Cuando un equipo da la sensación de que marcará un gol incluso jugando andando y que puede hacer lo que quiera porque acabará ganando, un partido de fútbol pierde toda su esencia. O el fútbol entendido como emoción. En Riazor hubo dos equipos que representaban dos mundos: un Deportivo triste, dándose por perdedor desde el principio, y un Madrid con condición de lo que es, el mejor. [Narración y estadísticas: Deportivo de La Coruña 0-3 Real Madrid]
La indestructibilidad del Madrid ya se demostró en otras noches de gloria, por lo que no parecía Riazor un lugar para llevarse sorpresas. La única conclusión que se puede sacar del tibio duelo en La Coruña es la de que esta Liga, como las últimas cinco, tendrá una gran diferencia entre los de arriba y los de abajo. Los grandes 'pincharán' algún día, es imposible que no lo hagan, pero a desigualdad es tal que ya a los primeros minutos se sabía que el Madrid no se dejaría puntos en la primera jornada.
En uno de los estadios que fue durante 18 años maldito (desde 1992 a 2010 el Madrid no ganó en Riazor), pero que ahora se ha convertido en un mero trámite, los blancos disfrutaron de un encuentro excesivamente plácido. La Coruña ya no es lo que era. Ni aprieta la afición ni el Deportivo invita al sobresalto.
Hasta el minuto 20 no llegó el primer gol, de Bale tras una cadena de errores de Rubén, portero del Deportivo, y Benzema, que no supo rematar, pero ya antes de ese 0-1 se supo que el Madrid ganaría. Y eso que Andone, en los primeros minutos, tuvo dos mano a mano que pilló a la defensa blanca dormida, pero los de Zidane cuentan con un Keylor Navas imbatible, en uno de sus momentos más dulces en meses. Hasta paró un penalti en el tramo final.
Con el papel de dominador absoluto se paseó el Madrid por tierras gallegas. Su segundo gol bien lo indica. 44 pases que comenzaron en Keylor y terminaron en Casemiro, que solo tuvo que empujar el balón en línea de gol pero que otra vez, con esa sonrisa continua, sumó otro tanto a su cuenta. Todo con mucha facilidad y batiendo un récord. Ni el Barça de Guardiola, paradigma del toque y la posesión, marcó un gol con tantos pases.
Con un partido cerrado a la media hora de juego, el reto de los de Zidane era mantener la calma, dejar pasar los minutos y quitarse cuanto antes este trámite. Todos cumplieron, excepto Sergio Ramos, que, acelerado en un ambiente calmado, acabó siendo expulsado (doble amarilla) y eso que le perdonaron una roja directa minutos antes por responder a un débil cabezazo de Fabian Schär con un manotazo. Esto también es Ramos.
Más tarde marcó Kroos en otra jugada que representa bien a este Madrid feliz. El último toque fue del alemán, pero en la jugada intervinieron jugadores que cumplieron con la faceta que tienen en este equipo. Benzema retrasó posición, controló el balón e inició la jugada. Isco dibujó en la frontal del área y se la dio a un Bale que recortó y echó la mirada atrás, donde llegó Kroos. El 0-3 fue otra obra de arte.
Ni un penalti tonto cometido por Carvajal asustó al Madrid. Lo paró Keylor Navas, en una acción que sirve para ser el primer líder de la Liga. Los blancos regresan al campeonato como lo acabaron, en primera posición. Y lo hizo todo muy fácil. Así también es este torneo.
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