Los deportistas brasileños que se preparan para las Olimpiadas estaban ya acostumbrados al dengue, pero con el Zika han extremado las precauciones. Los eventos de preparación y aclimatación que se celebran estas semanas en Río de Janeiro están presididos por el repelente de insectos y la alarma: nadie esperaba que el Gobierno autorizase incluso al Ejército allanar cualquier vivienda, incluso en contra de la voluntad de sus moradores, para fumigar zonas proclives a la cría del mosquito.
Brasil se ha convertido en el epicentro de la epidemia del virus Zika, una enfermedad transmitida por mosquitos (sin vacuna ni cura conocida) y vinculada con malformaciones fetales que fue declarada “emergencia internacional” por la Organización Mundial de la Salud (OMS) este mismo lunes.
Los Juegos de la 'ciudad maravillosa' podrían ser menos festivos de lo previsto y la creciente inquietud internacional podría llegar a disuadir a aficionados y turistas de acercarse a Río, donde inicialmente se esperaba la llegada de medio millón de personas durante las tres primeras semanas de agosto (los Juegos se celebran oficialmente entre el 5 y el 21 de ese mes; los Paralímpicos en septiembre).
Fumigaciones en el Sambódromo
El Comité Organizador, aunque reconoce su "preocupación", insiste en que "no han sido devueltas entradas ni se han cancelado viajes". Sin embargo, el Ministerio de Sanidad ha confirmado que agentes públicos y militares han visitado ya alrededor de 11 millones de domicilios, una cuarta parte del total previsto, para prevenir la extensión de la epidemia. Mientras tanto, deportistas extranjeros y demás personal participante en las Olimpiadas exponen ya su idea de pasar más tiempo del previsto en los hoteles y alejarse de playas y masas de agua para evitar a los minúsculos transmisores del mal.
La luchadora estadounidense Adeline Gray, tres veces campeona mundial y favorita al oro olímpico, afirmó a AP en Río que "si estuviese planeando quedarme embarazada, estaría verdaderamente inquieta... Influiría incluso en mi decisión de venir a Brasil". Sus entrenadores le han prohibido salir a nadar durante su estancia en Brasil para uno de los eventos-prueba. "Desgraciadamente, no pasamos mucho tiempo fuera: llevamos manga larga, pantalones y nos ponemos el máximo repelente posible".
“Va a ser un combate casa por casa en el que el Gobierno pondrá todo su empeño”, ha advertido la presidenta Rousseff: el 80% de los mosquitos Aedes se reproducen en zonas húmedas de viviendas. tales como tiestos, botellas abiertas, charcos o depósitos de agua. El Ayuntamiento de Río de Janeiro organizó la semana pasada una fumigación de su célebre Sambódromo, donde este mes culminará el carnaval más importante del mundo, para mostrar su compromiso irrenunciable con este problema.
Wilson Savino, epidemiólogo del prestigioso instituto Oswaldo Cruz en Río de Janeiro, equiparó este miércoles en The Guardian el estado actual de duda científica sobre el virus del Zika con la aparición del SIDA a comienzos de los años 80: "En Brasil no sabemos mucho sobre él, comparado con el dengue o la fiebre amarilla [...] El grado de ignorancia es comparable a hace 32 años".
Al brote de Zika se suma el dengue, otra enfermedad que se extiende por el continente sudamericano por la influencia de El Niño (que provoca un clima más húmedo, sobre todo en verano) y está presente ya, por ejemplo, en zonas tradicionalmente inmunes de Argentina. Aunque las autoridades cariocas insisten en que la época de los Juegos no es temporada para el dañino mosquito (cuya fase de proliferación llega sobre todo hasta mayo), su alcalde, Eduardo Paes, sí ha reconocido en diversas entrevistas que “me preocupan los ciudadanos que están aquí hoy”.
La declaración de emergencia de la OMS contradice el optimismo del Ayuntamiento sobre la situación que se vivirá en agosto y se alinea con la postura del Gobierno brasileño, asediado por la crisis económica y los problemas de gobernabilidad derivados de megaescándalos de corrupción, que en las últimas semanas utiliza sin reparos términos como “guerra”, “lucha” o “combate” contra una amenaza que, según la propia OMS, infectará este año a cuatro millones de personas. 1,5 millones estarán en Brasil.
El ministro de Sanidad, Marcelo Castro, aseguró este lunes que la epidemia es peor de lo que pensaban, dado que el 80% de los infectados no muestran síntomas visibles, y admitió que están "convencidos" de que el Zika está detrás de los 3.700 casos de microcefalia confirmados en Brasil en 2015. Su departamento prohibirá las donaciones de sangre de personas que hayan sido infectadas, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, donde ya ha aparecido un caso de transmisión entre humanos.
Consecuencias económicas
Por ahora la OMS no desaconseja viajar a Brasil, pero la declaración de emergencia global sucede en medio de la peor recesión brasileña en medio siglo. Las autoridades confiaban en que la fuerte depreciación del real frente al dólar en los últimos seis meses (un 40%) produjesen una avalancha de turistas con motivo de los Juegos Olímpicos. Una eventual descalabro de visitas internacionales tendría efectos económicos nefastos sobre un 'gigante' en entredicho, aunque ningún organismo público contempla aún ese escenario.
Los organizadores de Río 2016 admiten llevar semanas escrutando (pese a los recortes presupuestarios) los diferentes recintos olímpicos en busca de remansos de agua. Su director de comunicación, Mario Andrada, ha dicho que “no hay razón alguna” para siquiera hablar de cancelar o posponer los Juegos (agosto es bastante más seco y frío que enero o febrero).
La epidemia, no obstante, añade otra carga a los Juegos de la 'ciudad maravillosa', donde las aguas contaminadas de la bahía de Guanabara ya eran una preocupación para regatistas y bañistas y la recesión ha impuesto medidas inéditas de austeridad desde hace medio año. El prudente Thomas Bach, presidente del COI, ha admitido que "por ahora toca vestir adecuadamente, cerrar las ventanas y usar repelentes”. Abril y mayo serán los meses decisivos para calibrar si los organismos microscópicos tendrán un impacto determinante en unos Juegos Olímpicos cuya recta final no tiene prácticamente puntos de contacto con la euforia que se vivía en Brasil cuando la ciudad del Maracaná arrebató la organización a Madrid en octubre de 2009.