Nadie esperaba a Éder (Bissau, Guinea-Bissau, 1987). Probablemente, ni siquiera él contaba con saltar al campo. Al fin y al cabo, hasta el partido contra Francia (1-0) tan solo había disputado 13 minutos (seis ante Islandia y siete contra Austria en la primera fase). Desde entonces, nada. Fernando Santos no contó con él ni en los octavos ni en los cuartos ni en las semifinales. Pero sí lo hizo en la final. El técnico portugués lo llamó en el 79 y lo cambió por Renato Sanches. Y él respondió. Tardó en hacerlo, pero cumplió con su labor. Recibió la pelota en el 109, se fajó de su par por fuerza y colocó la pelota entre las redes desde fuera del área, pegadita al palo derecho de Lloris.



“Ronaldo (lesionado en la primera mitad) me dijo que sería yo el que iba a hacer el gol de la victoria”, reconoció Éder nada más terminar el partido. Y con esa sonrisa, tan suya, siguió apostillando: “Me pasó su fuerza, esa energía de él. Fue muy importante marcar, nos lo hemos trabajado desde el inicio de la Eurocopa, se lo merece el pueblo portugués”, concluyó.



Éder surgió de la nada, quizás cuando ya nadie esperaba nada de él, ni siquiera un gran partido. De hecho, hace dos años, en el Mundial de 2014, su figura fue el hazmerreír de Twitter. Entonces, apareció en un marco idílico, en la final de la Eurocopa, en el Stade de France, con la anfitriona al otro lado. Y respondió en ese momento en el que fallan las piernas, en la prórroga. Entonces utilizó todo su corpachón para dejar a su par a un lado y darle el primer título continental a Portugal, después de cinco semifinales y dos finales.



Fue él, un jugador convocado para la Eurocopa por ser el único delantero centro del que podía presumir su país. Porque lo cierto es que sus números no eran para acudir a un torneo de tales características. En su última temporada, a medio camino entre el Lille y el Swansea, ha anotado tan solo seis goles. Muy poco como para merecer un puesto en la selección. Pero ante la falta de efectivos, Fernando Santos decidió contar con él. Quién sabe si como premonición o como medida de urgencia.



Pero, a pesar de todo ello, Éder, a sus 28 años, después de 29 choques, anotó su cuarto gol. El único que vale, el más importante. El niño que llegó a Portugal desde Guinea-Bissau con 11 años con sus padres, cumplió su sueño. Después de pasar por Oliveira do Hospital, Tourizense, Acádemica, Sporting de Braga, Swansea y Lille. Después de todo eso, después de ver cómo Portugal caía en la primera fase en el Mundial con él en aquel equipo, regresó casi por sorpresa a esta Eurocopa para ser el héroe de su selección.



Éder, en realidad, siempre tuvo condiciones para ser un gran delantero. Por su altura (1’90) y por su planta, se le llegó a comparar con Drogba en sus inicios. Pero, al final, todas aquellas expectativas cayeron por su propio peso. El delantero no ha permanecido a la sombra durante mucho tiempo, sin tener un papel protagonista, escondido entre el anonimato de una figura imponente pero sin proyección práctica.



Ante tal tesitura, Éder ha conseguido cambiar su historia. Ahora, para siempre, será el ‘Iniesta’ o el ‘Götze’ de Portugal. Su figura estará ligada durante toda la vida a ese minuto 119 y a la historia de su país. Poco importa lo que haga a partir de este momento, su leyenda ya ha quedado grabada para la posteridad en la primera Eurocopa de su país.

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