El Madrid parece aburrirse en este inicio de temporada, convencido de que los partidos se acaban ganando por peso específico, y se ha acostumbrado a jugar solo cuando el panorama se complica. Los blancos ofrecieron 45 minutos pálidos, sin intensidad ni ritmo, para ponerse el mono azul después del descanso, cuando el gol de penalti de Bruno en el 44 había traído los primeros pitos de la tarde al Bernabéu.
El ‘Submarino amarillo’ fue mejor en la primera mitad. Sin prisa alguna, con superioridad numérica en el mediocampo y la sorpresa de un Cherysev que cambiaba permanentemente de posición, disputó la posesión del balón al Madrid hasta lograr el control del juego sobre la media hora. Las defensas se imponían a los ataques, y las arrancadas de Bale (bien sujetado por José Ángel) terminaban en córner. El líder de la Liga ha sido un equipo eficaz, pero no ha jugado bien hasta ahora. Con Modric en la grada, es un equipo espeso.
Con posesiones largas, sin verticalidad ni demasiado acierto, ambos equipos brindaban un partido aburrido: no hubo una oportunidad hasta el minuto 18. Kroos y Trigueros trataban de imponer su criterio, pero el duelo no era atractivo. Cherysev tuvo la primera ocasión clara del Villarreal tras una jugada trenzada hasta dentro del área: su disparo fue desviado por Casilla con suficiencia. En el córner resultante, Sansone (de media chilena) asustó a la grada: un aperitivo de lo que vendría al final.
Los visitantes, más concentrados
El Villarreal presionaba arriba y al Madrid le costaba mucho salir jugando sin la ayuda de la BBC. No se registraba movilidad sin balón. Marcelo galopaba por su banda, pero con un juego más previsible que de costumbre, y James no sacaba rendimiento a su innegable espíritu de lucha. Un centro suyo tras porfiar por una pelota en el minuto 29 fue rematado por Cristiano de cabeza junto al palo, con parada de Asenjo. Sería la intervención más destacada del luso (fuera todavía de forma) en toda la primera mitad.
Al final de la primera parte no quedaba duda: los visitantes jugaban con más libertad en ataque y encontraban más espacios, con Trigueros a la espalda de la medular blanca y Dos Santos de eficaz lugarteniente. Marcelo se lesionó en el 43, y entró Carvajal sin calentar. En ese desbarajuste Sansone y Cherysev fallaron un gol cantado y el Bernabéu empezó a musitar aquello de que “estos ganan los partidos, porque los tienen que ganar, pero yo a este equipo todavía no lo veo bien”. Ramos decidió entonces dar picante al encuentro (tras un fallo de Varane) y cometió un penalti innecesario –otra vez con las manos– a disparo de Trigueros un minuto antes del descanso. Bruno lo ejecutó con maestría (un homenaje a Panenka) y el estadio salió de su letargo de fin de verano. Hubo pitos en el descanso.
El récord de 17 victorias necesitaba de la enésima demostración de carácter del equipo. Y se notó muy pronto el cambio: Ramos cabeceó un corner botado por James a los dos minutos de la reanudación y pudo volver a sacar pecho (tras su error) en la celebración. Como tantas otras veces, con el resultado en contra, el equipo se puso a jugar en tromba. Marcas ajustadas, ayudas defensivas, ardor en ataque. Benzema pudo anotar de cabeza instantes después a pase de Kovacic. Danilo se había mudado al lateral izquierdo con la entrada de Carvajal y el Madrid empezó a colgar balones al área. El Villarreal amagaba con contraataques, siempre con Trigueros como faro, pero había perdido el balón.
Arreón final sin premio
No tuvo el Madrid oportunidades clarísimas durante muchos minutos (Cristiano llegó tarde a un pase de Carvajal que era medio gol), pero el asedio fue incesante. El Villarreal se vio obligado a replegar líneas y cambió pronto a Cherysev (aplaudido) por Soriano. Gareth Bale rozó el palo en el 65 con un disparo desde la derecha; minutos después fue sustituido por Lucas Vázquez. Fran Escribá refrescó la delantera con la entrada de Pato por Sansone, pero su equipo estaba encerrado atrás y no pondría más en jaque a la defensa blanca.
El Bernabéu, ansioso, pidió un par de penaltis por caídas en el área. Los ataques continuaban, pero no llegaba el 2-1. El guión tantas veces repetido no alcanzaba el final habitual. Morata sustituyó a Benzema en el 76, cuando parecía que el ímpetu local cedía ligeramente. El madrileño pudo marcar de cabeza en el 82, aunque la oportunidad dorada fue la de Lucas en el 85, a bocajarro (con gran parada de Asenjo).
Siguió arreando el Madrid por las bandas –con buen papel de Danilo- mientras el público aumentaba su enfado con el árbitro. En la locura final Cristiano tuvo otra, pero disparó al centro. El público no se lo creía y gritaba a González González (que se puso nervioso, lo peor que le puede pasar a un colegiado). No todas las remontadas se completan, pero el Bernabéu se había vuelto a acostumbrar a ellas y los jugadores también. Esta vez no pudo ser. Si el Madrid hubiese jugado desde el minuto 1, no hubiese hecho ni falta.