El perfume de las magnolias y las azaleas es el olor del golf, el aroma de la excelencia, el ambiente en el que se desarrollan las grandes gestas, los momentos que trascienden este deporte para convertirse en historia. A eso aspiraba Jon Rahm este 8 de abril en el Augusta National, a una remontada épica, inédita en el Masters desde 1956, aunque al español, al ataque desde el primer golpe hasta el segundo en el hoyo 15, le fue negada cualquier opción por el estadounidense Patrick Reed, impecable todo el día, soportando los ataques de unos y otros y que ya es, por derecho propio, miembro del club de los ganadores de torneos de Grand Slam.
Birdie en el hoyo 2 y birdie en el hoyo 3. La carga de la brigada ligera llegó pronto y con Rahm al frente de la caballería. El español iba en el partido anterior al del líder y Reed comenzó su día escuchando los vítores del graderío a los aciertos del español. Y esos gritos en un campo de golf también influyen, sobre todo cuando los nervios te pasan factura en el primer hoyo -bogey de Reed- y envalentonan a un ejército al que le salían nuevos soldados a cada paso.
Mientras Rahm era el mejor entre iguales -Rory Mcilroy, Rickie Fowler y Jordan Spieth también salieron al ataque pero tardaron más en hacer notar sus evoluciones en el leaderboard-, Bubba Watson, Henrik Stenson o Dustin Johnson asomaron la cabeza aprovechando que llevaban hoyos de ventaja. Ninguno de ellos estaba en posición de competir, ni siquiera el inglés Paul Casey, que coqueteó con el récord del campo hasta que le cayeron dos bogeys en los hoyos 17 y 18.
El Masters iba a ser cosa de cinco, entre ellos se disputarían la chaqueta verde y tres ellos no flaquearon en ningún momento. McIlroy, quizá el gran tapado de los candidatos al título en la última jornada, aguantó cinco hoyos, los que tardaron en caerle el primer bogey. Desde entonces comenzó una caída libre impropia del exnúmero uno del mundo, que jugando en el último partido con su némesis estadounidense fue incapaz de entrar al juego psicológico con el que nos deleitaron en la última Ryder Cup.
Algo más duró Jon Rahm, pues el español mantuvo el órdago hasta el hoyo 15. Desafiar a Augusta a pecho descubierto nunca suele ser sinónimo de buen resultado, y el de Barrika salió el domingo con mucha ambición, cabeza fuerte y un golf de calidad extrema, aunque ni por esas. Al National le bastaron dos dudas del vasco para hundirle, literalmente. Si Sergio García se despidió del torneo el jueves en el hoyo 15, Rahm lo hizo el domingo en idéntico escenario.
Después de cinco birdies y un solo error en todo el día, Rahm tiró la bola al agua cuando buscaba la opción de eagle. La ambición fue traicionera, le castigo ahí y le penalizó mentalmente en el resto de una vuelta que le vio caer ligeramente en la clasificación condenándole a la cuarta plaza. Adiós al sueño de conquistar su primera chaqueta verde con 23 años como lo hiciera Severiano Ballesteros. Por suerte, el año que viene volverá. Y al siguiente, y al siguiente...
El ataque del chico maravilla
Segundo en su debut, campeón en 2015, segundo en 2016 y 12º el año pasado, el idilio de Jordan Spieth con el campo de Georgia es envidiable, como si las magnolias le susurrasen. Wonderkid, el chico maravilla, vive enamorado del campo de Georgia y no pierde la oportunidad de recordarlo. De hecho, él y no Paul Casey se quedó a un golpe del récord del campo (63). Terminó con 64 golpes, menos ocho en la tarjeta del día, después de empujar hasta decir basta, de embocar putts de todos los colores desde cualquier posición. Él era el penúltimo ataque. Y fracasó. Por suerte para el espectáculo quedaba Fowler.
Mientras Patrick Reed alternaba aciertos y errores con un mentalidad tan férrea como su estrategia de protegerse de su propio drive y jugársela con la seguridad de su madera tres desde el tee, Rickie Fowler vivía bajo la sombra de Rahm. El juego ofensivo del español, sus resultados iniciales y sus aspavientos cuando la cosa comenzó a torcerse hicieron pasar inadvertido durante buena parte de la jornada al niño bonito del golf mundial, al tipo más cool para captar nuevas generaciones.
Fue en el mismo hoyo 8 donde el sábado Rahm y McIlroy se engancharon al torneo con sendos chips&run que levantaron de su asiento hasta el mismísimo Jack Nicklaus cuando el hombre al que Puma hizo famoso vistiendo de naranja fluorescente hizo sonar la corneta.
Del 8 al 18, Fowler enganchó seis birdies para encaramarse con el último a un -14 que haría temblar el pulso propio y especialmente el de Reed, que llegó al tee del 18 uno arriba después de dejarse por el camino un birdie cantando en el hoyo 15 (y eso que apunto estuvo de morir donde lo hizo Rahm) y de pasar más de un apuro en el 16 y el 17. Sólo tenía que meterla en cuatro para vestir de verde. Cómo para fallar después de aguantar lo que aguantó.
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