Era un día grande: había fútbol. El Stevenage FC se enfrentaba en su feudo, el Lamex, al Grimsby Town en el partido correspondiente a la tercera jornada de la League Two, la segunda división inglesa. Faltaban pocos minutos para las 16:00 de la tarde de un sábado más de agosto y las filas que abarrotaban las inmediaciones del estadio esperaban, en orden, su entrada al campo.
En la cabeza de una de las hileras varias aficionadas del conjunto rival, ataviadas con camisetas y bufandas de ‘The Mariners’, se disponían para superar el control de seguridad con la mente puesta en una anhelada victoria de su equipo: el decimocuarto puesto que alcanzaron la temporada pasada sabe a poco a los devotos de un club con más de 115 años de historia que presume de haber de llegado hasta las semifinales de la FA Cup en dos ocasiones.
Era fin de semana; solo una derrota del conjunto podría manchar el día, cabía esperar. Sin embargo, una atrevida petición, una solicitud caduca, más propia de siglos pasados, amenazó con fastidiarlo: el personal de seguridad conminó a las aficionadas a levantarse sus camisetas y enseñarles los sujetadores. Si se negaban, no podrían entrar al estadio.
Ellas aceptaron, qué remedio. Pero no aprobaron la siguiente solicitud. Los responsables les preguntaron si podían tocarles los pechos para asegurarse de que no llevaban, bajo la ropa interior, objetos sospechosos. “Preferiríamos que no”, les respondieron las damnificadas, ante el disgusto de los espectadores, que les dejaron pasar a regañadientes.
Días después, Jon Wood, presidente de 'Grimsby's Mariners Trust', el grupo que representa a más de 3.000 aficionados de Grimsby Town, escribió una carta abierta al Stevenage FC en la que denunciaba lo sucedido y lo tildaba de “agresión sexual”. En la misma, execran la intención y, sobre todo, las formas. Lo correcto habría sido -afirman- que “las fans en cuestión fueran conducidas a una sala aparte en la que una mujer del aparato de seguridad, en privado, las hubiese cacheado”. Añaden que el mismo personal también faltó el respeto a niños de cinco años, entre los que habría uno que “visiblemente molesto”. “Se trata del peor trato a nuestra hinchada en décadas”, sentencian.
La respuesta de los acusados no se hizo esperar. El miércoles el club emitió un comunicado en el que lamentaba lo acaecido y aseguraba la presencia de varios funcionarios examinando las grabaciones del día de autos. No obstante, también se defendieron: “El plan de seguridad para el partido del sábado no fue típico, pero todos los programas están hechos a la medida para cada partido y se basan en una combinación de experiencia pasada, comportamiento del aficionado e inteligencia policial”.
¿La razón de ese particular método de procedimiento? Los grupos de alto riesgo que, sospechaban, podrían atacar: "La evaluación previa indicó que estas bandas asistían y el potencial de comportamiento antisocial y no cooperativo era real”. "No se registraron incidentes de cualquier conducta inapropiada hacia mujeres o jóvenes espectadores”, concluyeron. De momento, los hechos serán investigados.
El partido terminó 3-1 para los de casa. Pero ese encuentro no fue lo único que perdieron las aficionadas.
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