“En el minuto 82 el jugador (17) Vázquez Iglesias, Lucas fue amonestado por el siguiente motivo: formularme observaciones sobre una jugada”.
Hay que leerlo muchas veces para paladearlo como merece. No le basta ni le sobra absolutamente nada, como le sucede a la poesía cuando se hace acreedora a llamarse tal. En la edición comentada de Sánchez Arminio se quiebra esta prosa poética en versos ajenos a la rima y a la métrica pero cuajados de ritmo, que es la única condición que ya se le pone a la poesía y al reggaetón.
En el minuto 82
el jugador (17)
Vázquez Iglesias,
Lucas,
fue amonestado
por el siguiente motivo:
formularme observaciones
sobre una jugada.
La exactitud de la localización temporal de la amonestación trae ecos del lamento lorquiano por Ignacio Sánchez Mejías mientras la audacia conceptual de los dos últimos versos desafía las convicciones más artificialmente instaladas en nuestra psique. El uso de la elipsis revela un colosal dominio de los recursos estilísticos más sutiles: el motivo de la amonestación es la existencia de una serie de observaciones formuladas (no hechas ni expresadas, sino “formuladas”, en cientifismo que sin duda rinde tributo a las vanguardias) por el futbolista Vázquez Iglesias, Lucas, pero se nos priva del conocimiento de las mismas al tiempo que la aparente frialdad en la exposición camufla sin duda una auténtica tormenta emocional en el corazón del poeta, arrojado al tormento de una disyuntiva sin solución. “¿Cómo no he de amonestarle si me formula observaciones?”, parece querer decirnos en brillantísima subversión de toda lógica, dado que en nuestra convencional visión del mundo, ajena a la llama de genialidad de Undiano, el formular observaciones parece antojarse la más formal y respetuosa forma de establecer un diálogo con el autor. Hay autores, sin embargo, cuyas sublimadas obsesiones les impiden establecer diálogo alguno con nadie que vista de blanco, cuánto menos si además formulan observaciones.
El tratamiento simbólico del color blanco en la obra de Undiano ha sido tratado hasta la saciedad por todos sus exégetas. Volviendo a la analogía lorquiana, el color blanco podría ser en la obra del eximio rapsoda pamplonica el equivalente a lo que el verde representa en la del inmortal granadino. El blanco como plasmación de las fobias más lacerantes y las pesadillas más recurrentes. Abundan en la trayectoria literaria de Undiano ejemplos que desnudan impúdicamente su profunda animadversión por ese color y sus freudianas connotaciones. Una observación rigurosa de sus abundantes versos desaconseja observaciones, valga la redundancia, cuando vistes de blanco. ¿Y si vistes en cualquier otra tonalidad, por ejemplo, blaugrana?, se preguntará inquieto el recién llegado. Repásese su obra poética y dispérsese la blanca (ay) neblina de la duda: si vistes de blaugrana puedes observar todo lo que quieras, formulada o desformuladamente, siempre y cuando lo hagas con otros y en grupos de seis o siete.
Hemos escogido, para dar por terminada la lección de hoy, estos otros portentosos versos del bardo navarro. El corazón se siente transido de belleza al declamar esta estrofa sempiterna.
En el minuto 80
el jugador (6)
Fernández Iglesias, José Ignacio,
fue amonestado
por el siguiente motivo:
discutir con un contrario.
Vuelve (con lo de “José Ignacio”) la clara referencia al llanto por Ignacio Sánchez Mejías de su maestro Federico, pero es de nuevo el arrojo conceptual de Undiano el que nos descoloca y, descolocándonos, nos conmueve. La perplejidad fue siempre, en su relación con el blanco símbolo de la muerte, el camino creador predilecto de Undiano.
“ (…) por el siguiente motivo: / discutir con un contrario”. De nuevo son puestas a prueba nuestras más rancias creencias. ¿Desde cuándo se han amonestado las discusiones (siempre y cuando no medien insultos o violencia física) entre jugadores de equipos enfrentados? Desde nunca, pero he ahí -en el desafío a nuestras certezas- la belleza transgresora de toda literatura que haya de llamarse tal. Un desafío, en realidad, dentro de otro desafío, porque un somero repaso a las imágenes que nos ofrece la televisión demuestra que de hecho no hay ni siquiera discusión, que todo lo más el tal José Ignacio se levanta del suelo demasiado rápido para el gusto del poeta, que no dice una palabra a su rival quien en cambio, en gesto idéntico al que costó la expulsión a Bale muy recientemente, empuja a José Ignacio haciéndole caer. Roja para Bale entonces, amarilla para los dos ahora y la poesía en lo más alto del más alto altar de lo refulgente por obra y gracia del arte.
Se da la circunstancia de que la amonestación a la que se refieren esos versos, y los versos en sí, dejarán al Madrid sin Nacho en el decisivo encuentro de Vigo. ¿Quién dijo pues que la poesía no sirve para nada? La poesía puede cambiar el mundo, empezando por el más modesto objetivo de cambiar el campeón de Liga. Bravo por quienes (Undiano a la cabeza) beben en silencio del manantial callado de su inspiración con la secreta esperanza de hacer la vida difícil a ese infame Real Madrid. Si el objetivo no se logra hoy, que al menos los versos de esta tarde contribuyan a su cumplimiento mañana, en Vigo o en cualquier otro transitorio escenario de esta existencia que debiera estar, por siempre, supeditada al arte y sus nobles encomiendas.