En el fútbol, suelen decir, mandan los resultados. El caso de la Argentina, sin embargo, desafía cualquier frase hecha. Mientras la selección masculina lidera hace meses con holgura el ranking FIFA, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se encuentra a la deriva.
Su economía está quebrada (gestiona actualmente un préstamo de 70 millones de dólares), su presidente y uno de sus vicepresidentes renunciaron. Lo mismo hizo el técnico Gerardo Martino y su mejor jugador, Lionel Messi. La negativa de varios equipos para ceder jugadores para los Juegos Olímpicos hizo peligrar la participación del combinado nacional en Río, aunque finalmente alcanzaron un listado de 18 jugadores que será dirigido por el único técnico con contrato vigente en la entidad, pero sin experiencia en competencias internacionales: Julio Olarticoechea.
Aún no hay fecha para el inicio del próximo torneo ni se sabe cómo será su fixture. La acefalia quiso ser resuelta por la Inspección General de Justicia (IGJ) argentina, que nombró a dos veedores para controlar la institución por 90 días, pero la FIFA también envió una Comisión Normalizadora que ahora le disputa el poder. Para colmo, los trabajadores de los clubes de fútbol anunciaron un paro de actividades por falta de cobro de sueldos para esta semana, que podría extenderse a los empleados de la propia AFA.
Lloren, chicos, lloren
Tres finales internacionales en tres años le dejaron como saldo a la AFA tres subcampeonatos y una herida narcisista al exitismo del público futbolero argentino. Las cosas ya estaban bastante mal cuando Messi anunció al terminar la última Copa América Centenario su decisión de renunciar al seleccionado. Su fastidio parecía responder a la acumulación de frustraciones y a la inexplicable persistencia crítica de un sector muy pequeño de la población para con su rendimiento, pero seguro debe enmarcarse en el caos que vive la AFA. De hecho, pocos días antes de la última final en Nueva Jersey, el cinco veces Balón de Oro cuestionó duramente la desorganización de la entidad. Ese también fue el principal motivo que adujo la última semana Gerardo Martino para renunciar a la dirección técnica del primer equipo.
Como reemplazante del 'Tata' fue designado Julio Olarticoechea, el exjugador de la selección argentina que se consagró en el Campeonato Mundial de México en 1986, última gran alegría de la selección mayor de la que precisamente acaban de conmemorarse los 30 años. El 'Vasco', tal como le llaman al carismático nuevo entrenador por el origen inmigrante de sus abuelos, fue el fortuito beneficiario de una situación inédita: es el único entrenador con contrato vigente en la AFA.
Ese contrato inicialmente lo ligaba a la entidad como técnico del seleccionado femenino, cargo que había dejado hace seis meses para dedicarse a la sub 20 masculina donde también se había abierto una vacante inesperada. Ahora, como no hay autoridad para elegir un entrenador ni tiempo para hacerlo antes de los JJOO, se le ofreció hacerse cargo de este equipo que tuvo al menos 10 bajas respecto de la preselección armada por Martino a raíz de las negativas de los clubes a ceder jugadores para una cita “no obligatoria” para la FIFA.
De hecho, la solución que encontraron en la AFA para llegar a armar el plantel fue asegurarle a los clubes nacionales que el torneo local previsto inicialmente para empezar el 5 de agosto se postergaría una semana. Claro que esto por ahora es solo una promesa. Para que quede firme se requiere una aprobación de los clubes en Asamblea de la AFA, algo que por ahora está difícil porque ni siquiera logran ponerse de acuerdo en quién organizará dicho torneo: la AFA o la Superliga, un organismo independiente moldeado a imagen y semejanza de la Liga de Fútbol Profesional de España. El debate está empantanado por millones de razones que cotizan en dólares y que suelen resumirse en un eufemismo: derechos de televisión.
El vacío
El conflicto que hoy pone en jaque al fútbol argentino comenzó el 30 de julio de 2014 con la muerte de Julio Humberto Grondona, el único dirigente de poder en el país que logró mantenerse en el cargo desde la dictadura militar. Había sido nombrado presidente de la AFA en 1979 por las Fuerzas Armadas y solo su deceso logró sacarlo del sillón de la histórica sede de la calle Viamonte, en el centro porteño. Su habilidad política también le había granjeado el cargo de vicepresidente de la FIFA, puesto que ejerció desde 1988. Su muerte lo eximió de ser detenido en el marco del escándalo de corrupción que sacudió a la institución deportiva internacional y en el que fue bautizado por la justicia de Estados Unidos como “co-conspirador número 1”.
'Don Julio' fue sucedido por Luis Segura, un hombre de su riñón que había participado de la conducción de la AFA desde hace años pero cuya experiencia no le iba a ser suficiente para soportar las arremetidas de los que querían el mismo cargo: compartía con su antecesor los peores vicios y carecía de sus virtudes políticas. Además, debía disputar el poder con el delfín de Mauricio Macri en Boca Juniors y principal operador del PRO (partido del actual presidente) en la justicia, el más importante líder sindical del país y el presentador televisivo de mayor audiencia.
