A Daniel Alberto Díaz (Catamarca, Argentina, 1979), el Cata Díaz, un día en el Estadio Santiago Bernabéu le tuvieron que parar entre quince. Seguramente no es el contrincante más indicado para tener un malentendido pero, de cerca, se muestra reflexivo, consciente de lo que conlleva su profesión, generoso y leal.
Tras morir por las camisetas de Rosario Central, Boca Juniors o Atlético de Madrid, ente otros, el pasado verano regresó a Getafe. Su Getafe. Ese equipo que él paseó por Europa camina hoy en día por la decimotercera posición de la igualada Segunda División, a un punto del último puesto con derecho a playoff de ascenso. Este domingo visitan al Levante, líder destacado de la categoría. Pero antes atiende a EL ESPAÑOL.
Cuando revisé en pretemporada las plantillas de Segunda División presentí que este año sólo habría que luchar por dos plazas de ascenso, porque la otra era para el Getafe seguro: estaba el Cata Díaz. De pelear por los títulos en Argentina ha pasado a esta categoría. ¿Eso cómo se lleva?
Ya sabía dónde venía, sabía que la Segunda es muy complicada, porque es al revés que cuando estás en Primera. Nosotros con el Getafe en Primera pensábamos en sacar 42 puntos y salvarnos, y ahora el cambio es que tienes que sumar para estar arribar y ser primero o segundo, salir campeón.
¿Ese cambio de chip es fácil para el club; comprender que normalmente el resto de equipos serán más humildes y el Getafe siempre irá con el cartel de favorito?
Cuando bajas a Segunda sueles pensar que va a haber diferencia ante otros equipos, y no es esa la realidad. Está todo muy parejo y lo hemos notado en el comienzo de la competición, no tuvimos un buen arranque. Ahora estamos encontrando regularidad, no la que queremos todavía, pero bueno. Cada rival tiene lo suyo y te pone las cosas muy difíciles.
Yo le he visto disparar en los entrenamientos y aquello son misiles. ¿Por qué no tira más a puerta el Cata Díaz?
Sí, tendría que patear un poquito más. Siempre se está a tiempo de aprender y entrenar más esa faceta del tiro libre.
No me refiero sólo a las faltas. Yo le he visto también en jugada, pegarle de primeras, según le viene.
Sí, sería cuestión de mentalizarme y poder hacerlo. También soy consciente de que hay otros compañeros que le pegan muy bien.
LOS COMPAÑEROS Y LOS RIVALES
Ahora en este Getafe esos compañeros son jovencitos. Su experiencia debe ser clave para partidos de máxima exigencia y máxima tensión. Usted de máxima tensión sabe un rato –que se lo pregunten a Marcelo, que aún corre despavorido, o a la afición de River Plate–.
A mí me pasó también cuando era joven y empezaba. La gente con más experiencia siempre te habla y te aconseja. Ahora es cuestión de hacer las cosas al contrario: hablar, aconsejar, tratar de ordenar el equipo. En el fútbol hablar es fundamental para posicionar a un compañero, para ciertas cuestiones que la gente desde afuera no percibe, pero dentro de la cancha lo tenemos que hacer. La gente que tiene más experiencia lo tiene que hacer sí o sí.
¿Y quiénes fueron aquellos compañeros veteranos que le aconsejaban en sus inicios?
Cuando jugaba en Rosario Central tenía como compañero a [Juan Antonio] Pizzi, un jugador muy importante para el equipo y que había tenido una trayectoria muy buena, y bastante experiencia. Después en Boca Juniors, aunque ahí yo ya tenía algo más de edad, compartí vestuario con Riquelme, con Palermo, con el Pato [Abbondanzieri], jugadores importantes y que habían ganado muchas cosas en el fútbol. De todos se aprende, y también de grandes entrenadores que he tenido.
¿La convivencia con los rivales cómo es? ¿Ha conseguido hacer amigos alguna vez entre ellos o son enemigos para siempre?
Los rivales dentro de la cancha son rivales, y los rivales te quieren quitar la ilusión, la ilusión que tienes de pelear y estar arriba. Dentro de la cancha yo tengo que dejar todo por la camiseta que estoy vistiendo y por el club. Después termina el partido y las cosas quedan ahí, dentro del campo, aunque a veces no suceda así. Pero la cuestión es defender a muerte dentro de la cancha, sin pensar si son amigos.
Había un defensa que decía que a partir de determinada línea –justo ahí donde estuviera él– comenzaba el pan de sus hijos.
Es algo así. Te mueve la ilusión de ganar. Uno se divierte más cuando gana. Después se puede hablar de si se juega bien o mal, pero el ganar lo es todo en el fútbol.
LA RELACIÓN DEL FUTBOLISTA CON LA GRADA
En los entrenamientos abiertos del Getafe, en su ciudad deportiva, suelen reunirse un grupo de aficionados, entre quince o treinta, que observan con interés las evoluciones del equipo. Al final de la sesión siempre hay alguno que se acerca a los jugadores. “Este domingo es importante” o “ya no podemos perder más partidos” son frases que se pueden escuchar una mañana cualquiera. El Cata Díaz intenta responder con cercanía, mientras firma algún autógrafo o posa para una foto: “Vamos a hacer todo lo posible”. Él está acostumbrado a visitas mucho más traumáticas en los entrenos en Argentina, donde la pasión se lleva al límite.
La relación del Cata con las hinchadas rivales, por su manera de expresarse dentro del terreno de juego, siempre ha sido complicada. Alejándose un poco de la escena, y observando el problema desde arriba, el central argentino analiza el distinto papel que desempeña cada una de las partes en el mundo del fútbol.
¿Cómo ve su relación con el público? ¿Hasta dónde tiene que aguantar un futbolista las provocaciones desde la grada?
Aquí en España la gente se controla un poco más, en Argentina es totalmente diferente. No tendría que ser así. A veces la gente piensa que porque paga una entrada tiene derecho a tirar cosas, insultarte o decirte cualquier barbaridad. Y en un partido hay muchas circunstancias que hacen que a veces reacciones de un modo diferente.
¿Pero el futbolista de élite tiene la obligación, por el mero hecho de tener un gran sueldo, de soportar todo lo que le llega desde la grada?
No, no tendría que ser así, pero sucede y es difícil. Puedes reaccionar mal y después del partido hacer autocrítica. Pensar que no tenías que haber hecho ese gesto al público. Pero son como desahogos. A veces pasa.
¿Qué es lo peor que le ha sucedido con un aficionado?
Escupitajos, decirte cualquier cosa, tirarte algo también. Pero bueno, aquí es más tranquilo. Uno también, cuando van pasando los años y tiene más experiencia, quizá trata de aguantar un poco más. Pero hay partidos que los vives con mucha intensidad, haces cosas que no tienes que hacer y provocas a la gente.
¿Es decir, que cuando Neymar tenga más experiencia estará un poco más tranquilo en su relación con la grada?
Él ya tiene experiencia. Lo que pasa es que depende de los momentos del partido. Esa clase de jugadores, tanto él como Suárez y Messi, aguantan más que los demás, del resto de jugadores y de la afición.
Una última duda: ¿son más provocadores ustedes los argentinos o los brasileños?
Hay grandes jugadores que juegan de determinada manera, y si no conoces las cosas que han hecho desde siempre lo puedes tomar como que te están vacilando. Pero ellos han sido así toda la vida. Es su forma de jugar.