El partido entre Barcelona y Las Palmas correspondiente a la séptima jornada de Liga fue suspendido en un primer momento por motivos de seguridad. El conjunto azulgrana, unilateralmente, había decidido no jugar el partido y podría haber perdido los tres puntos. La Liga, la Real Federación Española de Fútbol y los Mossos querían que se disputara el encuentro, pero el club había optado por no comparecer.
El partido, programado para las 16:15 horas, no se iba a disputar. Estaba previsto que entre 70.000 y 90.000 personas acudieran al Camp Nou para ver el encuentro entre ambos equipos.
Horas antes, la directiva del Barcelona había anulado la comida prevista con los representantes de Las Palmas para reunirse y estudiar la situación. Los episodios de violencia que se han dado en algunos colegios de Cataluña habían impulsado a Josep María Bartomeu y a toda su directiva a anular el partido de manera unilateral.
La Real Federación Española de Fútbol había reconocido que las medidas de seguridad eran las adecuadas y, por tanto, la decisión, únicamente, correspondía al conjunto azulgrana, que finalmente había decidido tomar una decisión unilateral para suspender el partido.
La UD Las Palmas, antes del partido, había lanzado un comunicado en el que, entre otras cosas, anunciaba que iba a jugar con una bandera de España en la camiseta. "El club podría haberse limitado a ser testigo mudo de esta encrucijada histórica o tomar partido. Nos decantamos por lo segundo. Decidimos bordar en nuestra camiseta una bandera española y la fecha de hoy, 1 de octubre de 2017, para testimoniar sin estridencias nuestra esperanza en el futuro de este país en la buena voluntad de quienes convivimos en él, en busca del mejor entendimiento".
Finalmente, y ante la imposibilidad de que la Liga de Fútbol Profesional aceptase aplazar el encuentro, el FC Barcelona decidió que el partido se jugase a puerta cerrada.