El fútbol en Norteamérica -o ‘soccer’- está en plena expansión. Cada vez mejores jugadores y entrenadores con estadios modernos y sí, con aficiones pasionales y rivalidades. En ese sentido destaca Seattle, el epicentro del fútbol en Estados Unidos, donde semanalmente se reúnen en torno a 50.000 personas para animar a los Sounders contradiciendo a aquellos que predijeron que el fútbol sólo calaría en zonas de influencia hispana. El Century Link Field se convierte en una caldera para apoyar al equipo que capitanea Osvaldo Alonso, un centrocampista cubano que tuvo que dejar todo atrás en Cuba y empezar una nueva vida con 700 dólares en la mochila y sin avisar siquiera a su familia: “Soy cubano y amo a mi país pero aquella difícil decisión me ha permitido cumplir mi sueño”. Él es otra historia de superación con un bloqueo se difumina paulatinamente.
El adiós inesperado
En 2007 Estados Unidos acogía la Copa Oro, el torneo internacional que enfrenta a las mejores selecciones de Centro y Norteamérica, y en el combinado cubano destacaba un joven Alonso de 22 años que hizo el campeonato de su vida, y no, no estamos hablando de fútbol, tomó la decisión que le permitió ser profesional en lo que mejor se le daba. “Seis meses antes del torneo, cuando aseguramos nuestra clasificación, ya tenía la decisión tomada. Era duro porque tenía que seguir mi plan sin avisar a mi familia”, Osvaldo sabía que el vuelo que le llevaba de Cuba a Houston sería el adiós a sus raíces, pero ni sus padres conocían sus intenciones de perseguir su sueño: “Cuando un futbolista cubano llega a la selección sabe que ya ha alcanzado el techo. No había muchas oportunidades para desarrollarse, así que tomé una salida”.
Ya concentrado con el combinado nacional, él y sus compañeros fueron a dar un paseo por la ciudad para estirar horas antes de disputar un partido y se detuvieron a hacer unas compras en un supermercado. Osvaldo iba con una mochila en la que llevaba lo básico y algo de dinero, unos 700 dólares que suponían todo su colchón para empezar una vida. Todavía lo recuerda a la perfección: “Todos estaban concentrados en sus compras, así que aproveché el momento, tenía todo planeado, pero el riesgo era muy alto”. Cuando el grupo giró a la derecha, Osvaldo lo hizo a la izquierda, se escondió tras un estante y cogió impulso para salir a la carrera por aquella salida. No era una puerta; era una nueva vida.
Tras alejarse de aquel supermercado Walmart, Osvaldo fue recorriendo las calles en busca de un hispanoparlante al que pedir ayuda. Finalmente consiguió que le dejaran un móvil para llamar a unos amigos en Florida que le acogieron.
El fútbol como cimiento de un sueño
“Cuando era pequeño crecí viendo jugar a mi padre y di mis primeras patadas a un balón con él, por eso decidí ser profesional. Sé que mucha gente interpretó mi decisión de manera distinta pero estoy feliz de haberlo hecho”. Asistiendo a los partidos semiprofesionales que disputaba su padre, Osvaldo fue enganchándose al fútbol poco a poco, tanto que acabó huyendo sin poder despedirse. Osvaldo encontró su primera oportunidad como futbolista profesional seis meses después de su huida, en 2008 el Charleston Battery de las divisiones inferiores estadounidenses apostó por él y no se arrepintió jamás.
Duró apenas un año en aquel equipo, sus buenas actuaciones llamaron la atención de numerosos conjuntos de la MLS, la división más importantes de Estados Unidos y Canadá, y finalmente firmó por los Seattle Sounders en 2009. Allí no tardó en convencer a propios y extraños incluso Sigi Schmid, el técnico que le firmó para Seattle y entrenador referencia en el país, le definió como “el mejor recuperador de la liga”. Por su garra y por su entrega se ganó a sus aficionados y se hizo fijo en el once, en cada balón dividido se aprecia su entusiasmo y compromiso con un deporte por el que lo dejó todo. La figura de Osvaldo Alonso ya goza de una importancia capital en el fútbol estadounidense justo ahora sirve de comparativa con otros compañeros que optaron por quedarse en Cuba y no pudieron cumplir su sueño de ser futbolistas profesionales aunque valieran para ello, algunos plantarán cara a Estados Unidos en un amistoso cargado de simbolismo.
El mejor regalo
Osvaldo no pudo regresar a suelo cubano, al igual que sus familiares no conseguían los permisos necesarios para visitarle, y allí desde 2007 le apoyaban en la distancia sus seres queridos. El jugador reconoce la dureza de la situación, pero también la satisfacción de saberse libre de aquella jaula que no le dejaba tocar el cielo: “Cuando era pequeño mi padre siempre me decía ‘haz todo lo que de verdad quieras hacer, no importa lo que pase’, y eso hice”.
En septiembre del año pasado, tras ocho años separados el club Seattle Sounders, ayudó a Osvaldo en las gestiones para reencontrarse con su padre y que pudiera verle en acción: “Pensé que no iba a ver a mi hijo nunca más, cuando me llamó para decirme que podría ir fue muy emocionante. La última vez que le vi Osvaldo era un joven sin mujer ni hijos, ahora es padre de familia, realizado y con mucho carácter, aunque sigo viéndole como mi pequeño, aquel que iba al fútbol y soñaba con ser profesional”.
Osvaldo Alonso consiguió que su padre le viera en directo y los tan numerosos como cálidos aficionados de los Sounders le dieron un hueco con ellos para liderar los cánticos y recibir un homenaje. Su hijo se marchó escondiéndose entre pasillos de un supermercado y ahora con 31 años tiene a más de 50.000 personas dejándose la voz para apoyarle. “Ver a mi padre en el estadio fue uno de los momentos más felices de mi vida”, narra Osvaldo Alonso, “estaba muy emocionado, pero mi padre estaba mucho más nervioso que yo, incluso le vi por casa ensayando como levantar la bufanda”.
El próximo sueño de Osvaldo
Tras cinco años residiendo en Estados Unidos, Osvaldo Alonso consiguió su ciudadanía norteamericana y él no tardó en marcarse su próxima meta: “Quiero jugar representando a Estados Unidos, conseguir la nacionalidad fue muy especial y deseo tener la ocasión de defender su camiseta”. El problema para Osvaldo es que cuando el seleccionador Jürgen Klinsmann estuvo verdaderamente interesado en su convocatoria se encontraron con la negativa de la federación cubana. Como Osvaldo participó con la selección centroamericana necesitaría un permiso especial y la cooperación entre Cuba, Estados Unidos y FIFA, algo que aún suena utópico.
El amistoso entre Cuba y Estados Unidos es una señal de como esa apertura sigue dando pasos adelante, pero la historia de Osvaldo Alonso nos recuerda que por el camino se han roto familias, sueños y vidas. Al final de todo, lo importante es lo más básico y el padre de Osvaldo lo resume a la perfección: “Nunca pensé que le volvería a ver y ahora le puedo saludar y darle un beso todos los días, eso es lo mejor”.