En los últimos tiempos, el paseante que se relajara con una buena caminata por la Isla del Gobernador o la Isla de Paquetá, en plena Bahía de Guanabara, podía hacer de todo menos una cosa: bañarse en sus playas. Playas que, dada la privilegiada localización de las islas –no muy visitadas por turistas– deberían ser pequeños paraísos en medio del purgatorio de la belleza y el caos –Fernanda Abreu lo definió a la perfección en Rio 40 graus–.
No se podían bañar porque les daba asco, así de cruda es la realidad. Una verdadera lástima y un crimen ecológico. Aquella Isla de Paquetá que conoció Marie Curie en los años vente, allí donde solo viven cuatro mil personas y están prohibidos los coches, allí donde aún puedes subirte a un árbol de jaca y llevarte una fruta a casa de casi un metro, es una de las principales víctimas de una ciudad que se devora a sí misma, porque, atención, todos los vertidos ilegales, la basura arrojada y la contaminación industrial procede de ellos mismos, sus habitantes.
Estas islas y el resto de rincones aún con vida en la Bahía de Río de Janeiro, se aferraron con todas sus fuerzas a la promesa de las autoridades de sanearla en un 80% con motivo de los Juegos Olímpicos. No solo porque en sus aguas se fueran a disputar las competiciones de vela, sino porque se convirtió en el principal legado medioambiental de las Olimpiadas. Todos ellos quedaron defraudados, hundidos, cuando a principios de 2015 el Gobierno de Río reconoció que iba a ser imposible. Llegado ese punto, dispuestos a salvar los muebles por lo menos, se pusieron en manos de verdaderos expertos nacionales e internacionales que pudieran enderezar el desastre. Más vale tarde que nunca.
Uno de esos expertos es español, y atesora una experiencia olímpica fundamental. Ricard Frigola fue el Director Financiero y Económico del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Barcelona´92. Desde enero de 2015, como director general de AGBAR-Suez en Río de Janeiro, es el responsable de los trabajos de monitoramiento del agua de la Bahía de Guanabara. Su labor se enmarca dentro del Plan de Saneamiento avalado por el Banco Interamericano de Desarrollo en 2011.
Frigola, en conversación con EL ESPAÑOL, ve similitudes con Barcelona: “El problema se podría decir que era similar en algún aspecto. En los años ochenta Barcelona era una ciudad industrial en decadencia y residencial. Ahora es una ciudad terciaria, de servicios. La industria estaba centralizada en Poblenou –ahora conocido por distrito 22@–. En esa zona, cercana al mar, eran constantes los vertidos incontrolados. Hubo primero que controlar los vertidos, y al mismo tiempo renovar las redes de drenaje y alcantarillado.”
Escasez de recursos económicos
La Bahía de Guanabara, centro de la polémica por la contaminación de sus aguas de cara a los Juegos Olímpicos, arrastra un lastre muy pesado en las últimas décadas. Hace diez años, casi toda el agua procedente del alcantarillado alcanzaba el mar sin ningún tratamiento. Basura pura. Aunque hay adelantos, nadie puede hacer magia en tan poco tiempo. Para cumplir esa promesa de que por lo menos el 80% de esas salidas al mar hubieran pasado por las estaciones de tratamiento, hacía falta una enorme inversión económica y afrontar obras traumáticas. No ha habido dinero suficiente, ni estrategias claras, ni plan B, ni C, ni ninguna organización.
De las redes de agua que llegan al mar en Río de Janeiro: la que procede del alcantarillado es controlada por el CEDAE (Compañía Estatal de Aguas y Alcantarillado), Rio Águas se encarga de la de la lluvia (empresa municipal) y la que proviene de los ríos es controlada por el Instituto Estadual de Ambiente (INEA).
Edes Fernandes, Director de Producción y Grandes Operaciones de CEDAE, se apunta a la teoría de más vale tarde que nunca: “Estamos inmersos en el programa de limpieza y vamos avanzando. Cada vez llega menos cantidad de agua no tratada al mar. En los últimos diez años hemos aumentado en un 40% el volumen de agua procedente del alcantarillado que llega a la bahía después de pasar por centros de tratamiento. Hemos alcanzado ya el 51%. Para llegar al 80% prometido necesitaremos cuatro o cinco años más”.
Una gestión caótica
Ahí está el quid de la cuestión, según Ricard Frigola: “La principal diferencia es que en Barcelona llegamos ya con un 75% del trabajo hecho. Creamos el Plan Especial de Alcantarillado, con una serie de inversiones en colectores y depuradoras para reciclar el agua que bajaba sin control al mar. Fue clave el interceptor que se construyó, aprovechando las obras del Puerto Olímpico, en paralelo al mar, para detener el agua que se dirigía hacia el mar y desviarla hacia dos depuradoras. Se reforzaron también los mecanismos de gestión. Se creó una empresa mixta para centralizar la gobernanza: CLABSA –Ayuntamiento de Barcelona, Aguas de Barcelona y FCC)–, creada con motivo de los Juegos Olímpicos y que sigue vigente hoy en día.”
