La mañana del 23 de febrero de 2021 no fue una mañana más para Tiger Woods. Comenzó su día como cualquier otro, pero solo la suerte y destino consiguieron que no fuera el final de su camino. Aquel 23 de febrero, el considerado como uno de los mayores genios del golf en toda la historia volvió a nacer después de sobrevivir a un brutal accidente en la pequeña localidad de Rancho Palos Verdes, cerca de Los Ángeles.
Si Tiger hubiera tenido la oportunidad de detener el tiempo en el momento en el que estaba dando vueltas de campana con su vehículo y le hubieran dado el poder de dar marcha atrás, seguramente habría reducido la velocidad con la que conducía, muy superior a la permitida en ese tramo. Ahora, más de tres meses después, las enormes secuelas de aquel terrible accidente son todavía muy visibles y hacen casi imposible pensar en el regreso del gran Tiger a los campos.
Todavía lleva en su pie la famosa bota con la que apoyaba después de pasarse semanas en el hospital, pero aún no sabe lo que es caminar sin dificultad. Sus maltrechas piernas, sobre todo la derecha, le siguen dando la lata y le recuerdan a cada segundo que en aquel instante pudo haber perdido la vida, aunque finalmente solo esté cerca de perder el resto de su carrera deportiva, una carrera que por otra parte ya había vivido sus mejores golpes.
Las primeras apariciones de Tiger han sido realmente duras. Con unas piernas que casi no le responden, apoyado en sus muletas y con el desánimo clavado en el fondo de sus ojos, pero con el alivio de seguir vivo. Ni quiere ni puede oír de volver a jugar al golf porque ahora su único y su mayor reto es llegar algún día a caminar con cierta normalidad. En ello centran todos sus esfuerzos y para ello lleva semanas y meses trabajando en lo que ya se ha convertido en el partido más importante y largo de su vida. Es triste, pero es la dura realidad que le toca vivir después de haber renacido de entre el amasijo de hierros en el que se convirtió su Genesis GV80.
Un Tiger superado
Antes de cumplir los 20 años, un Tiger Woods que todavía no se consideraba profesional ya había vencido en tres Abiertos de Estados Unidos demostrando que había nacido un genio del golf. No fue hasta 1996 cuando dio el paso de convertirse de manera oficial en jugador profesional y solo tres meses después ya tenía en sus vitrinas dos trofeos de máximo nivel. Así fue su carrera desde sus inicios hasta su cenit, un ascenso meteórico.
Desde entonces, Tiger ha vivido muchas alegrías y grandes victorias, pero también algunas derrotas muy dolorosas y, sobre todo, muchas lesiones. La exigencia del golf se ha hecho presente en su cuerpo en multitud de ocasiones con varias operaciones en la espalda y en la rodilla que le han tenido de baja durante muchos meses. Sin embargo, en esa primera gran aparición desde su accidente, Woods ha reconocido que esta vez, el proceso de rehabilitación y recuperación está siendo infinitamente más duro de lo que nunca había experimentado.
No es descabellado y ni lejano afirmar que Tiger ha quedado destrozado, no solo física, sino también anímicamente. Por ello, todos los expertos concuerdan en que su regreso es casi una quimera, una odisea inimaginable. Él, de momento, se centra en volver a caminar con soltura y después, cuando eso llegue, todo se verá.
Ahora Tiger realiza numerosos de trabajos de recuperación, rehabilitación y fisioterapia a diario durante muchísimas horas, lo que se ha traducido en un gran desgaste para él. Acostumbrado a lidiar con las lesiones, tras el accidente se encuentra abatido porque sabe mejor que nadie que esto es tan distinto que volver es casi irreal.
Otro paso por quirófano
Para colmo, esta recuperación podría ser un problema cíclico, que entre en bucle, si finalmente necesita volver a pasar por el quirófano, una posibilidad que no está ni mucho menos descartada. Todos los trabajos que Tiger lleva haciendo durante semanas y meses podrían tener como fin de nuevo una mesa de operaciones para retocar de nuevo sus piernas. Y otra vez volver a empezar.
Casi todos sus esfuerzos se centran ahora en volver a recuperar su maltrecha pierna derecha, la que más sufrió en el accidente con varias fracturas abiertas de tibia y peroné y la que le tuvo durante casi un mes sin poder salir del hospital hasta que consiguió regresar a su residencia en Los Ángeles. El calvario está siendo tremendo y volver a pasar por más operaciones podría alargar todo el proceso y convertirse en una batalla mental que no pueda ganar.
Además, a pesar de todos los esfuerzos, la inactividad deportiva y los días en cama han provocado que, junto con las múltiples lesiones, Tiger haya perdido una gran masa muscular, fuerza en sus piernas y hasta gran parte de su movilidad. Todo piedras en el camino que alejan un regreso que sería histórico, digno de una película de Hollywood.
Cuando Tiger sepa definitivamente si tiene que volver a operarse y si el estado de sus piernas, sobre todo de la derecha, puede volver a ser más o menos como antes del accidente, podrá empezar a valorar si realmente una vuelta al profesionalismo del golf es posible, o si simplemente echar unos hoyos por diversión es una opción.
El ejemplo de Mickelson
Desde el momento de su accidente, el golf y el mundo del deporte se han volcado de lleno con Tiger, esperando que uno de los más grandes de todos los tiempos consiga volver, al menos para tener la despedida que se merece, compitiendo. Todos los expertos que han evaluado su estado, la gravedad de las lesiones, y sobre todo su imagen actual, concuerdan en que ese apoyo recibido, sentirse respaldado y querido y tener la cuenta pendiente de poder irse en paz pueden ser la mejor motivación para que Woods peleé hasta lo imposible por regresar.
Ahora, Eldrick Tont, que así es como verdaderamente se llama Woods, tiene 45 años, una edad avanzada para el deporte, no tanto para el golf. Son años que explican su grandeza y su impresionante trayectoria y que le han permitido convertirse en uno de los grandes junto a Jack Nicklaus y Arnold Palmer.
Sin embargo, son pocos comparados con los que tiene el protagonista de la última gesta que ha vivido su deporte, una gesta que podría tomar como ejemplo y que podría ayudarle a cumplir el sueño imposible de regresar. Uno de sus grandes rivales, Phil Mickelson, que hizo su debut profesional cuatro años antes que Tiger, se ha convertido recientemente en campeón del PGA.
Lo ha logrado a los 50 años, lo que le convierte en el jugador más veterano de la historia en apuntarse un major, y además lo ha conseguido cuando se cumplían ocho años de última gran victoria en el circuito. Este triunfo le puede servir a Tiger para darse cuenta de que a él todavía le quedan unos años para llegar a los 50, tiempo suficiente para recuperarse y, aunque no ganar, por lo menos volver a sentir la grandeza de recorrer los campos de golf más importantes del mundo.
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