La nadadora activista que superó los abusos de su entrenador
Joanna Maranhão fue acosada por su entrenador a los nueve años. Con 25, y tras intentar quitarse la vida dos veces, compite en sus cuartos Juegos. Acumula medallas, récords, polémicas políticas y deudas.
6 agosto, 2016 03:38Noticias relacionadas
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Joanna Maranhão (Recife, 1987) no es una deportista cualquiera. La piscina es su vida y le duele todo el tiempo, es un tatuaje de aceite caliente sobre la piel. Le ha hecho tanto daño y tanto bien que no se puede separar de ella.
La nueva generación de aficionados al deporte en Brasil la reconoce fácilmente por sus polémicas declaraciones políticas, algo poco habitual en los deportistas brasileños, a través de sus redes sociales. Muy a su pesar, algunos de sus últimos vídeos acusando al gobierno interino brasileño de golpista y argumentando ampliamente su pensamiento se hicieron virales, pero lo cierto es que en la piscina Joanna acumula récords, tanto brasileños como suramericanos, que aún perduran. Medallas importantes (ocho en Juegos Panamericanos). Los de Río serán sus cuartos Juegos en su prolífica carrera como nadadora.
El sacrificio y los recuerdos, desde muy niña, la completan desde otro ángulo. EL ESPAÑOL ha podido comprobarlo mientras entrena para su debut en los Juegos. "Me gusta mucho el esfuerzo físico de la piscina, es algo que me motiva, ese desafío de buscar ser siempre más rápida. No es posible disociar eso del esfuerzo mental, está todo conectado. Entre mis mejores recuerdos podría citar mis mayores conquistas, pero no sería del todo cierto. Hay muchos momentos buenos en un simple entrenamiento, que me dejan una maravillosa sensación de victoria. No tienen que ser necesariamente algo grandioso para el público".
No siempre su relación con la natación fue tan estrecha. También hubo dudas, le pude pasar a cualquiera. "No es el deporte más placentero y sociable, puede ser bastante monótono. Hay quien sufre mucho con esto. Cuando era más joven me preguntaba qué estaba haciendo dentro de la piscina. Hoy, más madura, entiendo que en realidad estoy enamorada de todo el proceso. Estar a solas con la piscina, con mis reflexiones y la búsqueda de brazadas más rápidas, es la esencia de todo".
El momento que rompió en mil pedazos su presente y su futuro estuvo muy ligado, precisamente, a esos entrenamientos. Y a la traición, la barbarie de su entrenador cuando era niña. Joanna fue agredida sexualmente cuando tenía nueve años, y llevó oculto el drama hasta los 21. "Suelo hacer una analogía: es como una cicatriz que siempre llevaré en mi brazo. A veces la miraré y seguirá estando ahí, pero cicatrizada. Otras veces puedo volver a dañarme el brazo y la veré sangrar de nuevo. Cada vez aprendo mejor a superar ese dolor. Y cada vez duele menos. Pero es una cicatriz, nunca se va. Aprendo a luchar contra ella". En el proceso previo a la terapia a través de la cual se intentó recuperar del terrible suceso, llegó la primera tentativa de suicidio.
El entrenador de Joanna Maranhão fue condenado en los tribunales y el caso desembocó en una ley, bautizada informalmente con el nombre de la nadadora, que dicta que la prescripción de este tipo de delitos contra menores comience a contar no desde el momento en el que se cometan, sino desde el momento en el que las víctimas alcancen la mayoría de edad.
Pequeños resarcimientos morales dentro del enorme sufrimiento acumulado. Ahora, a través de su ONG Infancia Libre, Joanna ayuda a todas las niñas que puede para que no pasen por lo mismo. "Tenemos dos frentes de trabajo, pero hoy en día donde más invertimos tiempo es en las conferencias. Educar a las niñas sexualmente para que aprendan a diferenciar un cariño permisivo de un cariño abusivo".
Los infiernos continuaban en la cabeza de Joanna tras el silencio que vino después del juicio contra su exentrenador. Se unió, además, una mala racha deportiva y los inmensos problemas con la federación brasileña de natación, que acabaron espantando a los patrocinadores. Sus declaraciones políticas nunca fueron bien vistas. Tuvo que buscarse la vida por su cuenta. "No me arrepiento porque tengo plena consciencia de haber sido fiel a los valores de la moral y la ética".
En este intento de ser una trabajadora autónoma de la piscina, fue acumulando una deuda gigantesca que alcanzó a su familia y lo impregnó todo. "No soy un ser humano 100% correcto, estoy lejos de serlo, pero tampoco creo que recibir ingresos de cualquier fuente sea justificable solo por mi rendimiento. Todo sucedió por alguna razón, y me hizo más fuerte". Un nuevo intento de suicidio manchó de nuevo los días de la nadadora más prometedora que ha aparecido en Brasil en las últimas décadas. Con unos números rojos que quitaban la respiración, Joanna se retiró de la natación.
Por suerte, y también por necesidad, en Río de Janeiro los aficionados tendrán la oportunidad de verla nadar una vez más. "Mi regreso a la piscina ha sido una mezcla un poco de todo. Pero principalmente vino porque tuve la oportunidad, en los meses en los que estuve apartada, de mirar hacia atrás y recordar por qué había empezado mi carrera como nadadora. Me di cuenta de que todavía había mucho amor de por medio y que merecía otra oportunidad".
Entre entrenamiento y entrenamiento, le siguen lloviendo flores y palos, porque Joanna sigue expresando sus opiniones políticas y el momento actual en Brasil es muy convulso. Y lo tiene muy claro: lo seguirá haciendo. Se desahoga de esta manera desde los hoteles de concentración o desde su casa, tras largas jornadas de entrenamiento. "La situación política brasileña no se puede quedar como está y, a veces, los grandes medios de comunicación manipulan las informaciones para beneficiar sus intereses y los de los grandes empresarios. Me identifico con una política de izquierdas, estoy a favor de los programas sociales a pesar de no depender de ellos, porque sé que he llegado donde he llegado por las condiciones ofrecidas por mi familia, pero eso no es así para la mayoría de los brasileños. No creo que la violencia se deba combatir con más violencia, aunque me espanta el movimiento fascista y homófobo que está creciendo en Brasil".
Joanna no es de hielo, ni de piedra. Sus cicatrices arden. El dolor la guía. "No puedo simplemente callarme y nadar, sería injusto y egoísta".