Primero fue la euforia al verse segundo, después la ansiedad por encontrar una bandera española que completase la noche soñada. Después las lágrimas al hablar con su padre, presente en el estadio. Orlando Ortega, el nuevo medallista de plata de 110 metros vallas, no podía ni hablar. Llegó a la zona mixta de las televisiones y rompió a llorar. “Gracias a España, gracias por esta oportunidad, gracias por confiar en mí”. Lloraba de agradecimiento al país que le dio la nacionalidad hace 11 meses, de tristeza por la lejanía de la familia y de felicidad: “Prometí antes de salir de España que iba a dar todo lo mejor de mí por España… Dejarme la piel por ella y dar la vuelta al estadio. Y he cumplido”.
Resbalón y bandera
Algo más tranquilo, cuando Ortega alcanzó la zona de la prensa escrita pudo explicar sus sensaciones y la ansiedad por encontrar una bandera que casi le hace terminar en el foso del estadio. “Primero me mostraron una de Cuba, pero la miré y giré hacia el lado… Estaba como loco buscando una bandera de España, pero nadie tenía en ese momento. Salí corriendo apenas vi una, subí con los tacos y me resbalé… Casi me caigo al foso, sí, pero cumplí la promesa de dar la vuelta al estadio con la bandera española en alto”.
Las referencias al país que le acoge desde septiembre de 2013, tras desertar de la delegación cubana en los campeonatos del mundo de Moscú, fueron constantes. “Gracias a toda España, a la Federación Española de Atletismo, a mi club Cava, Ontinyent, a todas mis amistades que me han estado apoyando día a día para que llegue a donde estoy”. “Hubiese querido el oro, pero no salió. Para mí esta medalla de plata sabe a oro, a récord del mundo”, exclamó con la felicidad dibujada en la cara.
“Han sido tres años sumamente duros y difíciles, mucha tensión, no saber hasta última hora si podía competir aquí. Estoy muy contento, muy emocionado, muy orgulloso”. Ortega se acordó de su familia: el abuelo y dos hermanos en Artemisa, Cuba, la “hermanita que cumplía años ayer y quería oro, pero este resultado es para ella también”, la madre y la abuela y los otros dos hermanos que viven en Estados Unidos.
"Confío mucho en Dios"
Mostró la medalla que compró un día con su madre en Estados Unidos y que lleva siempre al cuello: “Un símbolo de un ancla de un barco, un timón y el crucifijo de Jesucristo”. “Confío mucho en Dios por la fuerza y el apoyo que me ha brindado. Pegado a esta medalla está el nombre de mi abuela; gracias a ella he logrado esto. Siempre le pido antes de salir a mi abuela y a Dios que me acompañen”.
En plena euforia del cubano que buscó una vida mejor se palpaban los “tres años muy difíciles, muy tensos, la mucha presión”. Pero Ortega estaba realmente contento consigo mismo: “Gracias a Dios logré poner el nombre de España y el mío bien alto: estoy bien orgulloso de la persona que soy y todo lo que he luchado”.
Para finalizar, un deseo y una promesa. Lo primero, “comerme una buena paella de carne (no me gusta el marisco)”. Lo segundo, bajar de 13 segundos (hizo 13.17 en la final) “por España”. “España me ha enseñado a no rendirme y saber que los sueños se cumplen”.