones ganadas a pulso y decisiones tácticas de difícil explicación. Inglaterra demostró una fragilidad mental conocedora de su historial de decepciones que sucumbió ante una Islandia que siempre creyó en su idea y en sí misma, tanto que remontó y celebró una gesta ganada a pulso. Lo peor para esta generación inglesa que venía a resucitar a su selección es que ya tienen una decepción que lastrará sus carreras con el combinado nacional.