El resultado de esa disputa fue claro. Hoy Segura está procesado junto a cuatro dirigentes de la mesa chica de Grondona en un juicio que investiga la administración fraudulenta de la AFA y el pasado 27 de junio presentó su renuncia indeclinable a la entidad.
La pelea
En septiembre de 2014 desembarcó en la AFA como director de Comunicación Marcelo Tinelli, el conductor televisivo que desde hace 26 años protagoniza las noches argentinas y que hoy conduce uno de los programas de mayor producción y audiencia del país. Había preparado el terreno al asumir la vicepresidencia de San Lorenzo en 2012.
Su escalada en la AFA fue meteórica. En 2015 fue promovido a vicepresidente tercero y en diciembre se postuló para disputar el sillón presidencial. Un insólito episodio forzó a que los comicios debieran repetirse: el recuento final dio empate en 38 votos a pesar de haber sufragado unas 75 personas. La repetición de las elecciones para el último 30 de junio no pudo ser, la Inspección General de Justicia (IGJ) las suspendió en el marco de la investigación por irregularidades administrativas.
Entre los candidatos que se habían presentado para disputar el sillón de la AFA esta vez estaba Hugo Moyano, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) desde el año 2000 y presidente del Club Atlético Independiente desde julio de 2014. Tuvo buena relación con el Kirchnerismo hasta los últimos dos años, período en el que convalidó el crecimiento de Mauricio Macri, quien le retribuyó ese gesto al llegar a la Casa Rosada otorgándole un puesto clave para los sindicatos: la Superintendencia de Servicios de Salud, que controla los fondos de las obras sociales. La intervención de la IGJ, sin embargo, rompió el principio de esa alianza. Moyano apuntó directamente al macrismo por esa decisión.
El lider camionero se basa en un hecho muy simple: el organismo que suspendió los comicios depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y, por tanto, su titular es designado por el presidente. En enero de este año fue nombrado al frente del organismo Sergio Brodsky, un abogado que tiene un pasado político común con Daniel Angelici, presidente de Boca y delfín de Macri tanto en el club de La Ribera como en el ámbito judicial. El vínculo no deja lugar a la especulación. La pregunta es el motivo y la respuesta es el dinero. Lo que está detrás de todo esto son los derechos de televisión del fútbol argentino, algo que desde 2009 está en manos del Estado Nacional pero que ahora podría renegociarse o, lo que es más probable, volver a comercializarse a otras empresas.
Éramos pocos y apareció la FIFA
Tinelli y el macrismo parecieron encontrar un acuerdo relativamente rápido. El conductor de TV renunció a su candidatura a la AFA y prefirió centrarse en el desarrollo de una entidad autónoma que gestione el torneo de fútbol y comercialice los derechos de TV. Le llamaron Superliga y se proyectó en espejo de la Liga Profesional de Fútbol (LPF). Precisamente Javier Tebas, presidente de La Liga, estuvo en Buenos Aires a mediados de mayo para contar cómo funciona el sistema en España. Lo trajo el presidente de Boca Daniel Angelici, pero también lo conocía Tinelli, a quien había asesorado entre 1998 y 2000 cuando el conductor televisivo era también dueño del Club Deportivo Badajoz (luego fundido y refundado como CD Badajoz).
Tinelli hoy suena como eventual CEO de la Superliga y cuenta con el apoyo de casi todos los clubes grandes, menos el Independiente de Moyano. Tiene, además, la resistencia de los clubes pequeños que se quejan por el reparto desigual de los ingresos. Aunque el contrapeso más grande a todo esto lo puso la FIFA, que nombró una Comisión Normalizadora a cargo del suizo de origen colombiano Primo Corvaro que el martes último llegó a la Argentina y el viernes ya dejó su posición bien clara: “Los derechos de televisión deben quedar en la AFA por requisito de la FIFA”.
Esta semana seguirán los encuentros a tres bandas entre AFA, FIFA y gobierno. Las primeras versiones hablan de un posible acuerdo en el que se haga una cesión de derechos temporal a la Superliga en vez de una venta sin plazos. Pero todavía falta resolver qué nivel de autonomía tendrá este nuevo organismo y cómo estará integrado, quién quedará al mando de la AFA y en qué rol quedará la histórica casa materna del fútbol argentino.
Mientras los dirigentes se pelean por el dinero, los hinchas se desesperan por terminar de una vez esta novela y que la pelota vuelva a rodar. A ellos los atormenta aún la derrota en la final de la Copa América Centenario y los angustia la renuncia de Messi al combinado nacional. Quizás ellos sean los únicos que ven que lo único que hace mejor al juego son los jugadores y, por más acuerdo económico que puedan alcanzar en elegantes hoteles, sin Messi los resultados deportivos probablemente dejen de estar tan disociados del pantano en que hoy se hunde la AFA.