España se levantó con una sonrisa en la cara, exhultante todavía por los oros de Mireia Belmonte y Maialen Chourraut, e ilusionada porque era el turno de Miguel Ángel López, una de las grandes bazas a medalla. El murciano llegaba a Río como vigente campeón del mundo y de Europa, imbatido en las grandes citas, con un solo objetivo que había pregonado a los cuatro vientos: el oro olímpico. Pero Súper López no apareció el día en el que había depositado todos sus esfuerzos. Se derrumbó al poco de pasar el ecuador de la prueba ante el empuje del Chino Zeilin Cai y terminó los últimos kilómetros sin opción a pelear por nada, undécimo. Sin saber cómo explicarlo, las piernas del murciano no funcionaron. "Es una decepción, venía a luchar por todo y no lo he conseguido", declaró tras cruzar la línea de meta.
La mañana de Río de Janeiro había recibido al atletismo, el deporte rey de los Juegos Olímpicos, con un ambiente triste marcado por una lluvia plomiza, un presagio gris que terminó por fulminar todas las esperanzas de la delegación española: en la jornada matutina, ninguno de los atletas españoles en liza consiguió avanzar a la siguiente ronda. En la marcha, las cosas no fueron a mejor.
Mientras la estela de la etíope Almaz Ayana y su estratosférico récord del mundo en los 10.000 metros todavía iluminaban el cielo de la cidade maravilhosa, los marchadores se situaban en la línea de salida para afrontar una odisea de calor y humedad en forma de 20 kilómetros. En los metros iniciales, los atletas buscaban con ansia refrescarse en la zona de avituallamiento, lo que provocó algún traspiés en el estrecho recorrido situado en las cercanías de la isla de Pontal.
Al paso de los primeros cinco kilómetros, el grupo de cabeza, todavía muy numeroso y con los grandes favoritos agazapados a la espera de algún ataque inicial, comenzaba a estirarse ligeramente por el empuje del británico Tom Bosworth, que alcanzó unos metros de ventaja emprendiendo una escapada en solitario, difuminada por el ímpetu de los asiáticos.
Tras pasar el ecuador de la prueba, el japonés Daisuke Matsunaga se unió a la ambiciosa aventura del británico. En el pelotón perseguidor era el atleta chino Zelin Cai quien tomaba las riendas, mientras su compatriota Ding Chen, el hasta la fecha oro olímpico, se hundía sin apenas dejarse ver. La arrancada de Cai aumentó el ritmo de forma vertiginosa, provocando los primeros cortes en los que Miguel Ángel López se vio envuelto. El campeón del mundo y de Europa transmitía unas sensaciones malísimas. Se le escapaba el último gran título que le falta en su palmarés. Unos cientos de metros más tarde, fue el otro representante español, Álvaro Martín, quien se quedaba en tierra de nadie, incapaz de engancharse a la cabeza de carrera.
En el kilómetros 16, Súper López perdía 25 segundos con los líderes, el extremeño Martín cedía 20. Una distancia ya insalvable para ambos. El chino Zhen Wang, subcampeón del mundo el año pasado y bronce en Londres 2012, fue el favorito que rayó a mayor nivel. Se escapó y alcanzó la gloria en solitario (1 hora 19 minutos y 14 segundos), pudiendo saborear un momento tan especial y por el que luchan los atletas durante cuatro años. La plata correspondió a su compatriota Zelin Cai, el encargado de romper la carrera. El bronce se lo llevó el australiano Dane Bird-Smith.
Miguel Ángel López llegó undécimo a meta, exhausto a 1:44, sabedor de que su gran oportunidad para ser campeón olímpico se le había escapado: "Las sensaciones eran buenas, pero el cuerpo no tiraba". Álvaro Martín, todavía con más ácido láctico en la piernas, cruzó la meta 22º a 2:57. Al murciano le queda ahora la bala de los 50 kilómetros, con solo siete días para recuperarse de la paliza de este viernes. Un reto que se revela, después de lo de hoy, más quimérico todavía.