El Madrid de siempre. Otro día más. El de resolver al final el desastre que montó antes. El de la épica, que oculta que antes sufrió pero que acaba con un subidón de moral que acaba siendo casi más valioso que ganar de forma tranquila. A este ritmo, más de uno se quedará sin corazón. Esta vez el héroe fue Marcelo, que bien se venía mereciendo la gloria del que se lleva los elogios por un gol salvador. [Narración y estadísticas: Real Madrid 2-1 Valencia]
Ganó el Madrid, y lo hizo con un sufrimiento propio de este club e impropio de lo que se está jugando. Después de vivir 50 minutos cómodo gracias a un gol de Cristiano en la primera parte, se hizo el harakiri al final, se dejó empatar por el Valencia en el 82' y tuvo que aparecer lo que mejor define a este equipo: la épica. Qué sería de este Madrid sin ese componente de rabia, de orgullo herido que saca cuando el barco parece hundirse. Pero no, no se hunde, a pesar de que las ha tenido de todos los colores.
Marcó Dani Parejo de falta en el 82' y al Bernabéu se le vinieron todos los horrores del pasado. Parejo se disfrazó de Griezmann y Messi para amargar otro día más al madridismo. La diferencia esta vez fue que el valencianista marcó demasiado pronto y todavía quedaba tiempo para que el equipo de Zidane se revolviera. Un Madrid herido es más peligroso que un Madrid en calma.
Nada más marcar el Valencia el empate, el Bernabéu se vino arriba. No era momento de pitidos y reproches y sí de creer que la Liga era posible en los últimos diez minutos de partido. Apareció entonces Marcelo, siempre tan alabado por lo que hace, pero también ocultado por tantos otros que acaban siendo héroes: que si Ramos, que si Cristiano, que si Isco... por fin llegó su hora. Cogió el balón en la frontal del área, se lo preparó y de rosca superó a Alves. El éxtasis en el Bernabéu. Un 2-1 que bien puede dar una Liga.
Dominó el Madrid casi todo el partido, pero se quedó lejos de las muchísimas ocasiones que creó ante Barcelona o Bayern. Eso sí, volvió a perdonar y tuvo que sufrir para quitarse de en medio la mayor trampa que le quedaba hasta final de temporada. El Valencia se plantó en el Bernabéu con las mismas ganas de siempre. Reventar el título al Madrid era un postre demasiado delicioso como para desaprovecharlo. Por lo menos lo luchó.
Ya en el primer minuto avisó el Valencia. Santi Mina vio el inicio dubitativo del Madrid y remató al palo en el primero de los sustos que tendría en la tarde lluviosa del último sábado de abril. Después vendría alguno más, de menor intensidad, pero el 1-0 dejaba todo tan apretado que durante muchos minutos se quedó la sensación de que la Liga se podía ir en cualquier momento.
Vivieron los blancos todo el encuentro de un gol del Cristiano más '9' de todos. Un centro de Carvajal (¡qué partido del lateral!) lo remató con la cabeza el portugués en el minuto 27. Fue un cabezazo preciso, allí donde no se podía hacer nada. Y fue la máxima expresión de que este Cristiano en la figura de delantero centro es mucho más decisivo e influyente que el que está por banda y se 'marea' en una carrera.
El portugués incluso erró un penalti, demostrando, otro día más, que un penalti no es gol. Modric se escoró en el área, estaba de espaldas a la portería, pero Parejo pecó de ingenuo. Agarró levemente al croata y nada más sentirlo, Luka se fue al suelo. No era penalti, porque el jugador valencianista ni empujó ni golpeó, pero el linier de Gil Manzano (el árbitro principal no lo vio) creyó que era penalti. Él solo veía de cara a Modric y entendió que si se caía era por algo. Toda la polémica acabó por no ser decisiva, ya que Cristiano falló el penalti. O mejor dicho, lo paró el muro Diego Alves, el más listo en esta faceta. Para uno de cada dos penaltis que le tiran.
El Valencia, más peleón que otros partidos e igual de rocoso que en sus últimas visitas al Bernabéu, cerca estuvo de amargarle otra Liga al Madrid. Se quedó cerca, pero no lo consiguió. El Madrid es líder. Le saca tres puntos con los mismos partidos que el Barça. Salvó la primera papeleta y, sobre todo, salvó el primer comodín. No tuvo ni que gastarlo. Pero vivió otra vez al límite, como le gusta. A veces sale mal, otras tantas bien. Así es el Madrid, el equipo más loco del planeta. Actúa el orgullo, no la cabeza.
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