Más allá del nada desdeñable deseo de vengar a la patria (aunque solo Neymar y Ginter figuraban en las plantillas del 1-7, y ninguno de ellos participó el día de la masacre), Brasil y Alemania se juegan este sábado el honor de pasar a formar parte de la selecta lista de equipos campeones del torneo olímpico masculino de fútbol. Sus integrantes se equipararían de este modo a emblemas de la talla de Messi, Riquelme, Eto´o, Kanú, Guardiola, Puskas o Yashin.
Por detrás de los mitos, muchos grandes jugadores han quedado heridos a las puertas de la gloria, lamiendo la medalla de plata. Precisamente Brasil es la selección que más finales ha disputado sin éxito en la era moderna (desde 1984, cuando se anula el veto a jugadores profesionales). Perdieron la final de 1984 (con Dunga y Gilmar) ante Francia, la de 1988 (con Bebeto, Romário y Taffarel) ante la Unión Soviética y la de 2012 (con Neymar, Marcelo, Thiago Silva, Ganso y Pato) en 2012 ante México.
El torneo olímpico de fútbol masculino ha sufrido diversos vaivenes desde su primera edición, allá por el año 1900 (1908 en el estreno de su versión oficial). En aquellos años, antes de la creación de los Mundiales de Fútbol, el torneo vivió su primera y más gloriosa etapa. El balompié crecía y el mejor escaparate era un torneo que, en sus ediciones de 1908 a 1920 fue ganado por el Reino Unido (dos veces) y Bélgica (frente a España, en nuestra primera final perdida, en Amberes, con Pichichi, Zamora y Samitier).
A partir de 1924, en los Juegos Olímpicos de París, el torneo pasó a ser organizado directamente por la FIFA. Es por eso que las medallas de oro de Uruguay en esas Olimpiadas y en las de 1928 en Ámsterdam son consideradas a todos los efectos como Copas del Mundo, y así figuran como estrellas en la camiseta oficial de la selección charrúa.
A partir de la creación de la Copa del Mundo de fútbol, en 1930, la FIFA quiso reducir la competencia de otro gran torneo en los Juegos Olímpicos, llegando incluso a suspender su disputa en los de 1932 en Los Ángeles. Finalmente, se consensuó la idea de la participación de selecciones no profesionales, método que fue utilizado hasta 1980. Los grandes beneficiados fueron, a la larga, los países del bloque soviético. Igual que sucedió en otros deportes olímpicos que se enfrentaron a esta perspectiva (el baloncesto, por ejemplo), estas selecciones presentaban a sus mejores jugadores, enmascarados en la red funcionarial de sus respectivos gobiernos, incluido el ejército. Sacaron tajada, por lo tanto, a las selecciones absolutas de sus rivales. El poderoso fútbol de Hungría se llevó tres medallas de oro en aquella época, en sus buenos tiempos, y esas no se las quita nadie.
A partir de 1984, ya sin veto a futbolistas profesionales, y con una metamorfosis previa, se llegó a la actual reglamentación del torneo, que ha vuelto a recuperar parte de la magia de los primeros años, echando mano de selecciones híbridas, sub-23 pero con 3 jugadores con edad superior. Brasil ha pegado muchas veces en el poste desde entonces, con tres medallas de plata y dos de bronce. Alemania fue bronce en 1988, con Klinsmann sobre el césped capitaneando con cuatro goles.
La selección española, por su parte, firmó uno de sus grandes éxitos internacionales (sólo en la Eurocopa de 1964 habíamos volado tan alto antes de la gran época dorada) en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. Medalla de oro ante Polonia, 3-2, con una selección liderada por Guardiola, Cañizares, Luis Enrique, Kiko, Abelardo, Alfonso y Amavisca, entrenados por Vicente Miera. Después de aquel éxito, la selección española perdió la final en Sídney 2000, ante Camerún en los penaltis, con un equipo entrenado por Iñaki Sáez y encabezado por Xavi Hernández y Carles Puyol.
Brasil ante la fiabilidad alemana
Maracanã dictará la sentencia de la final entre Brasil y Alemania en los Juegos Olímpicos de Río 2016, sin duda la más potente de las últimas décadas. Brasil llega invicto e imbatido (cero goles encajados en cinco partidos), y con la imagen renovada después de las críticas tras los dos primeros empates con 'cerocerismo'. Rogério Micale entregó a partir de entonces la manija de los partidos a Renato Augusto (sentando a Felipe Ánderson), dejando por arriba gravitando a Neymar, Gabriel Jesús, Gabigol y Luan. El resultado desde entonces no ha podido ser mejor.
La obligatoria y tradicional robustez alemana, entrenada en esta ocasión por Horst Hrubesch, se pondrá a prueba una vez más ante una estructura suramericana. Dejando de lado el fantasma del Mundial de Brasil, los alemanes han tenido que remar duro en estas Juegos Olímpicos, echando mano de un índice goleador vertiginoso. Su arranque fue exactamente como el de Brasil, pero con más goles. Empataron 2-2 con la selección mexicana (que era una de las favoritas pero se quedó fuera en la fase de grupos) y con Corea del Sur 3-3. A partir de ahí llegaron las goleadas: 10-0 a Fiyi, que ha batido todos los récords en su meritoria aparición en la élite, y 4-0 a Portugal, que venía jugando bien y quería meter la cabeza entre las selecciones candidatas a medalla. Alemania, con Ginter y los Bender a la cabeza, diluyeron esta ilusión.
En semifinales, cuando ya sabían que Brasil estaba en la final (goleada 6-0 a Honduras), Alemania venció a Nigeria, con goles de Klostermann (defensa del Leipzig) y Petersen (delantero del Friburgo). Ahora tendrán que reafirmar ante los anfitriones que el futuro del fútbol alemán está asegurado, entrando en la historia del torneo olímpico con la medalla de oro, sucediendo a sus compatriotas (República Democrática Alemana) en los Juegos en Montreal en 1976. Ahí ya ganan a Brasil, que nunca ha sido oro.
Para contrarrestar y dar ánimos, y como guiño a Neymar, la biografía de esta campeonato cuenta que Hungría, en los Juegos Olímpicos de 1952 en Helsinki, también llegó a la final arrasando 6-0 en la semifinal (en su caso, ante Suecia), con Puskas, como el capitán brasileño, abriendo el marcador en el primer minuto de juego. Puskas también había marcado en cuartos de final, igual que lo ha conseguido Neymar en esta ocasión. Y si hacemos caso a este presagio, hay que subrayar que Puskas también marcó en la final (la verdad es que Puskas marcaba siempre) y la ganó.