8 de agosto de 1984. La selección española masculina de baloncesto hacía historia ganando a Yugoslavia en la primera semifinal olímpica que disputaba. Los Epi, Martín, Jiménez, Iturriaga y compañía se aseguraban la medalla de plata, que ganarían a posteriori al perder la final contra Estados Unidos. 32 años y diez días después de aquella gesta, las representantes de la canasta española son quienes celebran una victoria tan irrepetible como aquella en las semifinales olímpicas. Curiosamente, ante Serbia, principal país heredero de la nación yugoslava. La victoria tendrá, sobre el papel, idéntico premio que el logrado por los chicos en el 84: la plata. Con el auténtico Dream Team estadounidense de Río (derrotó a Francia por 67-86) como adversario en la final del sábado (20:30), es el premio que cabe esperar. ¡Pero menudo premio! [Narración y estadísticas: 68-54].
En los tiempos del seleccionador Díaz Miguel y compañía, las muestras de apoyo hacia los internacionales españoles llegaron a Los Ángeles en forma de incontables telegramas. Ahora, en la era 2 e incluso 3.0, las chicas de Lucas Mondelo han recibido el aliento de todo un país en tierras brasileñas a través de las redes sociales. Sí, un cambio gigantesco, como el que se ha producido en nuestro baloncesto femenino. De un quinto puesto en Barcelona '92, los primeros Juegos de las chicas, al oro europeo del 93 y, 20 años después, al cetro continental de 2013. De la primera medalla mundial (bronce en 2010) a la plata de 2014 (precisamente frente a las norteamericanas). Del quinto puesto en Pekín '08 a, ocho años después, todo un subcampeonato olímpico. De la nada al todo, aprovechando cada nuevo paso adelante en un torneo para dar varios más en el siguiente.
No estar en Londres '12 apesadumbró en demasía a estas mujeres. Tanto como para llenar su zurrón de éxitos tras aquel Europeo '11 de tan triste recuerdo y llegar a Río con el único objetivo de lograr la ansiada presea olímpica. El camino ha sido duro, pero ha acabado mereciendo la pena. Desde el día uno del campeonato, también ante Serbia, hasta el penúltimo, España ha sido fiel a sus principios: defensa, defensa y más defensa para poder correr y disfrutar en ataque.
No había que cambiar lo que había funcionado hasta el momento. Las chicas dejaron bien amarrada su victoria en dos momentos clave de todo partido de baloncesto que se precie: el primer cuarto y el tercero, nada más abandonar los vestuarios. Marta Xargay contaba a EL ESPAÑOL en la previa que era fundamental que las serbias no tuviesen su día desde el triple. A la vista queda que ella y sus compañeras tenían la lección bien aprendida, pues las rivales balcánicas no pudieron tener jornada más negra en el tiro exterior.
De ello tuvo buena culpa la intensidad defensiva de la selección española, fundamentada sobre todo en una diferencia abismal a su favor en el rebote (44 frente a 31). Una faceta en la que destacó, en el partido de las vidas de estas 12 gladiadoras de la cancha, Laura Nicholls. La interior santanderina ya venía realizando un torneo olímpico excepcional, pero su mejor actuación llegó en el momento más oportuno posible: 13 puntos y 12 rebotes que valen, por lo menos, una plata. Y, como comentó antes de los Juegos, quizá un salto en paracaídas para celebrar la medalla (Lucas Mondelo, por comparar, dijo que se pondría una peluca si había chapa. ¿Lo cumplirá?).
A la hora de la verdad, también apareció la de siempre: Alba Torrens. Más intermitente al principio del encuentro, sus 14 puntos al final de los 40 minutos demuestran el porqué de la importancia de su liderazgo en este grupo. Al igual que los 14 de Astou Ndour garantizan el relevo generacional en el juego interior de la absoluta femenina. Las cuentas no engañan: dos torneos con la senegalesa en nómina, dos medallas. Aunque la sombra de Sancho Lyttle sea alargada, su heredera ha vuelto a ganarse el crédito.
El mismo que tienen, desde hace tiempo, Silvia Domínguez y Laia Palau, las dos grandes timoneles de la dirección de juego española. O Anna Cruz, decisiva ante Turquía y menos brillante, pero igual de incisiva, contra Serbia. Y, cómo no, Xargay, todoterreno hasta el final. Con tantos argumentos en contra, las pupilas de Marina Maljkovic (hija del mítico 'Boza') acabaron desquiciadas contra España.
No lo pareció en ciertos momentos de reacción por su parte, aprovechando menos acierto ofensivo y defensivo de las españolas. Anotaron bajo tableros, robaron balones y redujeron distancias: por ejemplo, del 20-9 del primer cuarto al 33-28 del segundo. La máxima exponente balcánica fue Sonja Petrovic, con 12 puntos y siete rebotes, bien secundada por los 12 de Cado y los 10 de Milovanovic y Page. Sin embargo, los esfuerzos de todas ellas fueron en vano. Las serbias volvieron a hundirse en la segunda parte (20-10 de parcial desfavorable tras el tercer periodo), atascadas en ataque, y ya no pudieron reengancharse al marcador.
Si 'Boza' Maljkovic tildó de milagro lo logrado por su hija al frente de la selección serbia, lo mismo supondría una victoria de España ante Estados Unidos en la gran final. Las nuestras saben de las dificultades de la empresa (Nicholls llegó a definirla como "imposible" tras la semifinal), pero la gesta ya está alcanzada. Ahora sólo queda disfrutar. Ocurra lo que ocurra, el pabellón del baloncesto español quedará bien alto en Río. Y, por supuesto, el de estas chicas, ya auténtica historia personificada de nuestra canasta. De las lágrimas de tristeza en Polonia a las de alegría en Brasil. ¡Obrigado, chicas!