100 días para Río: Brasil preferiría no tener los Juegos
El país sudamericano sólo puede presumir del capítulo en que menos se confiaba: las obras. La economía y la política se desploman a su alrededor.
27 abril, 2016 01:25Noticias relacionadas
En la final del último Mundial de fútbol (julio de 2014) no pronunciaron discursos ni el entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter, ni la presidenta brasileña, Dilma Rousseff. Bastaba con que la cámara les enfocase para que el Maracaná les dedicase abucheos. Habrán pasado dos años y unas semanas el próximo 5 de agosto, cuando se inauguren los primeros Juegos Olímpicos sudamericanos, y la cuestión no es si la mandataria será o no silbada: a fecha de hoy ni siquiera puede asegurarse que sea Rousseff quien presente un evento que hasta hace tres años producía orgullo a los 200 millones de habitantes que pueblan la sexta economía del mundo. Faltan cien días para los Juegos y esta es la situación:
Obras: lo que preocupaba es lo que mejor va
El escollo oficial para la celebración de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro está salvado: las obras están concluidas ya al 98%. La preocupación reside en la “operación de los juegos y en la operación de la ciudad”, según afirmó Roberto Ainbinder, director de Proyectos de la Empresa Olímpica Municipal, hace unos días.
Dos asuntos interfieren en la tranquilidad de las autoridades respecto a los estadios y proyectos de movilidad urbana:
(i) La calidad de las obras: la semana pasada, dos personas murieron cuando se derrumbó una ciclovía construida expresamente para los Juegos en la playa de Sao Conrado. Los trabajos de construcción se han cobrado además la vida de 11 operarios: según la Superintendencia Regional del Trabajo en Río de Janeiro, el elevado número de víctimas mortales es producto de la falta de preparación por parte de los obreros y de las jornadas excesivas, multiplicadas desde que el Comité Olímpico Internacional amenazase a Río con buscar un 'plan B' por tratarse de "los peores preparativos en 40 años".
(ii) La línea de Metro Ipanema-Barra de Tijuca. En una ciudad con un tráfico insoportable, este transporte suburbano era la obra estelar en el conjunto de proyectos de movilidad urbana diseñado por el Ayuntamiento como "legado olímpico". La muy alabada línea de metro que llevaría desde la zona turística hasta Barra de Tijuca, donde se ha levantado el Parque Olímpico, no estará terminada a tiempo. Se teme el mayor atasco de la historia olimpica: Río de Janeiro es una de las ciudades con mayor congestión de tráfico del mundo.
Ante todo, austeridad: los Juegos de la crisis
El PIB brasileño cayó un 3,8% en 2015 (su mayor caída en 25 años); se calcula que la contracción será de similar magnitud en 2016. El Comité de Río 2016 anunció en enero recortes de hasta un 30% en diversas partidas organizativas. El número total de voluntarios se redujo de 45.0000 a 40.000 (aunque no se sabe si ese número se alcanzará, puesto que su reclutamiento no ha sido tan veloz como se esperaba).
La austeridad llegó hasta las impresoras y los televisores que iban a instalarse en los cuartos de los 10.500 atletas en la Villa Olímpica (suprimidos). La variedad en el menú de los atletas se verá también mermada.
El Zika
El Parque Olímpico será un búnker contra el mosquito Aedes, que hace dos meses copó los titulares de todo el mundo en una emergencia sanitaria que hoy, a medida que se acerca el invierno austral, va disminuyendo. Las fumigaciones son constantes y el repelente va a correr como el vino en una boda: se repartirá gratuitamente entre los deportistas. Los responsables de "los Juegos de la crisis" han creado un 'kit' oficial con crema solar y repelente por 35 reales (unos 8,5 euros) para animar a los turistas brasileños e internacionales.
Guanabara
Se sabe ya hace dos años: las aguas de Guanabara, la segunda bahía más grande del país, no podrán ser saneadas antes de los Juegos. Seguirá sucia cuando se dispute la competición de vela. “Lamento que no hayamos utilizado los Juegos para limpiar completamente la bahía”, afirmó el alcalde, Eduardo Paes, en 2015. Las aguas han sido calificadas recientemente de “cloaca” por diversos navegantes olímpicos. Fotografías aéreas y testimonios constantes indican una contaminación masiva y la presencia de residuos flotantes de toda índoles. Un 60% de los desechos de esta ciudad de 6,5 millones de habitantes fluyen al mar sin ser convenientemente tratados; se estima que diariamente se arrojan a la bahía entre 80 y 100 toneladas de basura.
Brasil y su deporte
El país sudamericano, al que se ha retirado recientemente el apelativo de "gigante económico", piensa mucho menos en el deporte que hace unos pocos años. Las noticias sobre sus atletas no son tan malas como las políticas o las económicas, pero tampoco se pueden calificar de alentadoras. Una de sus grandes figuras, el nadador César Cielo (campeón olímpico y mundial en 50 metros libres), quedó la semana pasada fuera del torneo por malos resultados y elimina una medalla que se daba casi por segura.
Tras la hecatombe de la 'Canarinha' en las semifinales del Mundial de fútbol 2014, el gigante sudamericano perseguía también la revancha deportiva y ha invertido 450 millones de euros (casi el doble que en los Juegos anteriores) en ayudas públicas y privadas para asegurarse un hueco entre los diez países con más preseas. La delegación brasileña obtuvo su mejor resultado en los Juegos de Londres 2012 (17 medallas, puesto 14) y se ha fijado un listón de 30 condecoraciones para sus propios Juegos. A fecha de hoy, parece muy optimista.
El 'impeachment' y la incertidumbre
Dilma Roussef, que preside el país desde 2011, va camino de ser destituida el próximo mes en un proceso de 'impeachment' fruto de la onda expansiva del 'caso Petrobras' y la ingente madeja de corruptelas que ha destruido su alianza con el 'moderado' y oportunista PMDB, su socio de Gobierno. Si la mayoría de los senadores ratificase la decisión tomada por la Cámara de Diputados (la votación está prevista para mediados de mayo), la heredera de 'Lula' perderá la presidencia provisionalmente durante un máximo de seis meses a la espera de una sentencia definitiva, mientras tiene lugar el juicio propiamente dicho.