Michael Keaton, en El fundador, interpreta a Ray Kroc, un comercial de medio pelo que sobrevive vendiendo -o tratando de ‘engañar’- a cualquiera. Viaja por Estados Unidos, visita restaurantes y ofrece sus productos -por ejemplo, batidoras rápidas-. Después, vuelve a casa y escucha -siempre- las quejas de una mujer convencional que sólo aspira a acudir al club por la noche y cenar con la jet set de la ciudad. Así de aburridos y ‘complicados’ son sus días. Hasta que, a los 52 años, se topa con el primer McDonald's, con una chica ‘ambiciosa’ -y más guapa- y -a través de dudosas artimañas que no es menester explicar- acaba convirtiéndose en el dueño del primer imperio de comida rápida del mundo. ¿El secreto? “La perseverancia”, confiesa en la película que cuenta su vida.
¿Y qué tiene que ver esto con el fútbol? Mucho. Ray Kroc tuvo que vivir en el anonimato durante más de 50 años hasta que encontró aquel McDonald's y rehízo su vida. Y, de alguna manera, lo mismo le ha ocurrido a Azize Ay, una jugadora de fútbol turco que ha debutado a sus 49 primaveras con el Diyarbakirspor después de encontrarse con la oposición de todos: del sistema, de sus padres y de su propia naturaleza, la de ser mujer. Pero, tras pasarse toda la vida soñando con ser profesional, ha terminado por recibir una licencia que le ha permitido atarse las botas y saltar al campo. ¿Su secreto? El mismo que el del dueño -ya fallecido- del McDonald's: insistir.
Azize Ay, desde bien pequeñita, era ya una ‘cabezota’. A los seis años, comenzó a pegarle patadas al balón y a decir en voz alta que, de mayor, quería jugar en el Fenerbahçe -el club de la que es aficionada-. ¿La razón? Quería seguir los pasos de su padre, que había jugado al fútbol durante mucho tiempo y había fallecido cuando ella tenía tres meses. Sin embargo, se encontró con la oposición de su familia. Su madre, tras la muerte de su “papá”, se casó con su tío. ¿Y qué dijo éste? Que la niña no iba a ser futbolista. Debía casarse y tener hijos. Y punto.
Pero Azize se negó rotundamente a cumplir con lo establecido. Ella quería ser futbolista y le daba igual lo que dijera su tío. ¿Y qué hizo? Ir contra todos ellos. Un día, antes de cumplir los 40 años, metió todas sus pertenencias en varias maletas y dijo: “Me voy porque quiero jugar en un club”. Y se fue. Poco le importó que su madre y su tío, según cuenta la BBC en Turquía, le desearan la muerte. A ella le dio igual. Salió por la puerta y les gritó: “Si me entierran, que lo hagan debajo de un banderín de córner”, y se lanzó a la calle para cumplir su sueño.
Tras aquel encontronazo con su familia, Azize logró rehacer su vida: se casó a los 40 años -con un ramo que llevaba los colores del Fenerbahçe- y soñó con tener hijos y ponerles nombres de futbolistas. Pero, finalmente, no pudo cumplir su sueño. Su edad, muy avanzada, le impidió contraer descendencia. Eso sí, a ella no le importó. De hecho, a la larga le ha venido bien para poder hacer lo que siempre deseó: jugar al fútbol en un equipo, aunque sea de categorías menores del fútbol turco.
Su oportunidad le llegó a los 48 años. Azize, como cada día, fue al restaurante donde trabaja de camarera y, al volver a su casa, se encontró a los dueños del Diyarbakirspor. “Me ofrecieron té, flores, chocolate y una ficha con el número 21”, cuenta en declaraciones a la BBC. Y ella selló el pacto: jugaría en el club y debutaría a los 49 años. No había nada más que hablar. Firmó, buscó las botas, se puso las calcetas y comenzó a entrenar junto a sus compañeras. Hasta que llegó su debut hace unas semanas contra el Erganispor. Jugó tan solo los 20 minutos finales, pero fue, por un momento, la mujer más feliz del mundo. De ahí que pocos días después la invitaran a conocer a los jugadores del Fenerbahçe y cumpliera otro de sus sueños.
Ahora, su objetivo, en lo futbolístico, es disputar 60 minutos en el próximo partido. Aunque, en realidad, eso es lo que menos le importa. Azize se conforma con disfrutar en los entrenamientos junto a las que llama “sus hijas”, jóvenes de 17 y 18 años que le han puesto el sobrenombre de “la Ronaldo del equipo”. Pero, sobre todo, lo que desea es transmitir dos lecciones de vida a las próximas generaciones. Por un lado, que los sueños, si se persiguen, se pueden cumplir. Y, por otro lado, que la edad no es un eximente de nada. Ya lo dijo Ray Kroc: “Hay que ser persistente”. Y lo mismo sostiene Azize, una ‘cabezota’ necesaria y fundamental para el fútbol femenino.
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