Bajo su apariencia risueña y alegre, educada e incluso frágil, anida en Carolina Marín una ambición competitiva ilimitada: esa claridad en las prioridades (a cualquier precio) que distingue a los campeones de otros deportistas de élite. Probablemente hay que haber estado en su piel –o en la de Fernando Rivas, su entrenador– para comprender el valor y la tenacidad que requiere especializarse en un deporte casi inexistente (apenas 8.000 practicantes en todo el país) y llegar a ser la mejora jugadora del planeta.
El celo competitivo de Marín tiene su lado menos admirable. “No sé si las rivales me tienen respeto, yo desde luego a ellas no”, dijo tras ganar las semifinales a la entonces todavía vigente campeona olímpica, la china Li Xuerui. “Respeto” podría equivaler a “miedo” y tener una lectura más deportiva. Menos defendible fue su acusación (un minuto antes) a la jugadora asiática: “La lesión de la rival fue para intentar sacarme del partido, ya me lo hizo más veces”.
Disculpas a Xuerui
Marín se disculpó el viernes por esas palabras incompatibles con el espíritu olímpico tras saberse que Xuerui, con doble rotura de ligamento cruzado y menisco, ni siquiera pudo comparecer en la pista para luchar por el bronce. Su comportamiento en la pista, sin embargo, ha levantado una cierta polémica en España (país que en general la adora). Todo parte de una puesta en escena bastante teatral y agresiva, un elemento más de la minuciosa estrategia que urde con Rivas antes de cada partido.
Carolina no para de hablar, adopta un lenguaje corporal conscientemente, clava la mirada en la oponente con gesto desafiante, retrasa los saques el tiempo máximo posible para cortar el ritmo de la rival y corona su personaje con un hábito que se convirtió en ‘trending topic’ la mañana del viernes: emitir un chillido increíblemente agudo (con un volumen propio de un matadero) cada vez que gana un punto - es decir, normalmente 42 veces por partido.
Marín defendió el jueves, tras las semifinales, su actitud frente a la china. Aprendió muy pronto que en el circuito profesional las rivales asiáticas interpretan el silencio como una debilidad. “Ahora mismo es la campeona olímpica, la mejor jugadora del mundo. Lo importante era mostrarle en todo el momento que yo quería ganarle, no venirme abajo, porque los chinos dominan el bádminton y había que demostrarle a una china que quiero ganarle, que no me vengo abajo en ningún momento. Eso a los entrenadores también les pone nerviosos”.
"No nos ofende"
Marín tenía razón. Periodistas chinos acreditados en Río de Janeiro, en diversas conversaciones con EL ESPAÑOL, elogian unánimamente su comportamiento en la pista y muestran su admiración hacia una jugadora que ha sido capaz de romper la ‘muralla china’ de un deporte monopolizado por Asia. “¡Es la Nadal femenina!”, ríe Ting Li, conocedora del circuito de bádminton y enviada especial a los Juegos de Titan Sports, el mayor periódico deportivo del país. “Es probablemente mejor que Li Xuerui y Wang Yihan [número dos del mundo], tiene muchísima potencia”. Sus gritos no le molestan: “Es una forma de poner presión a las rivales y de animarse a sí misma, tienen efecto sobre las oponentes”.
Chenxi Chen, enviado del periódico oficialista Diario del Pueblo, opina que “Marín es una jugadora esencial ahora mismo para el bádminton… Las jugadoras chinas ya no controlan completamente el juego, Wang Yihan y Li Xuerui no han jugado bien en estos Juegos Olímpicos; pienso que Marín es técnicamente superior”. Sus gritos, por lo demás, le parecen “perfectamente normales”: “En el tenis también se grita mucho, incluso los mejores, a nosotros no nos ofende. Nos parece normal”.
Los medios chinos lamentaron la (clara) derrota de su campeona olímpica y resaltaron que era la primera vez en 20 años que no había jugadoras de su nacionalidad en una final. Chen destaca que “en técnica no está lejos de los jugadores masculinos” y se muestra muy interesado cuando escucha que Marín, como parte del durísimo programa que le impuso Rivas en estos últimos meses, ha entrenado muchas veces con hombres (según su técnico, también está cerca de los hombres “en lo fuerte que da a la bola [volante])”.
En declaraciones a la televisión china CCTV tras su partido, con el ligamento cruzado ya roto pero sin diagnóstico todavía, Xuerui dijo haberse sentido “un poco nerviosa” en el enfrentamiento con Marín y aseguró que puso “todo su esfuerzo” para llegar a la final, pero en ningún momento aprovechó la coyuntura para criticar a la andaluza por su talante durante el partido.
"Mantener el respeto"
Yongwen Qian, de la agencia de noticias estatal Xinhua, explica que “su forma de gritar no puedo criticarla, porque cada jugador tiene su forma de animarse…”. Sólo pone un reparo: los tres puntos que hubo entre la lesión de Xuerui y el final del partido (celebrados con el mismo graznido, algo que también chocó a la prensa española que veía el partido): “Después de lesionarse no debería haber gritado igual que antes; es una profesional y debe mantener el respeto con su rival. Pero creo que en todo caso merece este oro: todo el mundo sabe que es la mejor a nivel mundial, la número uno”.
Carolina es la número uno y lo es tras una preparación diferente, ‘made in Spain’, en la que se ensayan hasta las miradas que adopta en la pista o las respuestas que debe dar a los periodistas. Ha seguido una rutina centrada en superar barreras de sufrimiento (que la han hecho llorar, como confesó a principios de agosto) e incluso una cámara de hipoxia para simular altura (y producir más glóbulos rojos). Nada está dejado al azar.
Un botón de muestra: su técnico, a pesar de la medalla de oro, estaba algo molesto con su jugadora tras la final por haberse salido del libreto acordado e improvisar durante el encuentro, lo que a su juicio le costó el primer set.
Carolina Marín no viene de Dinamarca –el único país no asiático con tradición de bádminton–, sino de Huelva, y muchas veces le dijeron ‘estás loca’ por dedicar su juventud a una modalidad tan minoritaria. “Todo ha sido trabajo”, decía emocionada en la zona mixta del Pabellón Riocentro 4, con la medalla dorada recién colgada al cuello. “Lo primero que pensé cuando gané fue en los entrenamientos, en todo lo que he sufrido y trabajado para llegar aquí”.
Puede que en España algunos espectadores se hayan sorprendido por su aspereza competitiva, pero en China, el país que más medallas atesora en el deporte de raqueta más rápido del mundo, les parece de lo más normal.