La gloria de las medallas que esperaba en la meta del Sambódromo a la keniana Jemina Sumgong (oro, con 2:24:04), a la bareiní Eunice Kirwa (plata) y a la etíope Mare Dibaba (bronce), impresionantes las tres, deja en la sombra el drama y el tormento de decenas de abandonos en la maratón femenina de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Pero hay que contarlo, porque no había ni una sola sombra. Todo lo contrario: las condiciones de sol y humedad pasaron factura. Este calvario ha quedado perfectamente identificado en los minutos de desubicación de nuestras dos protagonistas.
La última referencia de tiempos que se tiene de ellas es la del kilómetro 21, cuando sufrían en las posiciones 81ª y 82ª respectivamente. En la carrera, a vista de pájaro, tampoco era fácil encontrarlas. La colombiana Kellys Arias (La Guajira, 1990) y la serbia Olivera Jevtic (Uzice, 1977) vagaban solas y perdidas en algún lugar del recorrido con poco público, junto al barrio de Gloria.
A pesar de que la clasificación las unía en un incierto destino, había bastante distancia entre ellas. Desde los márgenes del recorrido, por el parque del Aterro de Flamengo, primero se pudo ver el abandono de la serbia. Venía ya masajeándose el muslo izquierdo desde hacía cincuenta metros. No pudo más. Con los brazos en jarra, comenzó a buscar alguna cara amiga. Aunque sonaban unos cuantos aplausos comprensivos, Jevtic no encontraba consuelo en ningún hombro.
La maratoniana serbia cruzó la mediana de césped. Por el otro lado, en sentido contrario, llegaban salpicadas más atletas que luchaban por los carriles de subida, también descolgadas pero clasificadas por delante de ella. Se llegó a bromear con que estaba atajando vilmente para correr a su lado. De hecho, así fue. Correteó un poquito, por el otro lado de la calzada, pero era sólo para volver a sentir las piernas, absolutamente acalambradas. Jevtic, plata en los Europeos de Goteborg en 2006, totalmente desorientada bajo un sol sin piedad, no sabía adónde ir.
Dos minutos después, se la vio venir desde lejos, caminando como podía hacia el mismo punto del abandono, pero acompañada. Venía con Arias. 1,74m la serbia, 1,47m la colombiana. Se la había encontrado por el camino. Intentaban avistar el horizonte. Kelly Arias, que batió el récord colombiano en la primera maratón que disputó el año pasado, respondió con un tímido saludo a los aplausos que, entonces más que antes, homenajeaban a las heroínas. Representaban, en su desconcertante imagen intentando encontrar a su entrenador, a un médico o a sus padres, el tesón de todas las atletas retiradas. 133 llegaron a su destino; 24 se quedaron por el camino.
Cuando ya se perdían en la lejanía, el público volvió a soltarse con otra ovación, esta vez dedicada a un automóvil de la organización que iba en busca de las atletas a la deriva, raudo y veloz. Arias y Jevtic vieron la luz. Se sentaron en los asientos de atrás, como quien se sube a un taxi, con más aplausos y un recuerdo, quieran o no, imborrable.
Los vehículos de la organización dieron más que hablar en esta maratón. Las motocicletas que cubrían el recorrido, esparcidas por toda la hilera de participantes, estaban muy atentas a los posibles espontáneos que pudieran saltar sobre las corredoras. De hecho, hubo un par de intentonas anuladas. En la mente de todos, la casi desgracia que pudo acabar con las opciones del brasileño Vanderlei Cordeiro de Lima, el maratoniano que encendió el pebetero de estos Juegos en Maracaná, que se colgó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas superando un ataque inesperado.
En el equipo español, compuesto por tres maratonianas, también se saboreó el agrio sabor del abandono. Les tocó esa mala suerte a Alessandra Aguilar y a Estela Navascués, mientras que Azucena Díaz llegó a la meta en 34ª posición, con 2:35:02.
Posiblemente, mientras las maratonianas que peor lo pasaron intentaban salir adelante, o encontrar lo que fuera que buscaban, la televisión ya habría despedido la emisión, habría devuelto a la conexión a sus compañeros en el estudio. Es lo que toca tras la llegada de las primeras clasificadas. Afortunadamente, o desgraciadamente (depende del kilómetro en el que te lo plantees y las fuerzas que te queden), en las profundidades de una maratón hay muchos más minutos de hazañas en vivo y en directo. Además de todo eso, en la maratón femenina se ha vuelto a ver una furgoneta antibombas de la Policía.