Richard Carapaz acaba de tocar el cielo y lo ha hecho entre gigantes. Con el imponente Monte Fuji como testigo y con un ataque que dejó clavado a Brandon McNulty, el corredor ecuatoriano ha hecho historia al colgarse de su trabajado cuello el oro olímpico en la prueba de ciclismo en ruta.
En una carrera loca, dominada por los equipos de Bélgica y Eslovenia y con sus jefes de filas Wout Van Aert y Tadej Pogacar a la cabeza, Carapaz consiguió hacer la guerra por su cuenta, siempre acompañado de su fiel escudero Jhonatan Narváez, y después de vivir una auténtica odisea en Tokio. Sin embargo, su complicado viaje ha terminado con el sabor más ansiado, el de la victoria y el del honor de ser el vigente campeón olímpico, una condición que le va a acompañar, al menos, los próximos tres años. Tiempo para disfrutar de una gesta que hasta París 2024 nadie eclipsará y que será para siempre imborrable.
Del campo al podio
Se podría decir que ahora mismo, Richard Carapaz tiene todo lo que se podría desear. Dinero, fama, reconocimiento, una estructura deportiva potente y un estatus que se ha ganado con su rendimiento en la carretera. Es uno de los grandes del pelotón internacional, admirado y envidiado a partes iguales. Un líder, una referencia.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que las cosas no eran así ni mucho menos. Los orígenes de Richard Carapaz son los más humildes y austeros del pelotón. Es difícil encontrar la historia de alguien que haya desde venido más abajo. Richard nació en El Carmelo, Carchi, en Ecuador, en el seno de una familia pobre que dependía de unos cuantos animales para subsistir. Animales que además, gran parte del día, eran responsabilidad del hoy ciclista del Team INEOS.
A pesar de ser tan solo un niño, con 12 y 13 años, Carapaz se levantaba todas las mañanas de madrugada para ir a dar de comer al ganado de su familia, especialmente a las 6 o 7 vacas que tenían junto a la pobre residencia familiar. Allí, además recogía la leche de los animales y la llevaba a casa. Después de cumplir su cometido familiar, se marchaba al colegio para regresar a la tarde.
Una vez estaba de vuelta en casa, Richard tenía que volver a atender a los animales, limpiando o arreglando algún desperfecto y echándoles de nuevo de comer. Esto era así porque el padre de Carapaz se pasaba casi todo el día fuera de casa trabajando para poder llevar un jornal con el que poder superar su día a día.
Un deportista disciplinado
Carapaz estuvo años llevando una vida muy sacrificada, trabajando y estudiando de sol a sol mientras ayudaba a su familia. Así es como surgió desde el campo este campeón ecuatoriano que ha tocado el cielo, pero que todavía recuerda cómo fueron aquellos primeros en bicicleta y la huella que le dejaron sus apuros familiares en una casa en la que el dinero y los bienes siempre brillaban por su ausencia.
En su niñez, Richard descubrió su amor por la bicicleta gracias a su padre. La 'locomotora de Carchi' siempre decía cuando era pequeño que él montaba en bici y concebía a la propia bici como un medio de transporte con el que divertirse, pero que nunca había pensado que podría traerle tantísima felicidad y regalos.
Este admirado campeón comenzó desde lo más abajo posible, montando en una bicicleta vieja, rota y oxidada que su padre le regaló tras habérsela encontrado en la basura. Juntos arreglaron aquel trozo de chatarra para que Richard pudiera montar en una compañera que ya se hizo inseparable para él. Tanto el padre como el hijo sabían que no había opción de comprarla de otra manera, pero Carapaz siempre decía que le gustaba su bicicleta porque no había otra igual. Y lo cierto es que era única.
Ahora, esa bicicleta que forjó las piernas de un campeón que acaba de hacer historia, continúa expuesta en la casa de los Carapaz en El Carmelo, en Carchi, como símbolo de la superación y el gran espíritu que Richard le ha metido a todos sus objetivos y a todos sus sueños. Además, unos inicios tan humildes han servido para formar una personalidad aguerrida y trabajadora dentro de un deportista muy disciplinado.
