Goleó el Barcelona, goleó el Atlético y tenía que responder el Madrid. Llegó a uno de los estadios donde la estadística bien les hacía recordar que en el Villamarín nunca ha sido fácil. Eso sí, seis victorias en 20 años fueron borrados en cuatro minutos. Lo que tardó en marcar Varane y encarar un partido que acabó en goleada y con un Madrid pletórico. Un Madrid que jugó todos los estilos posibles, que marcó de todas las formas y que se dio uno de esos atracones que ayudan después para la fiesta final. [Narración y estadísticas: Betis 1-6 Real Madrid]
No notó la presión el Madrid y si sus rivales habían goleados, ellos también lo hicieron. Golpetazo en la mesa para aclarar que viejos pinchazos ya están olvidados. Siguen invictos en esta temporada y el parón ha servido para lavar problemas anteriores. El cambio, además de psicológico, como dijo Zidane, también fue futbolístico. Porque irrumpió Marcelo, que bailó la samba como quiso por su banda, y porque Kovacic reinó en un centro del campo que esta vez también estaba sin Modric y Casemiro. Conviene destacar el partido del brasileño y el croata, que en una goleada como esta pueden pasar desapercibidos, pero que son de esos peones que trabajan en silencio y su empleo es fundamental.
Al mencionado gol de Varane, con un majestuoso cabezazo a pase de Kroos, le siguió un popurrí de ocasiones que desmontó al Betis. Era un ciclón. Pocas veces se ha visto una superioridad del Madrid tan aplastante, tan humillante. Rozaba el insulto y así se lo hizo ver el público sevillano a su equipo. Cristiano, que no marcó hasta el sexto (y eso sí que es noticia), tuvo el gol en un mano a mano con su excompañero Adán. Bale dio al palo con un remate de cabeza, Marcelo siguió bailando por la banda.... Era un asedio.
Lo mejor para los morados (así vistieron en el Benito Villamarín) es que en el momento en el que el Betis se estiró, fue capaz de sacudirse el peligro, llegó el mazazo del 0-2, que acabó siendo clave porque evitó el cambio de tendencia y volvió a llevar el partido a donde quería Zidane. Pocos minutos después ese tanto se unió a otro de Marcelo y con el 0-3 ya el encuentro estaba finiquitado. Se entendía que el Madrid era superior al Betis, pero tanta facilidad era ya rara.
Eso sí, después del recital, quedaba la traca final. El cuarto llegaría a la vieja usanza, a la contra. Fútbol rápido que arrancó en un córner sacado por el Betis y acabó con Isco empujando a placer. Entre medias, doce toques, interviniendo siete jugadores, de área a área. Todo en 12 segundos que bien se podrían poner en las escuelas de fútbol, allí donde se enseña a marcar goles. Fue una preciosidad de gol que recordó aquellos tiempos en los que los blancos llegaron a 121 goles en una sola Liga con un sello inconfundible.
El descanso dejaba clara dos reflexiones rápidas: el Madrid, cuando quiere, es una apisonadora, que solo se desengrasa cuando quiere la propia máquina, y la llegada de la segunda parte traería un ritmo menor, más pausado, un encuentro en el que el Madrid se dejaría llevar para guardar fuerzas. La primera era ya demostrable, la segunda había que verla. Y así fue, aunque sorprendentemente solo duró poco más de 15 minutos.
Se durmió el Madrid y el Villamarín disfrutó de los mejores minutos de su equipo, con un Betis queriendo que no le partieran la cara completamente y un Madrid a verlas venir. Prácticamente andando, a los de Zidane les llegó lo que era cuestión de tiempo, un gol en contra, que vino de las botas de un Cejudo que marca por segunda vez consecutiva a los madrileños. La sorpresa fue que la pájara madridista solo duró un cuarto de hora, lo que tardó en aparecer el Isco más mago, que se inventó de la nada un gol con una rosca imparable. Era el quinto y ahí se acabó el partido.
Pidió paz el Betis y el Madrid se la concedió. Fue como si los verdiblancos hubieran pedido clemencia y la forma de demostrarlo era no dar más ritmo al partido, no provocar más desgaste, que era innecesario, en su rival. El Madrid se dio cuenta y no quiso hurgar en la herida. El 1-5 era suficiente resultado como para salir de Sevilla por la puerta de la grande. Pero en ese pacto no estaba Cristiano, que con una goleada de tal calibre hubiera quedado señalado no marcado. Lo hizo y era lo último. 1-6 y a seguir colíderes.
Set para que Zidane pueda perforar el estadio en el que nunca ganó. Primera victoria del francés, como jugador y entrenador, en el Benito Villamarín. Podrá recordar este partido Zizou, porque seguramente cambiará la tendencia. De dos semanas de sus primeras críticas a unos días en principio balsámicos.