Las primeras noches, ay, las primeras. Siempre tan complicadas, tan inesperadas y tan imprevisibles. Tienden a aparecer, a menudo, como una oportunidad de a dar luz algo nuevo, pero acaban… En fin, cómo decirlo, no siempre como uno quiere. Díganselo al Atlético, que se vio abatido, desarmado, superado y sobrepasado. Y también con uno menos por la expulsión de Griezmann. Pero resucitó. ¡Y de qué manera! Sacó un empate que vale oro y se fue con una sonrisa. Muy al contrario que su rival. El Girona se estrenó en Primera como un tiro y se marchó a su casa con el rostro torcido. Ganó un punto, pero, ay, se creyó con los tres. Poco importa. Cumplió en su debut, enseñó los dientes y confirmó que no está en Primera por casualidad [narración y estadísticas: 2-2].
Era el estreno de Montilivi, el bautismo del Girona. Su primer partido. ¡Y contra el Atlético! Qué mejor cartel, qué mejor manera de empezar, qué ganas tenía el respetable. Y cómo tiró los fuegos artificiales. El equipo de Pablo Machín saltó al campo como un toro bravo, tocó el balón, controló con el Atlético metido en su campo e inauguró su cuenta particular gracias a dos fallos de los colchoneros. Ambos de la zaga, que no fue capaz de defender por alto a Stuani. El uruguayo, a sus 30 años, resucitó en Primera con dos cabezazos directos a la yugular rojiblanca. Metió a los suyos de lleno en la máxima categoría y puso a soñar a todos. Pero, claro, al otro lado estaba el equipo de Simeone…
No cedió el Girona. No estaba dispuesto. Y no lo hizo. De hecho, llegó a tenerlo todo a favor. El Atlético, que no estaba ante su día, encontró primero a Griezmann en su mejor versión: una chilena dejó callado a Montilivi, pero se marchó fuera. Y, poco después, apareció la peor versión del francés: primero se tiró delante de Iraizoz –y vio una amarilla– y después, por protestas al árbitro, se fue expulsado. El Atlético se quedó con 10. Y dos goles por debajo. Entonces, nadie, absolutamente nadie, creía.
Sin embargo, si hay algún equipo que no pierde la fe, ese es el Atlético. Y, de nuevo, supo darle la vuelta al resultado y se hizo con el empate. Correa recortó distancias en una cabalgada de época que acabó con un testarazo dentro de la portería de Iraizoz. Minutos después, Vietto, solo delante de la portería, la mandó a las nubes. Y, a cinco minutos del final, Koke la puso desde la izquierda y Giménez, de cabeza, hizo el empate. Pero todavía quedaba partido…
Y el Girona no estaba dispuesto a tirar la toalla. De hecho, tuvo una última. Kayode remató dentro del área y entonces apareció Oblak, que con una mano prodigiosa, dejó el empate en el marcador. Un buen resultado para el Atlético, por cómo se había puesto el partido, y un gran resultado para el Girona, que a pesar de tener los tres puntos en su mano, se quedó con uno en su primer partido en la máxima categoría.
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