No se atisba procedencia en su acento ni prejuicio en su mirada. Nadie puede anticipar de dónde viene ni a dónde irá. “Unos creen que soy andaluz, otros gallego...”. Y, realmente, Vicente Romero lo es todo a la vez, sin renunciar a nada. Nació en Brasil, en Florianópolis (1992), tiene padres argentinos, se ha criado con su abuela en Barcelona, prepara los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 en Ferrol y compite con la selección española. En estos tiempos de turbulencias, es un ejemplo. “Es algo bonito. Tener todas esas mezclas, haber vivido y conocido tantas cosas… A mí me agrada y a la gente le mola ese rollo”, reconoce en conversación con este diario.
El surf es, junto al béisbol, la escalada, el kárate y el skate, uno de los cinco deportes que debutarán en los Juegos de Tokio 2020. A Vicente Romero, sin embargo, no le ha cambiado la vida desde el anuncio del COI (Comité Olímpico Internacional). “Ahora mismo estoy igual, quizá en un tiempo...”, confiesa. De hecho, espera obtener una beca ADO por su quinto puesto en el Mundial de la ISA (Asociación Internacional) para estar más tranquilo y “pensar tan solo en la competición”. Porque sí, aunque puede vivir de su deporte, sabe que no es sencillo…
En realidad, él ya lo tenía asumido, venía avisado de cuna. Aprendió de su padre, también surfista, y desterró el resto de deportes. “Jugué al fútbol aunque era muy malo, al baloncesto, hice skate...”, pero se decantó por quedarse en el mar. Se subió a una tabla por primera vez con cuatro años y no ha bajado desde entonces. “De pequeño, con cualquier cosa que flotara me lo pasaba bien: un pedazo de madera, lo que sea”. Y el ADN y el empeño de su padre, maestro improvisado, hicieron el resto. “Sin él no habría llegado a este nivel. Al principio es muy importante cómo te pongas de pie, las maniobras… Él me enseñó todo aquello”.
Total, que empezó a competir cuando tenía 12 años y no ha parado. Aun así, llegó tarde. “Mis colegas ya lo hacían con siete”. Pero, claro, él no había pensado en que aquello pudiera ser su profesión, que se fuera a ganar la vida con el surf, eso nunca. “Hasta que, de repente, con 15 o 16 años, me di cuenta de que podía sacar dinero con ello”. Desde entonces, no dudó. Hizo de la playa su casa –incluso en vacaciones– y ahí pasa la mayor parte de su tiempo. Entrenando, disfrutando… o todo a la vez.
DIFICULTADES PARA VIVIR DEL SURF
Vicente aprendió en Brasil a surfear, pero continuó su formación a caballo entre su lugar de nacimiento y España. Hasta que se instaló definitivamente en la Península. Después de pasar unos años en Barcelona, donde vive su abuela, le salió un espónsor en Ferrol (Galicia) y se instaló allí. “En invierno me dicen que estoy loco, que dónde voy con el frío que hace...”, bromea. Aunque también reconoce que la concepción ha cambiado. “Las cosas han evolucionado mucho en los últimos seis o siete años. Antes te preguntaban: ¿eres surfista, qué haces? Ahora es un deporte más, como el tenis o el fútbol”.
Pero eso no quiere decir que sea fácil dedicarse plenamente a vivir de ello. “El problema es encontrar patrocinadores”, reconoce. Sin ellos, Vicente Romero tiene que emplear el dinero de una competición en viajar a la siguiente. “Si, por ejemplo, pudiera ir a Australia a principio de año… Entrenaría más, me prepararía mejor y sacaría buenos resultados. Seguramente, estaría más alto en el ránking”. Pero, de momento, se tiene que conformar con lo que tiene. Con la educación básica terminada y la licenciatura de surf aprobada con matrícula de honor, vive de su deporte gracias a los premios de las competiciones y lo que saca de dar clases.
Y, aunque le podría ir mejor, no le va mal. En surf hay varios ránkings. El primero es el de la World League –la primera división, para que nos entendamos–, donde compiten los 32 mejores y 10 de ellos bajan a la segunda división, la World Qualifying Series, donde se encuentra Vicente. Pero también hay otro ránking, el de la ISA (Asociación Internacional). En este circuito, en la última prueba mundial, él fue quinto en el individual y en la prueba por equipos la selección española fue tercera.
“El futuro es bueno”, confiesa. Y, obviamente, él forma parte de ese porvenir. Lo sabe y lo quiere aprovechar. Su objetivo es ir a los Juegos de Tokio. Aunque, a día de hoy, no han recibido noticias sobre cómo será la clasificación. “Creo que irán 22 o 24 deportistas de diferentes países”. El resto está por decidirse. Pero a Vicente Romero le da igual. Está tranquilo. A sus 24 años, tiene muchas cosas por hacer y, sobre todo, mucho que entrenar. Con su música (rock, hip-hop, rap o lo que sea) y disfrutando cada poco de la paella de su abuela ("la mejor") o de una parrillada argentina. Así tratará de llegar a Tokio. “Soñando, siempre soñando”, y peleando. “Soy un guerrero, nunca me doy por vencido”. Y, esta vez, desde luego, no lo piensa hacer.
[Más información: Andrea Benítez, educada en el skate callejero y camino de los Juegos Olímpicos]
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