Son casi 17 años de leyenda que tocan a su fin esta temporada. Merecían un final a la altura de su desarrollo. El pasado invierno, Fabian Cancellara anunció que se retiraba; que ya estaba satisfecho con sus tres París-Roubaix, sus tres Tour de Flandes, sus cuatro campeonatos del mundo contra el crono y su sinfín de triunfos y actuaciones icónicas que le hacían temido, respetado y admirado dentro de un pelotón que corre a su dictado.
‘Espartaco’ inició la gira de despedida en Mallorca, con un triunfo fantástico en el Trofeo Serra de Tramuntana. Después vinieron relativos fracasos en Flandes o en la etapa que el Tour le consagró en Berna, ambas a manos de un Peter Sagan dispuesto a heredar su estatus dentro del mundo del ciclismo con sus cualidades extraordinarias y su carácter magnético. Habían sido actuaciones algo desalentadoras que en algún caso transmitieron impotencia, como para recordar por qué el suizo se retiraba. No obstante, el deporte le debía un último día de gloria y se lo brindó en su mejor escenario.
Fue en la prueba de contrarreloj individual de los Juegos Olímpicos, una carrera de casi 55 kilómetros inclementes, con cuatro subidas de cierta entidad para tensar y mermar las piernas de los especialistas que por demás se podían expresar a gusto en los kilómetros llanos y técnicos. Era importante saber regular los esfuerzos y para eso nada mejor que un veterano como Cancellara, que se colgó el oro ocho años después de su primera apoteosis olímpica, consumada en Pekín.
A la orilla del podio se quedó el español Jonathan Castroviejo (1987, Getxo). El vizcaíno llegó a esta cita olímpica con un mérito y unos sacrificios sin apenas parangón. Su temporada prometía éxitos, con un Tour de Francia al cual iba a acudir como gregario del favorito Nairo Quintana y unos Juegos Olímpicos que, con su perfil quebrado, se adaptaban a sus cualidades de contrarrelojista ligero. Sin embargo, en febrero se cruzó al infortunio.
Bajando de la cima de la última etapa de la Vuelta al Algarve portuguesa, Castroviejo topó con un espectador y cayó afectándose dos vértebras, lo cual le obligó a dos meses de corsé y uno suplementario de collarín. Aunque apenas tuvo movilidad retomó los entrenamientos en rodillo (una especie de bicicleta estática), le costó un tanto más recuperar la comodidad. La caída le había obligado también a reconstruir su codo izquierdo, lo cual incidió en su postura sobre la bicicleta: flexionaba de más el brazo.
Cuando los técnicos de Movistar advirtieron este defecto, que por efecto mariposa podía tener consecuencias negativas en cualquier músculo de su cuerpo, desaconsejaron su concurso en el Tour para que pudiera invertir el tiempo debido en rehabilitar su codo. Esto obligó al vizcaíno en realizar un trayecto alternativo hacia Rio, con una notable participación en la Vuelta a Polonia y el subcampeonato de España contra el reloj.
Ya se exhibió en la prueba de ruta de Rio en su trabajo para Purito Rodríguez. Hoy, en la crono, estuvo a un nivel sencillamente extraordinario, con su constancia en el esfuerzo y su característica y natural postura sobre la ‘cabra’, tan agazapado y redondo que sus compañeros le llaman “bichobola”. Llegó a estar en tiempo de bronce en el segundo punto intermedio.
En la meta, la realidad se mostró cruel. El neerlandés Tom Dumoulin, probablemente el gran favorito para hoy, y el británico Chris Froome, ganador del pasado Tour de Francia, le habían superado. Este último, por sólo cuatro segundos. “¡Qué rabia!”, dijo Castroviejo a los periodistas españoles antes de reconocer que su objetivo inicial era el diploma. Otra medalla de chocolate que sumar a la obtenida en el pasado Mundial de Richmond.
El otro participante español, Ion Izagirre, completó también un ejercicio fantástico para desquitarse de su mala prestación en la prueba de ruta. El corredor de Ormaiztegi, campeón nacional de la especialidad, fue 8º a 2’06” de Cancellara y obtuvo así un meritorio diploma olímpico.
Unas horas antes que la contrarreloj masculina se disputó la femenina. Campeonó por tercera vez en su vida la estadounidense Kristin Armstrong, nada que ver con Lance, que volvió a competir en bicicleta hace un año con el objetivo de alcanzar este hito. Superó por 6” a la rusa Olga Zabelinskaya y por 11” a la neerlandesa Anna Van der Breggen, ganadora el pasado domingo de la prueba de fondo. No hubo representación española en esta carrera.