La tarde, seamos sinceros, estaba agradable. Muchos comenzaban el puente, lucía el sol en Madrid y el Calderón, lejos del bullicio del Congreso de los Diputados, aquilataba la tarde en paz. Ni siquiera tuvo que esperar mucho el respetable para ver el primer gol, pero eso vendrá luego. Yendo a lo importante. El aficionado, como los periodistas o el cuerpo técnico, esperaba en calma tensa ver la reacción del Atlético tras la derrota en Sevilla (1-0). Eso por un lado. Por el otro, la expectación residía en comprobar si el equipo echaría en falta a Koke -baja por sanción-. Sin embargo, ninguna de las dos cosas supuso mayor problema. El equipo del Cholo jugó bien, pero le costó hincarle el diente al Málaga [Narración y estadísticas: 4-2].



El Atlético, por aquello de no dar mucho tiempo a las especulaciones, no quiso que la tarde perdiera su cariz y se adelantó pronto. Con cuatro delanteros (Gaitán, Gameiro, Carrasco y Griezmann) como ya viene siendo costumbre, dejó que el extremo belga, que ya lleva siete goles esta campaña (dos más que la anterior), se adentrara en el área y se sacara un latigazo de esos que le duelen hasta a las redes. Y, con el marcador a favor, no bajó el pistón. Tocó, tocó y tocó a pesar de jugar sólo con dos centrocampistas puros (Gabi y Saúl), y no dejó avanzar un metro al Málaga. Claro que los andaluces tampoco tuvieron su día: un fallo entre Koné y Camacho le dejó el balón franco a Gameiro para que hiciera el segundo. Y suma y sigue.



Ocurre, sin embargo, que a veces las cosas se complican. Así es la vida. Y el Atlético, durante varias fases del partido, lo sintió así. La primera, antes de que llegara el descanso. Gaitán, en una falta con el Chory Castro, se tuvo que retirar lesionado. Y Sandro, excelente tirador de faltas, convirtió desde fuera del área para meter algo de presión. Su atrevimiento, a pesar de todo, pasó a un segundo plano antes de que enfilaran el camino al túnel de vestuarios. Porque minutos después, el Atlético, vestido de equipo de la Premier, se sacudió los fantasmas con una jugada de tiralíneas. Filipe se la puso desde lejos a Griezmann, éste se la dejó de cabeza -sin mirar- a Gameiro y el delantero hizo el tercer tanto de su equipo antes del descanso.



Pero la cosa no acabó ahí. El Málaga, decidido a plantar cara, volvió a recortar distancias a escasos 20 minutos del final. Camacho, dentro del área, remató de cabeza y recortó distancias (2-3). Y, sea como fuere, el partido se tornó menos plácido que la tarde. Los andaluces, convencidos, se echaron arriba; y el Atlético, a su manera, sin perder la solidez, intentó contener las acometidas a pesar de la expulsión de Savic. Y lo consiguió, pero no sin sufrir -el Calderón no perdona ni en tiempos de bonanza-, hasta que Carrasco, en una cabalgada de esas que levantan el césped, batió de nuevo a Kameni. Y fin de la historia. 



El Atlético, acostumbrado en otro tiempo a ganar los partidos por la mínima, se está descubriendo esta temporada como un equipo que en ataque es tan capaz como en defensa. O, al menos, así lo muestran sus números en el Calderón, donde en los últimos cuatro partidos de Liga (Sporting, Deportivo, Granada y Málaga) ha hecho un total de 17 goles. Una barbaridad que le permite seguir a tres puntos del Real Madrid y con el derbi a la vista. En definitiva, que la tarde, tal y como decíamos, estaba agradable. Y así terminó, pero no sin que aparecieran nubes en alguna fase del partido.

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