El deporte acostumbra a multiplicar herederos, a colocar coronas llenas de promesas con forma de espinas y a subir a los altares a dioses terrenales que, por sus maneras, aspiran a subir al cielo. Eso, tan común y asumido entre periodistas, jugadores, directivos y marcas, es rutina disfrazada de ilusiones. El problema, sin embargo, llega cuando las expectativas no se cumplen. Cuando el ‘futuro’ Messi o el ‘nuevo’ Pelé, en este caso Neymar, sigue algunos escalones por debajo de sus álter ego. Entonces llegan las críticas, los desplantes, el rumor de estadios frustrados y las crisis, quizás amplificadas por la figura del futbolista -o lo que se presupone de él-. Eso puede ser. Pero, dicho lo anterior, lo cierto es que el brasileño no se ha ido de vacaciones en su mejor momento. De eso, a estas alturas, no hay duda.
Sus números, este curso, ratifican cualquier atisbo de duda (sólo seis anotados). Sin embargo, tiene su origen en una fecha concreta y en un evento consentido. Hablamos de marzo de 2016, del cumpleaños de la hermana del astro carioca y de su viaje a Brasil. Hasta entonces, Neymar había conseguido, en ausencia de Messi, tomar su testigo y levantar al equipo. Se hizo grande, anotó 17 goles y se erigió, posiblemente, en el mejor tercer jugador del planeta durante aquellos meses. Pero, tras el baile, la celebración y la tarta, llegó su bajón. Entonces, regresó a Barcelona y tan solo hizo ocho tantos antes de que finalizara la temporada. Muy poco para él.
Aquel fue el inicio de una cruz que no ha conseguido levantar. Tras aquel cumpleaños y ese final de campaña en baja forma, el jugador viajó de nuevo a Brasil para disputar los Juegos Olímpicos. Y allí sí que consiguió recuperar su mejor versión: llevó a la ‘canarinha’ a ganar el oro prohibido que no consiguió en el Mundial dos años antes y disfrutó de unas vacaciones tan justas como merecidas. Su final con el Barça, definitivamente, estaba olvidado. El delantero, de nuevo, estaba preparado para volver y hacerle ‘sombra’ a Messi sin importunarle.
Pero esta temporada no ha conseguido levantar los pies del suelo. En Liga, no marca desde 2 de octubre (en la derrota ante el Celta 4-3) y en la Champions League no lo hace desde el 19 del mismo mes (en la victoria contra el Manchester City 4-0). En total, ha hecho seis goles y está muy lejos de alcanzar los 31 anotados la temporada anterior. Y sí, es verdad que lleva 14 asistencias, pero necesita mantener el nivel si quiere lograr las 27 del curso pasado. Y, por otra parte, no ha conseguido tomar las riendas del equipo cuando Messi ha sido baja por lesión.
La crisis se agudiza aún más si se comparan sus números con los de algunos de sus compañeros de equipo. Sus seis tantos contrastan con los 23 de Messi, los 15 de Suárez o los 11 de ¡Arda Turan! Es decir, ahora mismo, el brasileño sería el cuarto delantero del equipo. ¿Puede permitirse eso un jugador que aspira a ser el próximo Balón de Oro? Obviamente, no. Sobre todo, cuando su estado de forma queda patente, una y otra vez, en cada una de sus internadas de la banda y en su definición.
Constatado lo anterior, el jugador ha viajado a Brasil para celebrar las Navidades, el mismo lugar de donde volvió cambiado en marzo del año anterior tras otra fiesta, aquella de su hermana. Pero a su vuelta, con el murmullo del Camp Nou entonando su sinfonía, tendrá que recuperar su nivel. En primera instancia, el 4 de enero en San Mamés, cuando el Barça disputará la ida de los octavos de final de la Copa del Rey contra el Athletic. Y, días después, el 8 de enero, en el Madrigal contra el Villarreal, en Liga. El mejor momento, y con el inicio de 2017 presente, para intentar acercarse un poquito más a la figura con la que se le compara constantemente: Pelé.
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