Señalado en su país
Carapaz siempre ha afirmado ser una persona y un ciclista muy familiar. De su abuelo aprendió a soñar, de su padre el valor del trabajo y el sacrificio de estar fuera de casa y de su madre la alegría y no perder nunca la sonrisa. Sin embargo, si algo le hace perder esa felicidad es saber que pocas veces ha tenido el apoyo de su país, de su patria, de Ecuador.
Por eso, en un momento de felicidad extrema como ha sido proclamarse campeón olímpico, Carapaz no se ha olvidado de aquellos que le dieron la espalda, principalmente algunas autoridades ecuatorianas. Una afrenta que Richard lleva clavada a fuego en su corazón y en su alma, ese alma combativa que llevó a demarrar con fuerza en el momento más delicado y decisivo, cuando a Van Aert y Pogacar ya les temblaban las piernas después de más de 200 kilómetros a palos.
Desde sus inicios, Carapaz solo contó en su tierra con el apoyo de sus padres y con el de unas pocas personas más que se cruzaron en su camino. Después de contar con los medios más precarios y con los comienzos más humildes, empezó a sentir de cerca lo que era el semiprofesionalismo cuando el exciclista Juan Carlos Rosero se acercó a él y se fijó en su talento. Buscando a grandes promesas en el país y en la zona de Carchi dio con el mayor diamante que se ha visto en Ecuador.
A los 15 años, Carapaz unió su camino al de Rosero y al de otros expertos que le fueron guiando para sacar lo mejor de él. En el año 2013 se produjo su despegue definitivo cuando siendo todavía un niño venció en el Campeonato Panamericano en Ruta en la categoría sub-23 demostrando que allí dentro había un genio. Dos años más tarde se marchó a Colombia para seguir formándose después de no recibir el apoyo de las autoridades políticas y deportivas del país donde consiguió nuevos triunfos.
A esas alturas, Carapaz ya era un fenómeno mundial que había recibido ofertas de varios equipos profesionales. Sin embargo, su siguiente paso sería volar definitivamente del nido y dar el salto a Europa de la mano de Movistar. A través de su equipo filial con cuartel general también en Navarra, el Lizarte le dio la oportunidad a Richard de mostrar todo su potencial en el viejo continente. Solo era cuestión de tiempo pasar al primer equipo y tocar la gloria.
Rompiendo la historia
Lo cierto es que no hay otra manera de calificar lo que está haciendo Richard Carapaz que romper la historia. Sus resultados deportivos van en aumento temporada tras temporada, especialmente desde que en 2019 se proclamara campeón del Giro de Italia, su primera gran vuelta. Después llegó el segundo puesto en La Vuelta del 2020 y este año el tercer cajón del podio en el Tour de Francia para completar presencia en los puestos de honor de las tres grandes.
Ahora ya no compite para Movistar, sino que lo hace para el Team INEOS Grenadiers, la escuadra más grande del mundo. Junto a ellos se ha convertido en el primer ecuatoriano y en el segundo latinoamericano que hace podio en las tres grandes. Sin embargo, a pesar de ser una de las referencias más importantes del pelotón internacional, sigue sin contar con mucho apoyo por parte de Ecuador.
En la reciente celebración de la prueba de ciclismo en ruta, los dos ciclistas ecuatorianos han tenido que buscarse la vida para viajar a Tokio, alojarse, entrenarse y poder formar parte de la prueba, ya que la ayuda del estado ha sido nula. De hecho, han sido los miembros de su equipo, el Team INEOS, presentes en Tokio, quienes les han ido echando una mano casi por caridad para ayudarles en la prueba. Ellos han hecho de masajistas, nutricionistas y auxiliares durante esta odisea que han vivido en Tokio, pero que no les ha impedido volver con el oro y consiguiendo la tercera medalla olímpica en la historia de Ecuador.
Un triunfo que es historia de Sudamérica al ser primer latinoamericano que consigue una medalla olímpica en la prueba de ciclismo en ruta y que le sitúa también como el primer ciclista en toda la historia que consigue el oro olímpico en ruta después de haber sido podio en las tres grandes. Solo Miguel Induráin se acerca a este hito, cambiando su presea dorada por la de la prueba contra el reloj. Una historia de superación, sacrificio y lucha con la que Carapaz ha tocado el cielo.
[Más información: Carapaz gana el oro y España decepciona con Valverde en ciclismo: Van Aert plata, Pogacar bronce]
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