Esta vez, y sin que sirva de precedente, toca recurrir al tópico y gritar bien alto aquello del fútbol es así. O, si quieren, eso de fútbol es fútbol. Da igual. Pero es la única manera de explicarse lo que está consiguiendo Portugal en esta Eurocopa, una selección que, ahora mismo, y tras vencer en los penaltis a Polonia (1-1, 5-3), está en semifinales. ¿Cómo? Clasificándose como una de las cuatro mejores terceras, evitando en octavos de final a España -que la pifió clasificándose como segunda-, con Quaresma como gran héroe -marcó el penalti de la victoria- y sin ganar ningún partido en los 90 minutos en este torneo.
Pero, una vez confirmado el milagro, Portugal puede pensar en ganar. Sí, no es broma. La selección de Fernando Santos puede creer en ello. En primera instancia, porque todavía no ha necesitado que aparezca en demasía su estrella, Cristiano Ronaldo, que sólo ha hecho una gran aparición, contra Hungría (anotó dos goles), y que en algún momento tiene que despertar; y en segundo lugar, porque ha descubierto que tiene un diamante en bruto como es Renato Sanches, capaz de monopolizar todo se juego de ataque, y ha resucitado a Quaresma, recuperado para la causa.
Dicho lo anterior. Si algo ha demostrado el conjunto luso en este torneo es saber sobrevivir en condiciones adversas. Casi desde el principio, sin jugar bien, ha ido avanzando con penaltis fallados y prórrogas de por medio. Sin convencer, pero firme al llegar al área cuando se lo pedía cada partido. Y, esta vez, contra Polonia, no iba a ser menos. De nuevo, el conjunto dirigido por Fernando Santos tuvo que navegar contra corriente. O lo que es lo mismo: le tocó remontar desde el principio. Porque nada más comenzar, Cedric erró en la marca, Grosicki aprovechó su fallo para apurar la banda, cederle el balón a Lewandowski y poner por delante a los polacos.
Pero, esta vez, y movido por las circunstancias, Portugal sí reaccionó. Sin jugar en demasía, pero con un chaval que va camino de convertirse en un gran centrocampista. Al fin y al cabo, tiene condiciones para ser lo que quiera. Hablamos, obviamente, de Renato Sanches, que además de mover a su equipo, se permitió el lujo de aprovechar un pase de tacón de Nani para sacarse un disparo y colocar las tablas en el marcador.
POCAS OCASIONES EN LA PRÓRROGA
Sin embargo, Portugal también ha aprendido que haciendo lo mínimo es capaz de avanzar. Y con esa premisa bien aprendida, se dedicó a gestionar el empate. Contuvo en defensa, no dejó que el centro del campo polaco se hiciera con el balón y buscó la victoria en acciones aisladas. Suficiente, en cualquier caso, para que Cristiano tuviera la ocasión más clara del partido a pocos minutos del final del periodo reglamentario: Moutinho se la puso picada por encima de la defensa y el jugador del Real Madrid, aunque se encontró solo dentro del área, no consiguió siquiera aprovechar el buen balón de su colega.
Con todos estos condicionantes, el partido no tuvo otra que irse a la prórroga. Al fin y al cabo, tanto Portugal como Polonia lograron su pase a cuartos tras un tiempo extra y, por tanto, ninguno de los dos sintió que fuera a perder algo por seguir jugando un rato más. Y así fue. Ambos saltaron otra vez al césped, pero ya sea por el cansancio o por lo que fuera, el fútbol quedó huérfano de ocasiones y buscó el camino de los penaltis.
Y fue así, sobre todo, porque Ronaldo no apareció durante todo el encuentro. Situado en la punta de ataque, como delantero, se perdió entre los defensas, sin influencia en el juego ni efectividad a la hora de recibir la pelota dentro del área. Y lo mismo le ocurrió a Lewandowski que, una vez marcó el primer gol, ya no volvió a ser determinante. Así, el partido se fue a los penaltis. Y entonces apareció Quaresma, aquel jugador al que fichó el Barcelona para ser el próximo Figo y que acabó saltando de equipo en equipo sin encontrar su lugar. Hasta que ahora, a los 32 años, se ha convertido en el héroe con mayúsculas para Portugal, autor del gol en la prórroga contra Croacia y del último penalti ante Polonia. Con lo justo. Como aquella Portugal de 2004. Ya saben, la vida.
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