Este último aspecto es fundamental también. Desde la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno de Río reconocen el descontrol entre tantas manos meciendo la cuna. “Se está elaborando un modelo de gobernanza para la Bahía de Guanabara, para no repetir los errores del pasado y que la zona no quede a merced del gobierno de turno. Actualmente la Bahía de Guanabara posee varios gestores y ninguna planificación en común controlando su recuperación y preservación. La Secretaría de Medio Ambiente se ocupa del aspecto industrial, CEDAE del alcantarillado, la Directoría de Puertos y Costas del flujo de embarcaciones, y hay algún participante más”.
Se están haciendo esfuerzos, claro que se están haciendo. Y los principales perjudicados son los propios habitantes de Río, no los turistas ni los atletas olímpicos, pero la situación de la que se venía era prácticamente apocalíptica. Frigola resume el trabajo que realiza, para comprender mejor cómo se agarra un problema de estas dimensiones, y cómo ayuda su experiencia en Barcelona´92: “El plan incluye dos grandes líneas. La primera es de obra civil, y la segunda es de fortalecimiento institucional, mejora de gobernanza y servicios de gestión. Esa es nuestra parte. Trabajamos en torno a tres puntos: Mejora en las inspecciones de las actividades industriales de la bahía –controlando a las 150 empresas con mayor potencial contaminador, ya que el 15% de los vertidos procede de la industria–, apoyo en los sistemas de control de la calidad del agua, y mejoras en los sistemas de información”.
Mejoras en el agua de competición
Todas las partes que están trabajando en ello coinciden en declarar que el agua en la zona de la competición de vela –en la parte más exterior de la bahía, con mayor intercambio de mareas– está en condiciones óptimas –más allá de la basura física que se pueda encontrar–. “En las zonas donde tendrán lugar las pruebas de vela, los parámetros son correctos, según la normativa de la Organización Mundial de la Salud. Otra cosa es la Marina da Glória, el Puerto Olímpico. Allí había un colector que descargaba agua sin mucho control. Hay que ver qué resultado da la obra que han hecho allí”, explica Frigola.
Edes Fernandes, director de la compañía de aguas, amplía: “La Marina da Glória tenía un problema. Estaban separadas las salidas de agua procedente del alcantarillado y del agua pluvial (lluvia y ríos). Detectamos salidas de aguas clandestinas en esas salidas de aguas pluviales. Se procedió a la construcción de unas galerías de contingencia para recoger esas salidas clandestinas. A partir del 15 de abril, cuando se inauguró esta galería –el Cinturón de la Marina da Glória-, hemos comprobado la mejora de los niveles. Está apto para contacto primario, es decir, para bañarse. Para la práctica de deportes acuáticos el reglamento pide que las aguas sean aptas para contacto secundario.”
A través de los ecobarcos y las ecobarreras, se lucha contra el aspecto más visual: la basura flotante, la contaminación física. El otro aspecto, el químico y biológico, la cara oculta de los vertidos, ha de solucionarse mediante el tratamiento de los caudales antes y que posteriormente llegarán al mar. La Secretaría de Medio Ambiente sale al paso: “Desde 2007 se viene trabajando en la reconstrucción, ampliación y modernización de las estaciones de tratamiento de agua de Alegría, Pavuna, Sarapuí e São Gonçalo. Respecto a la basura flotante y todo tipo de desperdicios arrojados al mar, trabajamos en su retirada con una flota de 10 ecobarcos que actúan en la bahía recogiendo 40 millones de toneladas mensuales. También trabajamos en la implantación de ecobarreras en la bahía, y está implantando también un nuevo lote en los ríos que más contribuyen a la contaminación de la bahía. De momento mediante este sistema se están recogiendo cerca de 158 toneladas de basura por mes.”
Seguramente Marie Curie tomara un buen baño y tuviera un largo día de playa en la Isla de Paquetá hace noventa años, donde nadarían y saltarían los peces en lugar de morir a millares, como ahora. Es el momento de demostrar que desde entonces hasta hoy, Río ha aprendido de los horrores. Confía Ricard Frigola en que “esto debería ser el inicio, el primer paso para lograr un control del 100% de la calidad del agua de la bahía, y que no se detenga el esfuerzo ahora que se ha conseguido arrancar”. Desde la Secretaría de Medio Ambiente, viniendo del punto del que se viene, se conforman con pensar que el “legado medioambiental comenzó a crearse el mismo día en el que este tema pasó a ser asunto de discusión para la ciudadanía”.
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