Se sabe que los australianos no están contentos con la Villa Olímpica, que los chinos han tenido que reparar las duchas de sus habitaciones y que los españoles están encantados con Brasil. En realidad, todas las delegaciones han dicho algo -para bien o para mal-. Sin embargo, los kosovares, nuevos en esto, no han abierto la boca. Para ellos es la primera vez. Nunca han estado en los Juegos y viven en una nube desde que aterrizaron en Río de Janeiro. No hablan, sólo observan. Son, junto al equipo de refugiados -donde se incluye a Sudán del Sur, también país primerizo-, los debutantes en el mayor evento deportivo del planeta. Y están contentos, no lo pueden negar. Incluso, con suerte, conseguirán una medalla.

En su primera vez, Kosovo consiguió clasificar a ocho deportistas para los Juegos Olímpicos: dos compiten en judo, dos en atletismo, dos en natación, uno en tiro deportivo y otro en ciclismo. Ellos desfilaron en la madrugada del viernes al sábado por primera vez en la ceremonia de inauguración de Río 2016. Y lo hacen, precisamente, ocho años después de declarar de forma unilateral su independencia de Serbia (2008) y apenas dos desde de que el Comité Olímpico Internacional aceptara la propuesta para convertirlo en miembro de pleno derecho.



Una vez concluida la ceremonia de inauguración, Maljlinda Kelmendi, la abanderada, aparece como la opción más fiable de medalla para Kosovo. Ella, que es campeona del mundo -precisamente, lo hizo en Río de Janeiro en 2013- y de Europa, es la gran esperanza de su país en la categoría femenina de judo de -52 kilos. “Quiero demostrar al mundo que no somos tan solo un pequeño país con una historia de guerra. Tenemos que conseguir que los jóvenes hagan deporte y que puedan ganar”, confesó.



La otra medalla podría llegar de la mano de Besim Hasani, que compite en la categoría femenina de judo de -57, y en la que tiene depositadas sus esperanzas todo el país. Pero ellas son las únicas. Kosovo, salvo sorpresa, cerrará con las dos judocas sus opciones de hacerse con algún metal. Pero da igual. “Obtengamos oro o no, somos héroes”, reconoció el presidente del Comité Olímpico de Kosovo, Thaci, que antes de viajar a Río ya condecoró a todos sus deportistas con una distinción nacional.



Con esa gloria aún por escribir, los deportistas kosovares han llegado a Río después de preparar la cita olímpica en condiciones un tanto particulares. Rita Zeqiri, por ejemplo, entrenando en una piscina de 25 metros -la mitad que cualquier olímpica-. Pero no ha sido la única. Los atletas Vijona Kryeziu (400 metros) y Musa Hajdari (800), ambos nacidos en un pequeño pueblo llamado Rogane, han tenido que entrenar corriendo por bosques ante la falta de infraestructuras deportivas. Dificultades, todas ellas, para los primeros que conocerán la gloria olímpica.

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