Carolina Marín se ganó el derecho a jugar su primera final olímpica tras ganar este jueves una semifinal dominada desde el principio (salvo el comienzo del segundo set) contra la china Li Xerui, vigente campeona olímpica, que terminaría lesionada.
Marín cotroló desde el inicio del partido. Asustó a su rival con apabullante 3-0 para empezar, aunque la china empezó a controlar el volante y empató rápidamente. Había más aficionados chinos que españoles en el pabellón Riocentro, pero unas decenas de compatriotas situados en un fondo de la pista mantuvieron el foco mental Carolina, que de cualquier manera se animaba a sí sola constantemente con unos gritos verdaderamente agudos.
La andaluza retomó después la iniciativa entre gritos de "¡Carolina, Carolina!" y con un parcial de 6-1 encaminó el primer 'set' a su favor, resistiendo la potencia de la asiática con colocación y una movilidad extraordinaria, jugando a los lados de Xerui para ganar el duelo de los espacios y esperar la oportunidad de ir sumando puntos. La superioridad de Marín en la primera manga fue evidente: muy concentrada y con un punto de voracidad contagiosa, sólo tuvo un pequeño bache al alcanzar los 13 puntos (pasó del 13-7 a 13-11 en un arranque de furia rival).
Después regresó a la senda de la confianza: con 18-13 cambió por segunda vez de volante, hizo una consulta a su técnico, Fernando Rivas, y salió disparada a poner el 1-0 en el marcador, colocando bolas altas para incomodar a Xerui. A las 9:44, hora local, se apuntaba el primer set: 21-14. Los chinos habían bajado su volumen varios decibelios respecto al inicio del partido.
Intento de remontada china
El segundo set fue mucho más igualado, entre vítores de una afición china que recobraba ánimos ante la resistencia de Xerui. La china se colocó por delante, 6-9, y a Carolina se la vio por primera vez preocupada. Los peloteos eran bastante más largos (hasta 33 golpes) y la española iba con frecuencia a remolque del punto. Marín se hablaba a sí misma y exhalaba un chillido en cuanto podía. La tensión había aumentado considerablemente, en la pista y en la grada. Con 7-10 en contra y sensaciones ambivalentes, dos bolas agresivas y fulgurantes le permitieron agarrarse a la segunda manga mientras retrasaba los saques para romper la concentración (y la racha) de Xerui.
Lesión
La china no cedió, avanzó hasta el 14-11, pero ahí se le terminó la autoridad. Carolina, aupada por los gritos del público español, apretó físicamente, se puso delante en el tanteo y ya no se bajó del escalón. Fueron puntos de máxima exigencia, con 'smash' y dejadas constantes, intentos de globo, que terminaba ganando por energía: un pequeño infierno para una china apenas dos años mayor que ella, pero dominada por un ímpetu y una ambición desmedidos. Con 17-16, la jugadora asiática se torció la rodilla y se tumbó para pedir asistencia médica inmediata. Fueron varios minutos de espera, con Marín moviéndose para no enfriarse y el público español, poco cortés, gritando "Yo soy español, español, español" mientras vendaban a la oponente.
El set estaba en su fase final y Xerui tuvo la gallardía de comparecer, pero estaba limitadísima (a falta de ecografía). Vendada e inquieta, sólo puedo asistir al arreón final de una española sin compasión alguna. La china no podía más. Carolina ganaba y seguía celebrando los puntos a gritos (una costumbre quizá excesiva ante una jugadora disminuida).
El 21-16 final es expresivo de la superioridad española. La historia del bádminton femenino español ha recomenzado desde la aparición de Marín (campeona de los Europeos de 2014 y 2016 y de los Mundiales de 2014 y 2015). Fue precisamente contra Li Xuerui, el 31 de agosto de 2014, cuando rompió la 'muralla china' (como ella suele decir) y conquistó su primer Mundial. Ese oligopolio asiático pertenece a los libros de historia: a sus 23 años, la andaluza es una estrella rutilante en un deporte apenas conocido (en España) hasta que llegó ella. Sólo le queda conquistar el oro olímpico.