El sueño de unos “locos españoles por el rugby a 7” se ha hecho realidad con la clasificación para los Juegos Olímpicos de Río 2016, donde el balón ovalado vivirá un histórico retorno 92 años después de la edición de París 1924. Una cita inolvidable en la que la selección española de rugby a 7 ha logrado uno de los 12 billetes a Río tras ganar el torneo preolímpico disputado en Mónaco, imponiéndose en la final de este domingo a Samoa (22-19) sobre la bocina.
Lograr la clasificación para unos Juegos Olímpicos es la mayor gesta del rugby español tras jugar el Mundial XV de Gales 1999. Una nueva gesta hecha realidad gracias al esfuerzo y sacrificio de unos pocos jugadores y entrenadores, que pese a las trabas federativas durante varias épocas y las críticas de aquellos que preferían apostar por el rugby 15 frente al seven, ahora se ve recompensada con creces.
El germen de este sueño del rugby a 7 español ahora hecho realidad comenzó hace 15 años, durante la disputa del Mundial de Rugby a 7 de Mar de Plata 2001 en Argentina. En aquel Mundial del verano austral, donde participaron jugadores de la talla de Jonah Lomu o Agustín Pichot, España se quedó a las puertas de la Copa de Oro.
Es decir, entre las ocho mejores selecciones del mundo, en la última jugada del partido ante Japón, después de derrotar a la todopoderosa Inglaterra. Jugadores como José Ignacio ‘Tiki’ Inchausti o Fernando Díez vieron el potencial del rugby español, y no cejaron en su empeño hasta lograr llevar a España a la élite del rugby a 7 mundial.
Lo que no pudieron conseguir como jugadores, Inchausti y Díez no dudaron en que lo iban a logar como entrenadores, tarde o temprano. Ambos tomaron las riendas del equipo español en 2009 con el único objetivo de devolver al equipo español a un Mundial y entrar en la élite del rugby a 7 para jugar las Series Mundiales de Seven, en torneo anual donde juegan los grandes.
Junto a jugadores que se creyeron un proyecto de futuro y lo tomaron como propio como Pablo Feijóo, César Sempere o Ignacio Martín. Estos tres jugadores, ahora los más veteranos de los Leones del rugby a 7, junto al seleccionador ‘Tiki’ Inchausti, han sobrevivido al paso de los años, a las lesiones, a los vaivenes federativos, a las grandes alegrías y los peores momentos, que de ambos han tenido estos últimos años, para alcanzar el éxito de clasificar a Río 2016.
Detrás del éxito de Mónaco hay años de sacrificios personales y profesionales porque, todo hay que decirlo, el rugby no es profesional en España. Desde viajes a Fiji pagados de su propio bolsillo para mejorar en técnica y calidad hasta exámenes suspendidos porque un profesor no entiende que te vayas a jugar un torneo clasificatorio con la selección de “un deporte que no conoce ni practica nadie”.
Esta pequeña familia ha crecido a lo largo de los años fruto de los éxitos logrados, como la de haber conseguido entrar en la élite del rugby a 7 durante dos temporadas disputando las Series Mundiales entre 2012 y 2014, pero también ha madurado por dolorosas derrotas, como tras perder la categoría Mundial o los dos intentos fallidos de regresar al grupo entre las 15 mejores selecciones.
Más de una década de dedicación que les permite, junto a otros jugadores que lo han dado todo por el ‘VII del León’, saborear la miel del éxito y el orgullo de alcanzar el mayor sueño de cualquier deportista: jugar unos Juegos Olímpicos.