Para disputar el US Mid-Amateur Championship, más conocido como Mid-Am, sólo hay que cumplir dos condiciones: ser mayor de 25 años y tener un hándicap de 3.4 o inferior. A priori no parecen grandes exigencias, menos aún considerando el premio para el vencedor absoluto: una plaza en el Masters de Augusta, el primer grande de la temporada de golf y probablemente el torneo con mayor solera del mundo.
Allí estará el próximo mes de abril Sammy Schmitz, un visitador médico a caballo entre Wisconsin y Minnesota. Un tipo normal, de 35 años, con mujer y con dos hijos. Hace tiempo que abandonó la Universidad de St. John y hace casi el mismo que comenzó a trabajar para la empresa pública de servicios sanitarios Healthcare Services Group. Lo dicho, un tipo de lo más normal, con una vida normal y una afición normal. ¿Quién le iba a decir que terminaría jugando en el templo del golf moderno? Pero sobre todo, ¿quién le iba a decir que lo conseguiría de la forma que lo ha hecho?
El Mid-Am tiene un formato similar al del British Amateur, en el que tras dos jornadas de torneo por golpes se establece una clasificación que determina unos cruces para una segunda fase en formato match-play (como los individuales de la Ryder Cup). Rondas que Sammy Schmitz, visera y pantalones cortos, nada que ver con los atuendos de los pros, llevó hasta la finalísima frente a Marc Dull, otro amateur de 29 años, con un pasado en la Universidad de Florida Southern y como caddie en el complejo vacacional cercano a Tampa. 36 hoyos a cara de perro que se decantaron del lado de Schmitz (3&2) cuando el de Wisconsin embocó desde la salida del hoyo 15.
Un albatros, el segundo en toda la historia del torneo. Hoyo en uno en un par 4 de casi 240 metros. Éxtasis total. ¿O no tanto?
La victoria garantiza a Schmitz la posibilidad de entrenarse y jugar en el campo de Georgia tantas veces como quiera de aquí a la primera semana de abril, cuando se disputa el US Masters -que así lo llaman los yanquis-. Una bendición para muchos, un problema para él. Con el sueldo de un tipo normal y la imposibilidad absoluta de jugar ni una sola ronda en todo el invierno en los alrededores de su casa en River Falls, Winconsin, donde las temperaturas han llegado a registros históricos de 41 grados bajo cero y la altura de la nieve ha superado con asiduidad los 250 centímetros, el viaje a Magnolia Lane es un absoluto quebradero de cabeza.
Quizás por ello, quizás por el ejemplo de EL ESPAÑOL o quizás por la simple necesidad de prepararse para evitar un desastre, Natalie, la mujer de Schmitz, ha decidido iniciar un campaña de crowdfunding que consiga proporcionarle a su marido el dinero suficiente para costearse los viajes a un lugar donde entrenarse, un preparador en condiciones, el viaje del propio jugador y su familia durante la semana del torneo y, sobre todo, la oportunidad de disputar varias rondas en el Augusta National antes de abril.
La familia Schmitz calcula que sus gastos no bajarán de los 30.000 dólares -algo más de 26.000 euros- y por eso ha abierto una ventana en GoFundMe con un mensaje casi lacrimógeno, muy americano, para conseguir la financiación a través de donaciones desinteresadas. "Ser padre de dos preciosas niñas y tener facturas y los gastos del día a día han hecho realmente complicado encontrar ingresos para conseguir que el sueño de jugar el Masters se haga realidad".
Un mensaje que, por ahora, parece haber calado entre la comunidad de golfistas estadounidenses -se calcula que superan con creces los 35 millones de practicantes en EEUU-, pues las cifras, en apenas 24 horas, superaban los 19.000 dólares. El sueño queda mucho más cerca.